La familia real había estado ocultando el hecho de que Oriana era Orian y esta pequeña estaba a punto de exponerlo todo. Aparte de la gente que trabajaba en el palacio de cardo, nadie recordaba exactamente a Orian y menos se atreverían a conectar a un humilde sirviente con su Princesa heredera.
—Rayjin —Alvera se arrodilló ante su hija, su tono era gentil pero firme—. No digas ninguna palabra. Primero escúchame, ¿de acuerdo?
Rayjin, sintiendo una sensación de injusticia, asintió, con la boca todavía cubierta. Ella recordaba claramente a ese Orian a quien había conocido una vez y hasta le había ofrecido su caramelo favorito a ese joven. Cuando dijo que era una hermosa mujer, su tío la había corregido diciendo que era un hombre y que su nombre era Orian. Entonces, ¿dónde estaba su error?
Alvera retiró su mano de la boca de Rayjin y habló en voz baja:
—Ella es una mujer. Antes, solo pretendía ser un hombre por una razón específica.
—¿Qué razón? —preguntó la niña inocentemente.