Noto algo extraño. Como si el mundo se moviera. Como si alguien me llamara. Pero no quiero verlo. Prefiero ignorarlo. Sin embargo, no puedo. No se detiene
–¡¡…n…on…ong…Kong…!! ¡¡Kong!!
Abro los ojos. Me encuentro con los de Shu. Ai está riendo al otro lado.
–¿Qué pasa?– respondo adormilado.
–¡Kong! ¡Es hora de levantarse!– exclama Shu, aún zarandeándome.
Oh, claro. Vuelvo a ser un esclavo. Llevaba tiempo sin necesitar madrugar. Ya me había acostumbrado.
–¿Cuánto falta?– pregunto.
–Tienes unos minutos aún. Estabas tan dormido…– responde Ai, riendo.
–¿Unos minutos?
Shu me está mirando de cerca. Al alcance de mis brazos. Por sorpresa, la atraigo hacia mí. La beso. Tarda un segundo en reaccionar. En mover también su lengua. No se queja porque le manosee el culo.
–Gracias por despertarme. Me había acostumbrado mal. Tanto tiempo solo…
–¿Solo?– pregunta Ai.
Me acerco como para explicarle. Cae en mi trampa. En mis labios. Aprovecho para llenar mis manos de sus lujuriosos pechos.
–Es tarde. Os lo cuento en otro momento.
Las dos me miran. Aún extasiadas por el beso que no esperaban. Pero pronto reaccionan. Se tiran sobre mí.
–Nos dejas a medias con todo. Más te vale compensarnos– se quejan.
Se ríen. Me rindo. Finalmente me dejan levantar. No tenemos tanto tiempo. Puedo ver que no ha desaparecido la tristeza de sus rostros. Pero al menos pueden sonreír. Seguir adelante. ¿Qué remedio les queda? Un esclavo no se puede permitir llorar más de una noche. Aunque pese el corazón, hay que seguir adelante. Me hacen sentir culpable otra vez.
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No tengo trabajo de copistería. Supongo que hasta que confirmen que he sobrevivido. Así que haré trabajos de desahucio. Ayer me apunté. Básicamente, vaciar las estancias de los estudiantes desaparecidos. Es un trabajo que durará varios días. Aunque no sé si me apuntaré más veces. Ya veremos. Por ahora, tengo un interés especial.
Es un trabajo relativamente tranquilo, aunque pesado. Hay de mejores. Así que no habrá mucho voluntarios. Seguramente ninguno. Por eso, no tengo ningún problema en conseguir que me lo asignen.
Somos cinco. Y hay varias decenas de desaparecidos. Podemos ir eligiendo. Espero que no me quiten ninguna de las que quiero. La primera que escojo es la de Wan. Es la más importante. El problema es que aún estaba durmiendo. Desnuda sobre su cama. Que no está precisamente impoluta.
He mandado a las gemelas, que han tenido que llamar a la puerta varias veces. Le ha costado despertarse. Luego ha parecido entrar en pánico. Ha sido gracioso. Supongo que estaba cansada después de la sesión intensiva de ayer. No sé cuándo acabó. Por suerte, cuando llego a su antigua cabaña, ya está preparada. La invoco cuando entro.
–¡De verdad es mi habitación! ¡Aquí están mis herramientas! ¡Y mi ropa! ¡Estas son mis notas!– exclama Wan, correteando por todos lados.
Supongo que pensaba que lo había perdido todo. Cuando le dije que intentaría recuperar lo que pudiera, se animó. Ahora está entusiasmada.
–¡Gracias Kong!– me abraza de repente.
Aprovecho para devolverle el abrazo. Pero sin ir más allá. Aunque no puedo dejar de pensar en ella masturbándose. Mejor me olvido. Si no, no podré controlar mi erección.
Tal y como me ha abrazado, se aparta. De golpe. Avergonzada al darse cuenta.
–Lo… Lo siento… Tener que abrazar a alguien tan fea y gorda…–se disculpa.
Ya veo. Sigue tan acomplejada como las gemelas habían dicho. Quizás sea fea para otros. No para mí. Así que, para su sorpresa, la abrazo con fuerza. Atrayéndola a mí. Acariciándole el pelo. Es algo más baja que yo. Su cabeza llega a mi hombro. Me contengo para no ir más allá. Ahora no es lo que necesita.
–A mi no me pareces fea. No me molesta abrazarte. Todo lo contrario– le aseguro.
Solo he hecho un poco de fuerza para atraerla. Pero no para mantenerla abrazada. Puede soltarse si quiere. Pero no lo hace inmediatamente. Mira hacia abajo. Pero puedo ver que está completamente roja. También noto sus enormes pechos apretándose a mí. Y su barriga. Es tentador bajar un poco más, hasta su culo. Estrujarlo. Mejor no pienso en ello.
–Vale…– dice tímidamente.
Se aparta despacio. Sin mirarme. Sin decir una palabra, sigue recogiendo. Sus orejas están rojas.
Las gemelas también están aquí. Ayudándome a recoger los muebles. Y limpiar. Los ponemos en un anillo de carga. Me lo han dado para recoger la habitación y llevar todo al almacén. Como a todos los esclavos que estamos "desahuciando". Aunque ahora ellas no están trabajando. Están cuchicheando y riendo.
Se van hacia su prima. No sé de qué hablan. Pero ella parece querer huir de ellas. Seguro que la están molestando. Como sea. Debo seguir recogiendo. Por suerte, aunque ahora estén jugando, me han ayudado bastante. Nos sobra algo de tiempo. Así que pueden seguir jugando un rato más.
Al cabo de un rato, salgo de la cabaña. Las he mandado de vuelta. Pero parece que siguen acosando a Wan. Y Liang se ha unido. Ellas sabrán.
Nos hemos quedado unas cuantas cosas, que he enviado a la habitación de Wan. No es un problema. Nadie puede saber qué había. Y los esclavos somos registrados cuando acabamos. Es cierto que podríamos esconder algo por el camino. Pero tampoco sabríamos qué hacer con lo que fuera. A no ser que tengas un Almacén y una Residencia con gente dentro.
Es cierto que también se podría robar por orden de otros. Pero eso es algo que nos preguntan rutinariamente cada mes. De si alguien ha interferido en nuestro trabajo de alguna forma. Y no podemos mentir. Y, lo más importante, tampoco les importa demasiado lo relacionado con un estudiante de bajo nivel. Hacen lo justo para que haya algo de orden.
Llego al almacén para ir dejando los diferente muebles y objetos en su sitio. No se guarda un inventario. No se considera necesario. Al fin y al cabo, para la secta apenas tiene valor. Un cuaderno con una habilidad básica vale mucho más que todo lo que hay aquí.
Llego a la sección de alquimia. Los objetos más valiosos no se guardan aquí. Pero los de día a día, sí. O los que se dan a aprendices. Los más básicos. Invoco a Wan.
–¿Esto es…? ¡Sí! ¡Es el almacén de alquimia!– exclama entusiasmada.
Le había dicho que intentaría traerla. Estaba algo nerviosa, esperando.
–Coge lo que necesites.
–¿De verdad?
–Claro.
Esta sala es un pequeño tesoro para ella. Hasta llegar al reino del alma, no les dejan tener ciertas cosas. Y practicar. A menos, claro, que tengan algún privilegio especial. Como ser familia del algún maestre. O de alguien con influencia.
Escoge cuatro calderos para hacer píldoras. No sé si tienen diferencias. Quizás es para tener recambios. También algunos frascos, herramientas y varias cosas que no tengo ni idea qué son. Como unas piedras.
–¿Es…Es demasiado?– duda.
–Nada es demasiado para mi preciosa alquimista ¿Ya está todo?– la halago un poco.
Necesita confianza. Al menos, que sepa que yo no la desprecio. Vuelve a enrojecer. Asiente con timidez. La devuelvo con todo lo que ha cogido. Muevo un poco algunos objetos para que no se note que falta en ciertas zonas. Para que no llame demasiado la atención. Y salgo del almacén.
Elijo otra cabaña y voy hacia allí. Por ahora, nadie ha escogido las que yo quería. Hay bastantes. Y he cogido la más cercana, la primera que podrían quitarme.
Por el camino, me cuesta evitar reírme. Wan está realmente entusiasmada con sus nuevos juguetes. Pronto empieza a machacar algunas plantas. Sabe que puede probar como quiera. Que son suyas. Aunque podría venderlas en el futuro, es más importante que ella practique. Tener una alquimista. O eso hemos decidido. Y, si no, al menos la hace feliz. Su sonrisa es reconfortante.
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Entro en la cabaña y miro alrededor. Luego invoco a Rong. Me mira asustada. Desnuda. Igual piensa que la voy a follar otra vez como ayer. Fue un poco salvaje. Noto en nuestro enlace que me tiene un poco más de miedo. Supongo que está bien.
–¿Reconoces el sitio? Si quieres recuperar algo, ahora es el momento. Lo guardaré. Si te portas bien, te lo devolveré en el futuro. No habrá más oportunidades, así que date prisa. Luego ayuda a recoger y limpiar.
Me mira sorprendida. Supongo que no lo esperaba. No le había dicho nada. Pero no tarda en recoger algunos vestidos. Un amuleto que no parece tener nada de especial. Debe ser importante para ella. Algunos enseres personales, como un peine. O algunas píldoras.
–Toma. Quizás te sirvan– me las ofrece.
Esto tampoco lo esperaba yo. No sé en qué está pensando. Quizás que me las quedaría de todas formas. O intenta pedir perdón por intentar escapar. O espera que no vuelva a hacer algo como lo de esta noche. Probablemente, no me sirvan de mucho. Son para entrenar qi. Para abrir meridianos. Y a nosotros no nos hace falta. Las guardo igualmente.
Ning trabaja bastante animada. "Ayer fue increíble," me ha dicho antes. Parece que se lo pasó bien siendo violada. Incluso diría que ha mejorado un poco su devoción por mí. Supongo que podría incluir una sesión como recompensa de vez en cuando. Ya lo pensaré. Por ahora, me la follo. Dejo que Rong acabe de limpiar. Pero sin dejar de vigilarla.
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Cuando vuelvo al almacén, parece un poco vacío.
–No hay nadie aún. Has sido rápido– me asegura el encargado, un sirviente.
Perfecto, es lo que esperaba. Todos han acabado una y están en la segunda. Aun así, me aseguro con Detectar qi. Solo entonces "suelto" a las chicas. Van vestidas como esclavas. Por si acaso. Recorremos las salas, recogiendo algunas herramientas. Siempre asegurándonos de que no se note demasiado. No hay un inventario, pero muchos cambios repentinos podrían hacer sospechar.
Algunos platos, cubiertos, sábanas, telas, ropas. Incluso algún mueble. Hay zonas en los que están apilados sin más. No se nota si hay alguno menos. Parecen bastante animadas por "ir de compras". Lástima que tengamos que darnos prisa. Pronto irán llegando.
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La siguiente es la cabaña de Bronceada. Me mira con hostilidad y miedo cuando la traigo. Con sorpresa cuando reconoce el lugar y le digo que puede coger lo que quiera. También en nuestro enlace se ha incrementado el miedo. Pero ahora hay algo más. Algo confuso. Como sea.
En Rui, en cambio, no ha cambiado nada. La he traído para ver como reaccionaba. Y para que ayude a recoger y limpiar.
–¿Qué tal ayer? ¿Dolió?– le pregunto. Quiero saber como reacciona.
–¡Amo estuvo increíble! ¿Lo… Lo repetirá?– pregunta esperanzada.
Bueno, ya sabía que había creado un monstruo. No me sorprende demasiado.
–Si te portas bien, me lo pensaré– le respondo.
La verdad es que fue excitante. Pero perdí el control. Quizás podría hacerlo para practicar. Suena un poco a excusa. Ya veremos. A ella le brillan los ojos. Quizás lo imagino. Me la follo. Hay que adelantar "trabajo". Contra la antigua cama de Bronceada.
Bronceada ha recogido también algunos objetos. Creo que quiere conservar una figura de madera. Pero no se atreve a pedirlo. Lo guardo todo en el Almacén. Ahora saben que lo tengo yo. Quizás algún día se lo devuelve. Quizás como premio. Ya veremos.
De nuevo, vuelvo al almacén. Hay más gente. No puedo llamar a nadie. Así que dejo las cosas y voy a por la siguiente. Son las menos importante en la lista. Pero, ya que tengo que ir, pues aprovechamos.
Con las chicas, inspeccionamos la cabaña de Bai Xuan. Nada especialmente interesante. A Shi le ha gustado un vestido azul celeste. Le queda bien. Está preciosa.
Me follo a Song. De pie. Contra la pared. Y a Liang, que se burlaba. De la misma forma. Como "castigo". Antes me he follado a Ma Lang en su propia habitación, en su propia cama. Después de recoger lo que quería. Y también a Shi. Quería molestarla, y ha acabado siendo atrapada. Aunque no sé si es lo que planeaba. Quedan las gemelas.
–No es justo, yo también quiero– se queja Yi –¿Yu? ¿Pasa algo?
No hay tiempo para más. Tenemos que irnos enseguida. Pero todos nos giramos hacia Yu. Su rostro está ligeramente rojo. No es de vergüenza. Aprieta los dientes. Estaba leyendo algunas cartas. Tiene una de ellas en la mano.
–Os lo explico dentro– dice, intentando no mostrar sus sentimientos. Parece bastante enfadada.
Las devuelvo. Llaman a Wan. Había estado intentando hacer algo en el caldero. Creo que no le ha salido muy bien. Diría que usa las piedras como fuego. Por un par de veces, he visto humo y una sustancia negruzca. Y ha tirado el resultado.
Ya había dicho que tienen que probar muchas veces para practicar. Por eso no les dejan hacerlo hasta cierto nivel. Muchos no llegarán. O elegirán otra rama. No vale la pena malgastar recursos con ellos. Pero es imposible creer que ella vaya a dejar la alquimia.
Las veo discutir. Todas parecen indignadas. Pero en especial las gemelas y Wan.
Cuando las vuelvo a llamar, me los explican. Era una carta del padre de Bai Xuan. Había recomendado deshacerse de las gemelas y Bai Wan. Así podría enviarle más recursos a su hija. Supongo que no le sentará muy bien que haya muerto.
Me parece un tanto estúpido que hubiera conservado la carta. Yi ha sugerido que quizás Bai Xuan quisiera usarla contra su padre en el futuro. ¿De verdad? Por si acaso, la guardamos. Quizás nosotros podamos usarla.
Estamos en la de Jia Xu. No puedo follarme a las gemelas aquí. Tampoco encontramos nada relevante. Quizás hay algo de ropa que pudiera valerme, pero mejor no cogerla. A las gemelas podría disgustarles. Solo estar aquí parece irritarlas. Pero querían estar.
La siguiente es de una estudiante aleatoria. Ya no hay más que queramos inspeccionar. Así que he escogido una cualquiera. Puede que incluso sea de una de las que matamos. No es que importe. Nos quedamos lo que nos interesa. Siempre y cuando no se pueda notarse demasiado. Tampoco pueden saber qué hay. O qué se había llevado con ella a la expedición. Y me follo a las gemelas. Sobre una mesa a Yi, mirándome. Apoyada contra la pared a Yu. De espaldas a mí.