Zhao Linhua podía sentir un escalofrío subir por su espina dorsal cuando la atención se concentró en su hermana mayor. No podía dejar de temblar al recordar el dolor insoportable que había experimentado unos días atrás.
No sabía qué había pasado ni cómo, pero una cosa llevó a la otra, y se encontró secuestrada. Debía haber sido un fanático loco o un acosador espeluznante, porque lo primero que hizo el secuestrador fue arruinarle las manos.
Fue un milagro que la encontraran con vida, pero parte de ella creía que no era tan simple como esperaba, sino por una razón mucho más siniestra. Morir era demasiado paradisíaco para sus torturadores.
Incluso rodeada de gente poderosa con guardaespaldas presentes, Zhao Linhua se sentía insegura. La seguridad aquí era de primera categoría, pero su piel se erizaba de gallina. Alguien la estaba observando. No era la mirada de un fan admirador, sino más bien de personas que deseaban que su sangre fuera derramada.