—A medida que el verano se transformaba en otoño, y los verdes y amarillos de Anima se tornaban naranjas y rojos, Elia no solo encontraba un propósito, sino que también crecía en ella una creciente anticipación por el Festival, y su vida. Era como si pudiera sentir las cuerdas de todo lo que alguna vez había querido uniéndose y todo lo que tenía que hacer era asegurarse de que tirasen unas contra otras en el orden correcto, la dirección adecuada, para que todo acabase anudado en un lindo lazo.
Elia estaba eufórica. Y abrumada. Parecía demasiado bueno para ser cierto.