Mientras los hombres armados irrumpían en la iglesia, el pánico se apoderó del sacerdote. Su cabeza giró, su visión se nubló y al momento siguiente, colapsó en el suelo, inconsciente.
La sangre de Elsa se heló al ver la expresión amenazadora de su hermano. Estaba aterrada de que Jasper matara a Samuel. Ella acababa de intercambiar votos matrimoniales y temía convertirse en viuda antes de siquiera compartir un beso con su novio.
—No, Jasper, por favor no dispares —suplicó Elsa, avanzando y protegiendo a Samuel con su pequeña figura.
—Apártate —gritó Jasper, su voz fuerte resonando contra las altas paredes de la iglesia.
A pesar de su miedo, Elsa se mantuvo firme. Se negaba a permitir que su hermano lastimara a su esposo. —Ya estoy casada con él —reveló, intentando calmar la situación—. Por favor, cálmate.
—¿Casada? —Jasper frunció el ceño incrédulo.
—Podemos hablar después. Deja que bese a mi novia primero —afirmó Samuel, atrayendo a Elsa hacia él y besándola apasionadamente.