Sosteniendo a Oriana con firmeza por la cintura, Arlan tiró y mordisqueó suavemente su labio. Al mismo tiempo, su dedo se deslizó dentro de ella, haciendo que ella se retorciera en su regazo mientras un gemido erótico escapaba de su garganta. Dejando sus labios, la observó atentamente mientras su dedo se movía hábilmente dentro de ella.
Sus ojos se encontraron con los de él, llenos de una mezcla de vergüenza y deseo. A pesar de la vulnerabilidad de ser observada, se aferró a él con fuerza, abriendo instintivamente sus piernas para concederle un mejor acceso.
—Parece que disfrutas esto —murmuró contra su boca jadeante—. ¿Qué tal algo más?
Su respuesta fue un jadeo más fuerte, uno que se pudo escuchar por encima del sonido de la carroza y los caballos en el exterior. Otro de sus dedos se deslizó dentro de ella, enloqueciéndola y haciéndola perder todo pensamiento racional.
—Arlan... —casi gritó mientras sentía sus dedos estirarla, complaciéndola de la manera correcta.