—¿De verdad quieres ir a Draec? —preguntó la abuela Isabelle a Emmelyn con voz ronca. Ella agarraba el dobladillo de su vestido, y su rostro parecía angustiado. Parecía que quería decir algo, pero luego cambió de opinión.
—Sí, abuela —dijo Emmelyn con expresión impasible. Había pensado en esto durante varios días y, finalmente, se decidió a ir a Draec y obtener su venganza. —Ya no tengo familia, ni un hogar y no tengo nada a mi nombre. Ya no tengo nada por lo que vivir más que mi venganza.
En opinión de Emmelyn, no tenía nada que perder si iba a Draec y trataba de matar al rey. Incluso si fallaba, al menos moriría intentándolo. Estaría contenta de morir y reunirse con su familia.
—Pero todavía nos tienes a nosotros aquí —dijo la abuela Isabelle. —Sabes que siempre puedes quedarte con nosotros.
Emmelyn no respondió. No tenía el corazón para decirle a la anciana lo que pensaba.