"La noche se había vuelto más profunda, y la quietud de la casa se había asentado alrededor de Abigail como un sudario. Estaba sentada en la sala de estar, tenuemente iluminada, la única luz provenía de una lámpara solitaria proyectando un cálido resplandor ámbar por toda la habitación.
Abigail había estado esperando ansiosamente el regreso de Cristóbal, su preocupación grabada en su rostro. Marcaba repetidamente su número, su corazón se hundía con cada llamada sin respuesta. Su ausencia había echado una sombra de inquietud sobre ella, y su inquietud crecía con cada minuto que pasaba.