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La frente de Lewis se frunció mientras se colocaba delante de Oliver. Su voz era gélida, pero sus palabras golpeaban como un martillo. —¿Crees que puedes perturbar el descanso de la abuela? Inténtalo, y te quitaré las piernas.
La intensidad en su mirada envió un escalofrío por la espalda de Oliver, y por un momento, se quedó ahí, inmóvil.
Nunca había visto a Lewis así antes.
Claro, Lewis siempre había sido intimidante, pero generalmente era calmado, sereno y razonable. Sin embargo, esta versión de él parecía como si acabara de salir del infierno.
Las piernas de Oliver casi le fallaron, y tuvo que estabilizarse para evitar colapsar.
Keira, notando la tensión, caminó silenciosamente y deslizó su mano en la de Lewis.
En el momento en que lo tocó, la furia gélida alrededor de Lewis pareció desvanecerse, y un resquicio de calma regresó a sus ojos. Era como si lo hubieran alejado del borde de algo oscuro y peligroso.