—¿Por qué no hay noticias de su muerte o incluso de que esté desaparecida? ¿No deberían estar buscándola?
La mujer caminaba de un lado a otro mientras murmuraba para sí misma, su ansiedad creciendo mientras observaba las noticias parpadeantes en su teléfono y la televisión silenciada. El mundo exterior parecía seguir su curso como siempre, pero en su interior, se gestaba una tormenta de temor. Había pasado más de un día desde que había recibido el dinero de Kael, y a pesar de eso, Isidora Sterling seguía desaparecida sin dejar rastro. ¿No debería Kael, quien había entregado tan casualmente cien millones como si fueran simples calderilla, estar preocupado? Después de todo, era una mujer a la que había considerado digna de tal fortuna. Uno esperaría que estuviera desesperado por encontrarla, que movilizara todos los recursos a su disposición para descubrir su paradero. Pero en cambio, todo seguía inquietantemente quieto. ¿Por qué?