Zhao Lifei no había pensado que se encontraría en una reunión social tan pronto. No estaba preparada para toparse con tantos rostros conocidos, pero también con intenciones igual de familiares. Cuando mencionó un pequeño banquete, Zhao Lifei asumió que sería un puñado de personas.
Las cortinas de muselina de seda, el jardín abierto y la adecuada música clásica tocada por un coro en vivo indicaron que apenas era un banquete pequeño. La gente aquí estaba destinada a socializar y mezclarse. Era otoño, pero ciertas especies de flores estaban floreciendo espléndidamente, sus pétalos colgando con rocío brillante.
Un gran piano intacto se encontraba sobre un escenario vacío, presumiblemente esperando al genio que hoy bendeciría al público.