El suave resplandor de luz creó un ambiente cálido e acogedor. Estaban uno al lado del otro, sus ojos fijos en una conversación silenciosa. Sus manos se unieron, los dedos entrelazados en un delicado abrazo. El tiempo parecía disminuir mientras se acercaban, los labios rozándose en un beso tierno y persistente. El mundo exterior se desvaneció, solo quedaron los dos, absortos en una conexión íntima.
Él deslizó sus dedos por la larga zona donde se conectan las partes interiores de sus muslos, hasta llegar a las rodillas. Luego, separó sus piernas un poco mientras sus manos comenzaban a deslizarse hacia arriba entre ellas, los dedos extendidos.
Sus piernas se separaron más y luego él levantó sus rodillas y las abrió, dejándola completamente expuesta para él.