—Por favor, despierte, Su Alteza. Es hora de su práctica de esgrima.
Ruby había estado llamándome por un rato ya. Pero no quería despertar, así que no estaba respondiendo. Pero no sirvió de nada ya que ella quitó la manta y me obligó a bajar de la cama.
—Su Alteza, usted fue quien me dijo que la obligara a despertar incluso si no quiere —dijo ella—. Ah, cierto... Pero todavía me siento soñoliento...
—¿No durmió anoche?
—... Lo hice —murmuré—. Sí, dormí pero solo por una hora o dos. Madre y yo hablamos casi toda la noche. Me contó muchas cosas sobre mi Suegro, ojos malditos, y también que los reyes y reinas no tenían que ser compañeros para casarse. Se casaban por razones políticas y luego tomaban concubinas. Por culpa de una poción, incluso si encontraban a sus compañeros, aún podrían aparearse con otros. Era raro y no me gustaba la idea en absoluto. Si hubiera una forma de cambiarlo, lo intentaría.