"Abigail llegó a la heladería donde Elsa la había invitado. Al empujar la puerta, fue inmediatamente golpeada por la vibrante atmósfera. La campana sobre la entrada tintineaba alegremente, el dulce aroma de los gofres recién hechos y las bolas de helado de colores flotando en el aire.
Su mirada fue atraída por una figura vibrante que le hacía señas frenéticamente. Era Elsa, que sonreía de oreja a oreja. Devolviendo el saludo con una cálida sonrisa, Abigail se dirigió a la mesa de Elsa. En el momento en que alcanzó a su amiga, Elsa saltó a sus pies y la envolvió en un apretado y emocionado abrazo.
—¡Dios mío! Estoy tan feliz de verte —exclamó Elsa.
—Yo también estoy feliz —murmuró Abigail—. Devolvió el abrazo, sintiendo una sensación de comodidad y familiaridad la envolvía. Elsa estaba claramente emocionada de verla, y el calor de su abrazo era contagioso.