Su ojo de vidrio es un misterio, como su
cuerpo, y su alma
...Aquí radio Versalles alfa..Con las últimas noticias. Fuertes lluvias afectan a la ciudad desde hace varios días, y seguirán las mismas con vientos desde el sudoeste. Se recomienda precaución al momento de transitar las calles.
...los días están muy inestables Estela..
....ni lo digas..Paco..Vamos con la información de importancia..Nuevos estallidos y riñas entre dos vecinos de la comunidad. El hecho todavía no se esclareció con certeza. Todo terminó en una batalla campal. Varios muertos y heridos de gravedad. Ya son más de diez hechos por semana producto de la violencia desmedida. Algunos comunicadores manifiestan hechos extraños ocurridos en todo el perímetro del barrio.
...crees que sea...
...Paco los investigadores siguen averiguando las circunstancias. A ello se han triplicado los accidentes...vamos con una pausa de comerciales en radio Versalles Alfa. ...
....
Estela se quita el auricular un segundo...
- ¡Ahh! Estoy agotada..- Dice ella. Paco pensaba atentamente
- Estela, cada vez anunciamos más noticias de vandalismo y riñas. Me da mala espina
- No seas tonto. ¿Lo dices por la leyenda?
- Soy escéptico, pero ya me da miedo.
- Es solo una falaz leyenda urbana. ¡¡No seas estúpido!!
- No te comportes de esa manera Estela.
- ¡¡No seas estupidooo!! – Su rostro se desdibujo. Sus ojos se desorbitaron. Ello le produjo un pánico a Paco que se quedó perplejo ante esa mirada.
- ¿Te encuentras bien? – Pregunta y ella no respondía. - ¿Te pregunté si te encuentras bien? – retomó la pregunta. Era como si se hubiera congelado allí. El aire se vició de una adrenalina que expulsaba Paco ante una suerte de miedo.
Había una mesa redonda entre ellos, y varios utensilios. Solo una distancia de cincuenta centímetros los separaba.
Estela clavo su mirada sonriente como una media luna. Ello terminó de asustar a Paco que antes que pudiese dar hecho de la situación recibió de ella el cálido filo de un tijeretazo que estaba a su alcance en el cuello. El certero golpe se asestó tan bien que Paco no pudo más que expulsar entre sus palabras un chorro de sangre en la mesa.
Los avisos publicitarios concluían. La mesa estaba manchada de líquido espeso y desplomado un cuerpo. Estela se colocó los auriculares. Su rostro sonreía manchado de ello.
....Aquí regresamos con radio Versalles Alfa..Más noticias... Esas fueron las palabras de cierre.
//////////////////////////////// Acto de cierre //////////////////////////////////////
Todos hablaban en la escuela de brutal asesinato en la radio y todos estaban temerosos de ello. Pero nadie sabía al respecto el por qué una mujer había resuelto haber tal asesinato. La policía aún continúa en la escena del crimen. Se revisaron infinidad de documentos para saber que no tendrían ninguna pista.
- ¡Es la maldición! ¡Es la maldición! – Corrían las voces. -
Todos lo sé medios de noticias hablaban de lo mismo. El terrible asesinato. En ese entonces un extraño en la televisión solo le restaba ante los brazos de la superstición manifestar que era la maldición. Supuse al ver las noticias en mi móvil celular que tal vez, era solo parte de la leyenda urbana de un barrio viejo y desgastado en el tiempo. Es el único que no ha recibido de la ciudad una urbanización digna más que lo referente a lo correspondiente de una devolución por parte del erario público. Si, y doy fé de ello que las personas en su exterior parecían motivadas a actuar desmedidamente como si estuvieran siendo controladas. Eso pensaba, pues mi enfermedad era el mejor ejemplo de ello.
Mi primo Ricardo y mi familia son los que mejor conocen la situación, y tratan de manejarlo de la mejor manera posible. ¿Podría decir que esas voces es un don? ¿O una miseria?
Apagué mi móvil, y alcé mi visión al frente. Sin darme cuenta me pareció ante un descuido ver una persona con los mismos rasgos que he tenido. Misma anatomía. Idénticos en todo su aspecto. ¿Qué diablos? Estaba sentado al lado de una señorita. No podía quitarle la vista de encima. Era como verme al espejo a mí mismo. Eso me producía temor. Él, se levantó y apretó timbre de descenso. Lo seguí detrás. Al parar el ómnibus cerca de la cuadra de la escuela se fue caminando hacia el recinto y entró por la puerta principal. Lo seguí hasta que dio la vuelta al corredor y se encontró de frente con Mei. Si, era ella, y ambos se fueron dando la vuelta en el pasillo, entre el tumulto de alumnos. En un santiamén los perdí de vista.
- ¡Es todo muy extraño! – Me dije. Al ingresar en el aula, fue toda una sorpresa. Mei estaba allí sentada en su asiento dibujando de cara a su pupitre. - ¡Me rindo!..¿Qué es todo esto?
Pasaron los minutos para una profesora ingresase para tomar la lista y saber ¿Quién había o no ha faltado a clase? Somos alrededor en total de veinte alumnos. Todos los profesores toman lista para calcular las faltas. Era una medida drástica, a la hora de expulsar alumnos. Luego de concluir, comenzamos la clase de literatura. Leímos unos fragmentos de un cuento.
"Los que no existen"...se saben que vienen y van. Son muertos errantes que la muerte arrojó, para muerte traer.
- Eso era bastante escalofriante – Me dije. La consigna era darle un sentido diferente. La vida trae vida y debemos vivirla por ejemplo. Pero no podía hacer mucho de ello. Pronto la clase concluyó. Mei fue la primera en irse al recreo. Tenía un deseo de seguir sus pasos. Algunos abucheos de cierta compañera que siempre le causaba problemas no le producía nada a ella. -
¿Por qué se deja maltratar así de simple? – Me coloqué la mano sobre la barbilla sosteniéndola con el codo, sopesando en ello. Todos se fueron de inmediato, y el último en salir fui yo. Mi yo que estaba aguardando que la multitud de los veinte alumnos despejaran la clase. Aunque me percaté de algo interesante. Éramos bastantes. No importa.
Al salir de allí, me descubrió un conocido de la clase de al lado de 2°. Nos topamos por accidente pues iba al baño. Él estaba con un rostro pálido. No era el de siempre. No supe como saludarlo, y así que levanté mi mano en son de un saludo cordial. El aire estaba distinto al que solía destacarse, eso me abrumó un poco.
- ¡Hola! – Saludé
- Hola – Sin mirarme, cumplimentó. –
Entre los centímetros que nos separaban se gestó un extraño silencio. Un rayo de sol ingresaba por la ventana e iluminó su rostro. Tenía como marcas, que no se veían a simple vista en él, pero esas marcas, eran muy rigurosas. Recorrían como si fueran venas, por todo su cuello y terminaban en su frente. Lo foráneo fue que no se podían ver así de simple, sino que pude notarlo por aquella luz, al desaparecer ella, volvió a la realidad.
- ¿Estás bien?
- Sí, claro que lo estoy - Mantuvo el silencio sin confesar ninguna otra oración disponible y muy seriamente se fue de allí. A partir de ese instante, supe que muchos de los compañeros y compañeras se portaban de esa manera. Él, ese tipo de nombre, Armando, no era un sujeto que se declarase como un ser humano serio, sino más bien alegre.
Seguí mi camino y fui directamente por el corredor, en el cual había una biblioteca. La curiosidad me jugó una mala pasada y entre en ella.
Al pasar del otro lado de la puerta, había una dama de unos lentes refinados leyendo. Y para mi sorpresa, Mei, estaba allí, escogiendo un libro. Fui hacia ella, y me coloqué a su lado, pensando que libro tomar. La sección era una correspondiente a un autor de nombre Collsquin. Sus libros se destacan por un género surreal, y paranormal. Lo supe luego de que ella se fuera. Mei tomó el libro prestado, y se fue de allí, sin siquiera mirarme, aunque alguien en nuestro alrededor, nos observaba. Cuando recogí uno de esos libros, el polvoriento humo de los años parecía abrirse al mundo una vez más por siglos. Era como si aquel autor, ya muerto perteneciese a un pasado muy distante. Fui a una banca, y todavía tenía tiempo de sobra, aunque sea para ojearlo. Mei estaba allí, sentada. Eso me convulsionó un poco. Pues había la visto salir. Habrá vuelto supongo. Intenté un nuevo acercamiento, pero ella nuevamente se alejó. No le prestó atención a nada. Suspiré un poco por el hecho acontecido.
- ¿Te interesa a esa chica no?
- ¿Eh?...¡No!.. ¡Estemm...!!!
- Vamos. Mis ojos de muchos años ven mucho más de lo que parece. Aunque juegas muy mal, el tiempo siempre te va vencer. Pero noto que hay un interés en donde sea que vaya, o venga, sea o no sea.
- ¿No entiendo muy bien lo que me expresa?
- ¡Ah!.. ¿No sabes? Bueno nadie sabe, al respecto. Pero sé que te interesa. Eso me agrada que a pesar de todo, hay algo que no muere nunca. Ese libro que tienes en la mano fue como el favorito. Siempre de una manera faltaba.
- ¿Puedo preguntarle algo?
- ¡Claro!
- ¿Quién es Mei Inosanto?
- ¿Mei Inosanto?.....El interés te está consumiendo. ¡Je!.¡Je!..Soy Agustina. La bibliotecaria. He estado aquí por años, digamos muchos años.
Permanecimos un buen tiempo hablando, hasta que se estaba concluyendo el receso del recreo.
- No te preocupes por la hora de llegada. Los profesores no te dirán nada.
- Pero debería, regresar.
- Aguarda – Dijo. Y sonrió como danto a entender que no habría problemas. –
- ¿Seguro?
- No te preocupes. Debes tomar calma en todo lo que está a tu alrededor. Mei... es una chica muy particular.....hasta incluso allegada.
Fue así que me fue orientando en todo lo referente a ella.
- Solo te diré sobre lo que puedes saber.
- ¿Hay más información? – Pregunté. -
- Eso lo dejo a tu criterio.
Me había comentado Agustina, sobre algunas referencias de Mei, y un poco de su pasado. Eso quizás ayudaría a entender su manera de ser y actuar.
Mei es muy introvertida. Lo ha sido desde muy pequeña. A ella le gustan las excentricidades. Se pude denotar con solo ver su aspecto. Oscuro, su uniforme, su bolso, su rostro, a pesar de ello, una vez, mencionó algo muy particular sobre la soledad, y se conjuga con el verbo pertenecer, ella no pertenecía a ningún sitio, y sus diálogos, solo eran actividades como jugar con las muñecas a pesar de su edad adolecente. Son sus únicas amigas. Ella asiste a la lúgubre escuela de EEUU, una secundaria del Barrio de Versalles, frente a la plaza principal, con un jardín de árboles enorme. De la cual también participo como miembro de una elite de marginados. Ella, la principal. En ese malaventurado recinto, se han establecido pautas coactivas severas, y castigos insoportables, por la terrible manera en que los chicos deciden portarse, a niveles altos de violencia. Pero aun así, siguen las cosas como son. Los Profesores, alumnos, alumnas. Todos llevan un rencor en sus mentes. Incluso se ha manifestado en las noticias que no solo es aquí, sino que en todo el barrio se configura ello.
Mei, la chica extravagante, es tímida, e inocente. Por desgracia, siempre la molestan amedrentando su mente y corazón. Sus compañeros, y compañeras la toman como un ser extraño. Un juguete, en el cual descargar su ira. Ese rencor desgraciado. Le dejan cartas insultantes por debajo de su pupitre, y hasta llegan al extremo de gritarle con su deficiencia o discapacidad de la vista. No puede ver de uno de sus ojos, desde hace unos años. Así ello, siempre se mantiene calmada, a pesar de padecer aquel síndrome del bulling, no permite que su interior de mancille de temor, pero su pasado es un desquicio. Su deficiencia, es un vínculo; contrato con la muerte, podría decirse. Eso es muy extravagante. Agustina lo mencionó como con una leve risita. Esa mujer también tenía su lado desquiciado.
El problema con su hermana fue de la siguiente manera. Tiempo atrás, una imperfección psiquiátrica de la hermana, que no supo contenerse al probar con una soga con actividad muy especial para quienes sufren de esquizofrenia. Dicen que hay voces. Su hermana, mayor, se la había colocado en su fino cuello aquella cuerda, y Mei lo había visto, pero no podía participar. Ella, lo sabía muy bien. No te involucres, fue la consigna. Y él, no intervenir, o no poder, fue más fuerte. Cuando su hermana mayor, se colgó allí por horas. Se mantuvo colgada desde la viga al espacio de aire y el suelo. El suicidó delante de ella fue inminente. Ahorcándose. La pequeña entendía a que estaba apostando su hermana, y no quiso intervenir hasta que la lengua de ella, se salió de la boca, y el grito de Mei, fue lo última palabra sonora en ese entonces en todo el cuarto. La niña tuvo entonces un desmayo cayendo al suelo y golpeándose la cabeza y el ojo derecho con un marco de madera como si algo la empujase. La linfa coagulada, comenzó agolparse como un lago siniestro, en cuanto el chirrido de la soga tambaleaba como péndulo, con un cuerpo. Despertó en un hospital, mucho después.
Sus padres no pudieron contenerse de la situación trágica. Y la niña, veía como uno por uno se iban de éste mundo. Mei, era la chica singular. Perdió su ojo, y la oscuridad jamás pudo ser cubierta en su lado derecho. Dicen que aquella fue también obra de la maldición que padece la casa de los Inosanto. Los artistas. Ya esa historia se entrelaza con las leyendas urbanas del barrio.
Yo la conocí a ella, de forma extraña, por verla por primera vez en el hospicio, pues estoy seguro que era ella. Incluso me ha llegado a interesar, aunque muchos me han expresado que me alejara, pues, dicen algunas voces como toda historia, barrial, o escolar, que Mei Inosanto trae desgracias. Y alguien de la nada que desapareció dijo que ella, puede ver la muerte, o es la muerte. Y todo lo que está alrededor de ella, tiene un trágico final. Aunque no está comprobado, pues nunca sucedió, nada. Vive solo con su madre. Su padre también desapareció. Y ella llama padre también a su madre. No tiene otros parientes.
Al regresar al grado, pude verla allí sentada. Me disculpé por la tardanza. El interés, se desató en mí, y fue el gran detonante cuando la última clase del día terminó, y unos chicos la comenzaron a molestar como siempre, y me coloqué entre su indefensa figura y esos malhechores. Fue en uno de los pasillos, cerca de los casilleros de pertenencias de los alumnos. .
- ¡Déjenla en paz! –
- ¡¡Tú!!¡¡Que te metes, para defender a la inútil!! – Y un golpe en el rostro me valió un moretón, y una caída al suelo frívolo. –
- ¡Vámonos...!... Dejen a este tonto héroe...¡Ja!..¡Ja!..
- 'Ja!..¡Ja! – Seguían riéndose los otros. -
Entre las burlas en el pasillo de la escuela, las figuras siniestras de aquellos se alejaban, en cuanto mi sombra en el suelo se desdibujaba. Estaba allí, pasando mi antebrazo sobre mis labios. Parte de él sangraba. Mi camisa se había manchado con una tonalidad roja. Ella, firme frente a los casilleros en donde se guardan útiles, confrontaba el alrededor. Hasta producía miedo por ello, y se acercó. Fue la primera vez que nos vimos cara a cara. O por lo menos que ella supo de mi existencia. Se colocó de cuclillas a donde estaba, y pasó su dedo en mi labio.
- ¡Gracias! –
- ¡No te preocupes! No te volverán a molestar. ¡¡Son unos tontos!!
Ella no expresó nada. Siquiera, debía saber mi nombre, y tampoco tuve interés en decirlo. La situación ya era bastante calamitosa. -
- Ya es parte de mí – Expresó. –
- ¿Eh? – Hice un gesto frunciendo el ceño. Mei, se retiró con sus manos tomadas detrás de su espalda, como meditabunda. -
Ese día, llegué a tener cierto contacto con ella. Un acercamiento efímero, y locuaz, y fue cuando todos me veían como algo raro, al correr la voz de quien era el que la defendió.
- ¡Aléjate de ella! Es lo mejor. Esta maldita. –
- ¡No digas tonterías!
- ¡Como quieras! – Expresó un conocido del curso en el cual estaba. Como era de saber tampoco le hice un caso real, no tengo amigos, ni compañeros, ni nada, y en algún punto me identificaba con ella. Solo conocidos. Otros.
Me negaba a pensar que fuera tan desdichadas las personas al punto de tratar a una niña de esa manera. Yo no lo creí, hasta que un día la vi, a Mei, señalar con su dedo a una persona determinada. Un transeúnte cualquiera. Digamos que soy bastante racional al respecto, pero Mei es un conjuro diabólico. Sí, que lo és, pues ese efecto y causalidad, no era una visión del futuro, era peor. Un presente abominable.
Eso fue cuando, tuve un acercamiento real y evidente con Mei Inosanto.
- ¡¡Octavio!! – Grita uno de mis compañeros de la clase de al lado
- ¡Hola! – Saludé sin mucho asombro.
- Oye ¿Escuché que te golpearon? Señalé el chichón en mi mejilla.
- Lo siento. Estabas defendiendo a esa chica Mei, explicaron algunos alumnos que se encontraban por allí.
- Esos idiotas la estaban molestando.
- ¡¡Debes alejarte de ella!!
- ¿Alejarme? – Pregunté frunciendo el ceño
- ¡Esta maldita...!
- Deja las tonterías. ¿Tú también vas a creer eso?
- Siempre que ocurre un accidente mortal, ella está cerca. Y me refiero a muertes.
- Es tu imaginación, y ésta estúpida escuela que solo alimenta la basura del odio.
Al concluir la plática me fui caminando por los pasillos que delimitan a los casilleros. Se podía escuchar el silencio sino uno mismo se lo proponía. El solo hecho de poder hacerlo daba un aspecto fantasmagórico del ambiente. La escuela pública, siempre fue un sitió desgastado y vetusto, pero los corredores del pasillo en donde se ubican los casilleros, lo era más. Quise apurar mi marcha, ya que me estaba calando los huesos el miedo. Tenía receso de salida de hora por faltar uno de los profesores, y los compañeros y compañeras, estaban en el parque. El aire se tornó áspero, como si faltase en el ambiente. Era un oscuro sitio. Detrás de mí en mi oído, una leve respiración. Debe ser mi imaginación, supuse. La piel se comenzó a marcar.
Estaba temblando en éste lugar solitario. Una vocecita me susurró, detrás. Lo particular de la escuela, es que siempre había un hedor putrefacto, e incinerante.
-..¡Hol.....Holaa... Di la vuelta..
-...¡¡¡Ahhh!! - Grité del susto. Era Mei que estaba tras mío, pegada a mí. Su parque en el ojo derecho relucía con unos cabellos que caían cerca de sí. Su aspecto negro y lúgubre se mimetizaba en el lugar. Las gotas de transpiración caían de mi semblante pálido en su totalidad. El rostro de Mei, serio. Sin inmutarse. Sin gesticular nada. Siquiera un movimiento facial. -..Hoo..hol..Hola Mei – Expresé tartamudeando. – No te...ví..
- Perdona – Dijo secamente y continúo caminando derecho por el pasillo. La miré extrañado. Ella se fue mimetizando en su vestimenta oscura con el ambiente plutónico. Y desapareció ¿No sabía si retroceder o continuar? Mei era interesante; un misterio a resolver. Pero daba miedo. Realmente lo daba.
Eran tantas las palabras defenestrántes y el trato hacia una persona. No podía comprender, como muchas otras situaciones que se estaban desarrollando en la escuela, en mi casa, y en el barrio, y me sentía en el centro de todo aquel alboroto con Mei. Debía atar los cabos sueltos de los eventos desarrollados. En mi casa mis padres y mi hermano me trataban como un extraño; foráneo entre la sociedad, con el único que hablaba seguido era con Ricardo.
De ella, solo crucé unas escasas palabras de aquella defensa, pero estaba dispuesto confrontarla, y saber más. Tener más pláticas, más excusas para estar a su lado.