Gloria llegó al ático al anochecer. También estaba preocupada por su hijo, pero vino a apoyar a Abigail.
—Mamá... —Abigail la abrazó y lloró.
Gloria deseaba poder decir algo para consolar a Abigail, pero ante tanta incertidumbre, su propio miedo la dejó sin palabras. Acarició suavemente el cabello de Abigail, un intento débil de brindar algún tipo de consuelo. Con el corazón apesadumbrado, tomó el control remoto y apagó la televisión, esperando proteger a Abigail de los implacables recordatorios del accidente.
—Abigail, querida, trata de calmarte —susurró Gloria, su voz teñida de ternura—. Desmoronarte así no ayudará a Cristóbal. Necesitamos mantenernos fuertes y tener fe en que las autoridades lo encontrarán.
—Tengo miedo —Abigail dijo, su voz temblaba—. ¿Estará bien? —Levantó la mirada hacia Gloria con ojos llenos de lágrimas, en busca de ese elusivo consuelo en medio de la incertidumbre.