Me despierto rodeado de cuatro cuerpos desnudos. Hermosos. Sensuales incluso cuando duermen. Totalmente expuestas. Sus cuerpos se mueven suavemente con su respiración.
Elijo a Fen Huan. Duerme boca abajo. Abro sus piernas. Lubrico su culo. La penetro. Se despierta de golpe. Con la boca tapada por mi mano. Siendo penetrada analmente.
Tras un instante de confusión, se relaja. Se deja follar. Su lengua chupa mis dedos. Mi otra mano se ocupa de pellizcarla. De hacerla sufrir. Como le gusta a mi masoquista.
Cuando acabamos, Pen nos está mirando. Sentada. Su mano acariciando su clítoris. Claramente excitada. Se deja caer hacia atrás. Abre las piernas. Extiende los brazos. Invitándome. Obviamente, solo puedo aceptar la invitación.
Ayer fue un poco más caótico. Más salvaje. Con las cuatro jugando conmigo. Entre ellas. Ahora solo somos nosotros dos. Ignorando a las otras tres. Nuestros cuerpos entrelazados. Moviéndose despacio. Dulcemente. La saboreo poco a poco. Disfruto de su contacto. De su sonrisa. De su interior. De su exterior.
Nos quedamos abrazados y mirándonos cuando acabamos. Sonriéndonos. Hasta que unas voces nos interrumpen. Susurrando entre ellas. Pero sabiendo que las oímos.
–¿Nos toca ya? Ya deben de haber acabado.
–Yo también lo quiero así. Dulce y tierno.
–Yo preferiría más intenso.
––¡Ay!
Se quejan las dos cuando Pen les da una palmada en las nalgas. Se ríen las tres. Yo me acerco a Liu amenazante. Lo ha pedido intenso. Lo tendrá intenso.
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Por la tarde voy de nuevo a la tienda de la madre de Hai. Vendo la leche. Compro carne. Estoy comprando demasiada. Pero puedo almacenarla sin problemas. Además, las salamandras van creciendo y comiendo más.
Ya he conseguido que todas me acepten. Cuando las llamo, se acercan a mí. Les doy su comida preferida. Son sorprendentemente adorables. Aunque se pelean por la comida si llamo a varias. Al menos, puedo sacarlas y devolverlas sin problemas.
Podría vender leche de la etapa tres. Shun subió hace cinco días. Aún le cuesta creérselo. Sin embargo, tengo poca. Esperaré a la próxima semana.
Wei sigue creciendo. Sus meridianos se van medio abriendo medio creando. Se supone que se estabilizaran en unos años. Y se consolidarán cuando sea mayor de edad.
Ninguno sabemos en qué etapa estará. No tenemos experiencia. Tienen leche materna que va subiendo de nivel. Y un entorno con bastante qi.
Las gemelas han leído que algunas familias hacen algo parecido. Dándole leche de cada vez mayor nivel. Quizás diluyéndola al principio. Pero puede haber algunos inconvenientes si es incompatible. Al venir de diferentes madres. O si no está perfectamente diluida. Además de que puede resultar caro. Wei no tiene ese problema.
Guo Xua me mira de reojo varias veces. Se muerde el labio al menos un par. Parece impaciente.
Apenas tarda un instante en abrir la puerta lateral tras cerrar. Entro y la beso. Cierro la puerta con el pie. La empujo contra la pared mientras lo hago. Ella me recibe apasionada.
–Siento lo del otro día. Yo… Estaba muy alterada…– se disculpa cuando la suelto.
–¿Crees que una disculpa es suficiente?– la censuro.
–Yo…– me mira entre sorprendida y asustada.
–Vas a tener que pagar con tu cuerpo– exijo en tono amenazante.
Ella me mira primero sorprendida. Luego sonríe.
–Tonto… Me has asustado…
–¡Más te voy a asustar!– me río.
–¡Iiih!– emite un gritito cuando la cojo en brazos.
La llevo hasta el mostrador. La empujo suavemente contra él. Dándome la espalda. Sus pies en el suelo. Sus pechos contra la madera.
–¿Qué pensabas antes cuando me mirabas a escondidas? Querías esto, ¿verdad? Que te follara aquí mismo– la expongo.
–¡Aaaah! ¡Sí! ¡Aquí! ¡Hazme tuya otra vez! ¡¡Aaaaaahhh!!
La follo semidesnuda contra el mostrador. Sus pechos apretados contra él. Empujo una y otra vez desde atrás. Mis manos se recrean en su trasero. A veces buscan sus pechos apretados contra la madera. Resulta estimulante.
Ella grita con desesperación y lujuria. Su vagina gotea excitada. Sometida a mis caprichos. A mi qi.
–Quizás debería hacerlo cuando haya clientes– sugiero.
–¡¡Aaaaaahhhh!! Si me vieran… Puedo imaginarlo… ¡¡Aaaaaaahhhh!!
Parece que es también un poco exhibicionista. Como su hija. Quizás algún día pueda follarlas juntas. Por ahora, la llevo al orgasmo. Dominándola. Saciando su lujuria. Su soledad.
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Se abraza a mí débilmente cuando la cojo en brazos. Cuando la llevo hasta la cama. Aunque apenas inapreciable, el veneno en sus meridianos ha aumentado desde la última vez. Es decir, siguen dándoselo. Por supuesto, después de extenuarla con orgasmos, me he ocupado de eliminar el nuevo y parte del viejo. Poco a poco, podré desobstruirlos.
Me quedo con ella hasta que se duerme. Luego bajo. Allí están algunas de las chicas, incluida Hai y Wan. Hai porque conoce el lugar. Wan porque puede identificar las sustancias.
Están mirando alrededor, pero no parecen buscar nada en particular.
–¿Habéis encontrado alguna pista?– les pregunto.
–No había nada en los restos de comida, pero si en el té. No sé exactamente qué es, pero seguro que no es normal en un té– determina Wan.
–¿Puedes identificarlo?– le pregunto.
Ella es la única de nosotros que puede hacerlo. O tener alguna pista de cómo.
–Lo intentaré. ¿Puedo llevarme lo que queda?
–Hazlo. Me ha ofrecido otras veces. Pensará que me lo he tomado. O que se había acabado. Hai, ¿quién trae el té?
–Mamá no lo hace, eso seguro. Quizás lo pide a algún restaurante, o a su asistenta– sugiere ella.
–Kong, el próximo día compra de esto. Puede que los necesitemos– pide Shi.
Son identificadores con un collar. Se ponen a las mascotas para que se sepa que no son salvajes. Aunque no garantiza que alguien decida atacarlas igualmente.
Mientras ellas siguen echando un ojo, vuelvo a subir. Acaricio suavemente a Xua. Para despertarla.
–Kong…– me mira adormilada.
–Lo siento, no quería despertarte– le miento.
–Está bien. Quédate solo un momento más– me pide melindrosa.
–Por cierto, me he acabado el té. Lo siento– me disculpo.
–No pasa nada. Mañana le diré a Tao'er que haga más– dice en un susurro.
–¿Tao'er?
–Mi asistenta. La que te compra la leche. No intentes nada con ella… Eres mío…– responde ya medio dormida.
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–Mamá es demasiado confiada– se queja Hao.
Ha visto que puedo salir de la tienda. Que tengo completo acceso a ella. Podría robar o dejar entrar a quien quisiera. Bueno, hasta que salgo. Desde fuera, ya no puedo volver a entrar.
Caminamos con nuestros rostros ocultos. Por si acaso. Aunque de momento nadie nos ha visto. Me lleva por una entrada secreta. A las viviendas de la familia Guo.
La vigilancia es más estricta en las residencias principales. Las de los sirvientes bastante más laxa. Sobre todo, si conoces una entrada oculta.
Con la guía de Hao, llegamos a la habitación de Lin Tao. La comparte con otra sirvienta. Pongo mi mano en el cuello de su compañera. Circulo el qi y me aseguro de que no despierte hasta al menos dentro de unas horas. Luego creo una capa de qi para no dejar pasar el sonido.
Inmovilizo entonces a Lin Tao. Song, a la que acabo de llamar, le pone una venda. Luego le ata pies y manos. Ella se despierta de golpe mientras la están atando. Intenta resistirse. Revolverse. Patear. Pero no la dejo moverse. Es una mortal. No puede oponerse. Le tapo la boca. Pronto está del todo inmovilizada.
Su pijama entreabierto muestra su piel. Deja entrever sus formas. Es sexy. Podría aprovechar la situación. No estamos aquí para eso.
–Te vamos a hacer preguntas y tú las vas a responder. ¿Entendido?– le exige Song mientras la coge del pelo.
Es mejor que ella haga las preguntas. Podría reconocer la voz de Hao o la mía. Es más fácil que pregunte Song a que intentemos disimular la voz. Además, tiene práctica.
La sirvienta asiente. Le saca el trozo de ropa que le había puesto en la boca.
–¡Socorro! ¡Ayuda!
–¡Plaf! ¡Plaf! ¡Plaf!
Song la golpea varias veces. Aunque con cuidado de no hacerlo en la cara. Es mejor que no se vean los golpes.
–Parece que no lo has entendido. No te van a oír. Si no colaboras, será peor. Incluso dejaré a mi amigo que te viole. ¿Te queda claro ahora?– amenaza.
Yo muevo una mano a sus nalgas. Acariciándola obscenamente. Ella se pone rígida. Claramente asustada
–¿¡Quiénes sois!? ¿¡Qué queréis!?– pregunta asustada
–¡Plaf!
–Habla solo cuando te pregunte. ¿Entendido?– insiste Song.
Por un instante se queda callada. Song la vuelve a golpear.
–¡Plaf!
–¿Entendido?
–S… Sí
–Quiero que me expliques que has hecho hoy. Empieza– le ordena Song.
Ella explica su día. A veces tartamudeando. De vez en cuando Song hace preguntas. Hai mira con atención. Se la ve resentida con la sirvienta. Y un poco asustada de Song.
–Ese té, ¿cómo lo has hecho?– pide más explicaciones Song.
–He hervido agua. He añadido las hojas y he esperado.
–¡Plaf!
–Segunda oportunidad. ¿Qué más has añadido?– insiste Song.
–¡Na… Nada!– asegura, aunque ha vacilado.
–Mientes. Es tuya. Haz lo que quieras con ella
Me acerco. Meto mi mano entre sus ropas. Sobre su ropa interior agarro su pecho. No es muy grande. Le levanto la falda. Recorro sus muslos. Me acerco a su entrepierna.
–¡No! ¡Espera! ¿¡Qué vas a hacer!?– pregunta asustada
–¿Acaso no está claro? No te preocupes, igual te gusta– responde Song con tono burlón.
Le aprieto el pecho. No añado qi. Que apriete sus muslos no impide a mi otra mano acercarse.
–¡No! ¡Para! ¡Lo diré todo! ¡Puse algo más!– confiesa.
Me detengo. En parte es una pena. Aunque prefiero invertir el tiempo con las chicas después.
–Mi paciencia tiene un límite. No habrá una próxima vez. Si vuelves a ocultar algo, serás azotada, y follada por todos los agujeros. ¿Ha quedado claro?– vuelve Song a amenazarla.
–S…Sí– asiente con la boca y la cabeza.
La dejo ir. No sin antes pellizcarle el pezón.
–¿Qué más le pusiste al té?
–Unos polvos. Solo un pellizco.
–¿Qué son esos polvos?
–No lo sé. ¡De verdad! ¡No sé que son!– asegura asustada.
–¿De dónde los sacaste?
–Me los dio… la madam.
–¿Qué madam?
–Madam… Guo Li… Lihua– responde vacilante.
Hai aprieta los puños y los dientes. Es la confirmación que ya esperaba.
–¿Cuándo te los dio?
–A principios de cada mes.
–¿Dónde los guardas?
–En el segundo cajón. Bajo la ropa interior.
–¿Qué más me has ocultado antes?– insiste Song.
–Yo…
Duda. Pero Song no le da opción. Guarda silencio. Esperando la respuesta.
–Me encontré con Guo Junjie– añade vacilante.
–¿Qué más?– insiste Song.
–Tuvimos sexo…– confiesa en apenas un susurro.
–¿Cuán a menudo pasa? ¿Qué es él para ti?– sigue preguntando Song.
Está tan sorprendida como el resto. Aunque no lo demuestra en su voz. Que tenga de amante al hijo de Guo Lihua explica algunas cosas.
–Cada… vez que podemos. Él… me hará su concubina…– confiesa con timidez.
–Ja, ja, ja. ¡Qué ingenua!– ríe Song –. Bien, ¿qué más?
Acaba confesando todo. Aunque nada más tiene importancia. Nos da igual que haya cogido una pieza de pan de más. O que haya dado mal el cambio y se haya quedado con el resto. Aunque Hai frunce el ceño.
Mientras, Wan y yo hemos encontrado el polvo. Se ha puesto un poco en la lengua. Lo ha olido. Creo que ha usado qi también. Asiente con la cabeza. Parece que sabe qué es. La devuelvo. Ya lo discutiremos luego. Supongo que el té ya no hace falta
–Ahora nos iremos. No te muevas ni te quites la venda hasta que salga el sol. Y más te vale no decir nada de lo que ha pasado. Si no, te haremos otra visita, y no será tan agradable. Bueno, para él quizás sí– la amenaza.
Yo le acaricio suavemente las nalgas. Se vuelve a tensar. Luego nos esperamos un poco para asegurarnos de que no se mueva.
La dejamos llorando. Sigo a Hai. Todavía tenemos trabajo que hacer. También ella tenía esa sustancia en los meridianos. Y no podía ser Lin Tao.
Acabamos repitiendo el procedimiento con su antigua sirvienta. Curiosamente, también era amante de Guo Junjie. También le había prometido ser su concubina. Aunque parece que la ha abandonado. Suponemos que no la necesita después de que Gu Hai desapareciera.
Había echado unos polvos a bebidas de Guo Hai. Esta está furiosa. Se siente traicionada. Pero no le hacemos nada a su antigua sirvienta. Intentamos pasar desapercibidos. De momento.
Cuando volvemos, me ocupo de calmar a Hai. La penetro hasta dejarla exhausta.
Song me exige luego un premio por su trabajo. Es solo una excusa. Sabe que soy incapaz de negarle nada. Se acaba durmiendo acurrucada en mi pecho. Con su pelo naranja enredado entre mis dedos.