Al escuchar la voz de Cai Jingyi y el tono urgente en el que habló, Kang Lan finalmente volvió en sí.
Miró a Bai Zemin y preguntó un poco preocupada:
—¿Estás bien? ¿Tienes alguna lesión especialmente grave que quieras que te trate...?
Kang Lan simplemente no sabía cómo reaccionar. Para ella, Bai Zemin era una existencia suprema e invencible. En el pasado, sin importar qué tipo de enemigo fuera o cuán fuerte fuera, siempre salía victorioso con una fuerza abrumadora. Sin embargo, al verlo con tales heridas, se dio cuenta de que él, como ella, era un ser humano.
Este pensamiento hizo que Kang Lan también se diera cuenta de que, como humano, Bai Zemin debía sentir un gran peso sobre sus hombros. Con las vidas de casi dos mil personas pesando sobre su espalda, así como la constante preocupación por la comida y la seguridad, definitivamente podría hacer que colapse algún día si no era ayudado.