Elia apenas se atrevía a respirar en caso de que rompiera el hechizo.
Ella y Reth habían llegado para el banquete y casi inmediatamente fueron rodeados por una multitud, todos vestidos para la fiesta y emocionados, niños bailando y los adultos haciendo reverencias, sonriendo, radiantes. Elia había permanecido de pie, sin tocar a Reth, pero cautelosa, esperando que la gente se concentrara en él como solían hacerlo. Pero para su sorpresa, muchos se acercaron primero a ella, especialmente las mujeres.
—¡Estás hermosa, Señor! —le decían.
—¡Ese vestido! ¿Debe ser trabajo de Candace? —exclamaban con admiración.
—¿Puedes sostener mi mano, Su Majestad? —preguntaba una niña pequeña que Elia se dio cuenta con sorpresa que era Lupine. La niña estaba frente a ella, con los ojos muy abiertos y fijos, una mano extendida hacia ella.