El hambre finalmente me había dominado de nuevo. Me dirigí directamente al restaurante más cercano para una comida rápida para satisfacer mis antojos.
Empujando la puerta de cristal abierta, me dirigí directamente al mostrador y me puse en la ya larga fila de clientes que ordenaban. Después de todo, era la hora del almuerzo.
Cruzé mis brazos debajo de mis pechos, tratando de protegerme de la helada corriente de aire acondicionado.
—Debería haber traído mi chaqueta conmigo —murmuré entre dientes mientras temblaba de frío.
Mi estómago rugió, distrayéndome momentáneamente de la fría temperatura.
¡No podía soportar más el hambre! ¡Estaba tan hambrienta!
El bebé en mi vientre pateó. Enseguida supe que también tenía hambre.