—Sí, sí. Estoy muy feliz de estar de vuelta en este lugar de mierda —no hacía falta ser un genio para identificar que estaba hablando con tono sarcástico.
—Tsk, maldita puerta, espero que algún día te caiga una bomba nuclear en la cara, cabrón —ella gruñó por unos segundos y luego habló sin voltearse—. Te toca a ti, Víctor. Debes reportarte frente a la puerta, o ese pedazo de mierda no te dejará entrar.
En lugar de responder a Natashia, él hizo algo más:
—Jajaja~ —se rió un poco—. No era su risa habitual, era una risa amable y divertida, como si estuviera mirando algo gracioso.
—...? —Natashia miró a Víctor con una expresión confusa, su rostro se puso un poco rojo cuando recordó lo que había pasado, ¡pero no era una adolescente que se avergonzara de ello!
—¿Qué?
—No es nada —Víctor dejó de reír, y con la misma sonrisa amable en su rostro, continuó—. Solo me di cuenta de que mi otra suegra también tenía un lado lindo.