Las asistentes de Oriana la vistieron con un hermoso vestido de noche de seda, cuyo brillo luminoso se asemejaba al de las perlas que complementaban exquisitamente su esbelta figura. Las mangas largas envolvían sus delicados brazos, adornados con intrincados volantes en las muñecas, cubriendo con gracia sus pequeñas palmas. El escote redondo acentuaba su elegante cuello tipo cisne, revelando sus delicadas clavículas y emitiendo un encanto femenino que irradiaba de su ser entero, sin olvidar su rostro hermoso y hechizante.
Mientras se miraba en el espejo, Ana peinaba delicadamente el largo cabello de Oriana, quitando cualquier joyería intrincadamente tejida entre los mechones, dejando sus largas mechas de cabello graciosamente sueltas en la espalda. Se veía tan bella que incluso sus sirvientes no podían apartar sus ojos de ella, ya fuera vestida con el traje de novia o en este delicado vestido de noche.