Sunny estaba listo para la batalla.
Ahora… él ya no era Sunny.
Era una serpiente poderosa, revestida con una armadura de escamas de ónix, con colmillos tan afilados como diamantes y suficiente furia para incinerar el mundo.
Pero eso no era suficiente.
Tras su rugido iracundo, el Caparazón que se ocultaba bajo sus escamas se transformó en el Manto adamantino. Una temible armadura de obsidiana envolvía su cuerpo flexible, ligera como una pluma y elaborada tan intrincadamente que no restringía su movimiento de ninguna manera.
El agua explotó en el aire cuando se zambulló en las profundidades... las profundidades que le pertenecían solo a él.
—¡Vieja serpiente! —el grito escapó de su monstruosa mandíbula, convirtiéndose en un rugido sin sentido.
...Lo que había hecho era simple, pero también indescriptiblemente difícil.