Noah y los Demonios observaban las batallas con la máxima atención. No dejaban escapar ni el más mínimo detalle, y se aseguraban de memorizar cada intercambio entre las potencias.
Los cuatro parecían capaces de mover las leyes sin pensar. Sus manos se movían, y el mundo actuaba de acuerdo con su voluntad.
Las llamas del Rey Elbas ardían con más intensidad después de cada ataque bloqueado sin esfuerzo. Cuanto más su figura ganaba importancia, más intensas se volvían sus llamas.
La Gran Anciana Diana era intocable. Danzaba en el cielo, lanzando precisos rayos cada vez que encontraba una apertura en su oponente. El propio espacio parecía doblarse cuando ella se movía, como intentando darle la oportunidad de atacar.
Ravaging Demon era la verdadera encarnación de la destrucción. Grandes pedazos del cielo se deshacían cada vez que sus llamas se expandían, e incluso el aire se quemaba debido a los efectos de su individualidad.