—No puedo evitarlo. No aprendí estas cosas, no... huelo las cosas como ustedes. No soy fuerte de la manera en que ustedes lo son, pero no es mi culpa. ¡Ninguna de esas cosas eran necesarias para tener éxito en mi mundo! ¿Entonces por qué me juzga todo el mundo por algo sobre lo que no tengo control? —dijo Elia, conteniendo las lágrimas.
—Porque eras un sacrificio. Se suponía que tenías que morir —dijo Candace en voz baja, sus ojos verdes siguiendo el movimiento de Elia—. Has sido hecha líder entre personas que no ven ninguna razón para seguirte.
—¿En qué estaba pensando Reth? —preguntó Elia, frustrada.
Candace hizo un pequeño ruido chirriante y tosido.
—Sospecho que no pensaba tanto como... sentía —admitió Candace.
—Apenas soy una belleza —replicó Elia con una mirada plana—. Si sentía algo no era por mí.
Las cejas de Candace se elevaron nuevamente y ella revoloteó su capa como había hecho en el claro la noche anterior.
—¿Realmente crees eso? —preguntó Candace con cuidado.
Elia dejó de pasearse.
—Él nunca me había visto antes. Yo era un desastre, y estaba aterrorizada —dijo Elia—. Entre personas que son brutales y fuertes. Difícilmente fue la mejor primera impresión.
La cara de Candace se mantuvo muy quieta ante las palabras de Elia.
—¿Realmente no tienes ninguna historia con Reth? —preguntó en voz baja.
—No. ¿Cómo iba a tenerla? Nunca he estado en Anima —respondió Elia con firmeza.
—Pero nuestro Rey ha estado en tu mundo. Más de una vez.
—Sí, me lo dijo —entonces recordó su pregunta de esa mañana y esa sensación extraña que había tenido cuando lo miró de perfil—. Elia frunció el ceño—. Le pregunté si nos habíamos conocido antes. Él... no tuvo la oportunidad de responder.
Candace simplemente la miró un momento—. ¿Quizás sea una línea de interrogatorio que valdría la pena seguir con él?
—¿Puedo hacer eso? Él es el Rey —¿no hay alguna tradición extraña sobre hacer una reverencia, o no hablar, o algo así? ¿No voy solo a terminar ofendiéndolo, o a todos los demás?
—La autocompasión no es admirada en una mujer entre los Anima —dijo Candace suavemente.
Elia cruzó los brazos—. ¿Oh, en serio? —preguntó con sarcasmo.
—En serio —preguntaste qué significa ser una mujer aquí, una adulta. Bueno, eso es parte de ello. Una mujer de los Anima conoce sus fortalezas y juega a favor de ellas, elige perseguir las cosas en las que es buena, y es humilde respecto a sus debilidades. No las niega. Encuentra maneras de superarlas. Acepta las cosas que no puede cambiar, y no deja de trabajar para cambiar las cosas que cree que puede.
—Bueno, qué maravilla —¿cómo aprendes a hacer todo eso? Porque ¡a mí nunca me enseñaron!
Candace hizo una mueca—. Los Anima aprendemos por observación e imitación. Entrenamos, por supuesto, pero las más grandes lecciones de la vida se aprenden observando a otros que admiras. Imitándoles. Fortalece tu cuerpo, aprende a creer en ti misma intentando cosas que piensas que no puedes hacer. No te acobardes ante los retos, pero tampoco busques pelea donde no es necesario —se detuvo y sus labios se apretaron—. Y confía en tu esposo.
Elia frunció el ceño—. ¿Qué te hace pensar que no confío en él?
—Es obvio para todos que tú no te apareaste anoche —no hay mayor muestra de confianza que entregar tu cuerpo a un macho.
La boca de Elia se abrió—. ¿Cómo supiste, cómo saben cualquiera de ustedes eso?
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—Cuando los Anima se aparean para toda la vida, sus olores se entrelazan. Todos saben que pertenecen el uno al otro. Cuando Reth apareció esta mañana era obvio... no olía a ti.
—No... ustedes todos... ¿No hay nada privado en este mundo? —La voz de Elia estaba muy aguda, pero a Candace no pareció importarle.
—Muy poco, sinceramente. Pero eso significa que es difícil para la gente mentir o engañarnos también. Entonces, tiene sus lados buenos.
Elia se estremeció.
—Ustedes son... no estoy acostumbrada a ese tipo de...
—Acostúmbrate. Eso es lo que hacen los Anima. Si quieres ser mujer aquí, aprenderás a aceptar...
—Lo que no puedo cambiar, sí, te escuché a ti y a Reth la primera vez.
Candace cruzó los brazos.
—Escuchaste. Sin embargo, es más fácil y más infantil guardar rencor o protegerte. Los Anima prosperamos porque hemos aprendido el valor de vivir juntos, de vivir los unos para los otros. Más bien que por nosotros mismos. Y...
Elia esperó, pero Candace se interrumpió.
—¿Y qué? —preguntó Elia impacientemente.
Candace le lanzó una mirada plana.
—Y vivimos por el bien de nuestras parejas. Una mujer Anima posee el corazón de su pareja, y él el de ella. Están unidos, y generalmente alegres por ello. Están... emparejados. Todos saben que cruzar a uno, es pelear con ambos.
—Reth habló de eso anoche —dijo Elia con voz débil—. Pensé que… eso es lo que éramos.
—Y sin embargo, lo negaste —dijo Candace.
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—¡No, no lo hice! —protestó Elia, aunque se sonrojó intensamente—. Él... él parecía no querer...
—¿Te rechazó? —Candace inhaló sorprendida. Era la mayor expresión que Elia había visto en su rostro, y su estómago se hundió. Esto debía ser peor de lo que había pensado.
Asintió tristemente. —Fue amable y gentil, pero... no me quería.
Candace se puso de pie y comenzó a pasear con el ceño fruncido de confusión. Sus pasos eran rápidos y parecía revolotear mientras caminaba. —No puede ser... ¿por qué lo haría? Sabía cómo afectaría a la gente... tiene que haber sido— Se detuvo y se volvió hacia Elia—. ¿Te afectó el humo anoche? Te llevó lejos de las llamas. ¿Te costaba pensar?
—Al principio, pero pasó. Estaba agotada. Pero no tan cansada como para no poder... quiero decir... hubiera... le mandé todas las señales...
Candace asintió, pero su rostro seguía preocupado.—Probablemente es sólo un hombre estúpido, y decidió que necesitaba protegerte, o algo. Siempre ha sido excesivamente cauteloso con las mujeres. Admiro su intención, pero francamente, a veces nos subestima. Esta noche... esta noche debes hacer la proposición otra vez. Tienes la mente clara y obviamente estás saludable. No te rechazará de nuevo.
—Pero... ¿y si lo hace? Temo que me vea como una niña. La forma en que actúo anoche...
Candace enderezó los hombros y negó con la cabeza.—No debes aceptarlo. Una mujer no lo haría. Una mujer le obligaría a explicarse.
—¡No puedo hacer eso! —Elia jadeó—. Ya me ha rechazado. No voy a forzarlo a decirme por qué no me encuentra atractiva.
—¿Que no...? —Candace se atragantó—. Puede haber verdaderos problemas aquí, Elia, pero la atracción no es uno de ellos. Todos estuvimos allí anoche. Podíamos olerlo a través de las llamas, por el amor del Creador. Te prometo, lo que haya pasado anoche, la falta de atracción no fue el problema. Debía haber una razón por la que pensó que tú...
Entonces se produjo un golpe en la puerta y Candace se interrumpió.—¡No le digas a nadie de esto! —susurró mientras caminaba hacia la puerta mientras Elia se quedó frente a la chimenea—. Solo creará más rumores.
Luego fue a la puerta. A abrirla. En la casa de Elia.
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