—¿Dónde... está ella? ¿Alicia? —preguntó Harold, su voz casi sonando suplicante.
—Es mi cuerpo. ¿Por qué buscas a alguien más? —preguntó Amber antes de que sus ojos enojados se apartaran de Harold para mirar la ventana.
Se alejó de la pared, ya que podía sentir que sus ojos se cerraban por sí solos. Su cuerpo nunca había experimentado este tipo de apagón desde que nació. Intentó acercarse a Amber mientras ella miraba por la ventana el cielo.
—Casi es la Luna de Sangre. Pronto cumpliré 20 años —murmuró para sí misma.
El tono que usó al decirlo le dijo a Harold que lo que fuera que estuviera pensando no era nada bueno.
Combinando el cuento que había escuchado de Sir Richard con lo que había descubierto con Alicia, la Luna de Sangre era un momento poderoso para las brujas. Y si Anne había pedido que Amber se mantuviera hasta que cumpliera 20 años, significaba que había algo sospechoso justo ahí.
—No puedes invocarla y deshacerte de ella cuando te plazca —dijo Harold débilmente.