Arlan y Oriana llegaron a la corte real donde todos los ministros ya estaban reunidos, esperando al Rey. Oriana se sintió aliviada de haber llegado a tiempo. Era la primera vez que entraba en la corte real. Atravesó las majestuosas puertas y caminó por el pasillo, su mirada recorría los enigmáticos interiores.
La corte era un grandioso espectáculo de opulencia y autoridad, reflejando la riqueza del reino y el poder absoluto del monarca. La habitación era vasta, con un alto techo abovedado adornado con enormes candelabros hechos de cristales encantados que colgaban del techo. La luz del sol entraba a raudales por las ventanas, danzando sobre el pulido suelo de mármol. Las paredes de la sala estaban alineadas con imponentes columnas, bellamente talladas e incrustadas con oro y gemas.