Viviana avanzó hacia la habitación de Britney con pasos calculados, su mente llena de confianza.
Viviana llamó a la puerta, pero Britney no respondió. Llamó de nuevo, esta vez más fuerte.
—Britney, soy yo, Viviana —dijo.
Hubo una larga pausa, luego Britney abrió la puerta. Llevaba una bata de baño y su cabello estaba desaliñado. Estaba consumida por su furia, su mirada atravesaba a Viviana con una intensidad que podría encender un fuego.
—¿Qué quieres? —preguntó.
—Te he traído comida —dijo Viviana, asintiendo hacia el plato en sus manos—. Pensé que podrías tener hambre.
Britney la miró con furia y apretó los dientes. —No tengo hambre.
Viviana permaneció imperturbable. —¿Estás segura? Te hice una deliciosa sopa. Se supone que es muy buena.
Entró y colocó el plato en la mesa junto a la ventana, su sonrisa se ensanchó al cruzar la mirada con Britney.
—Te aseguro que no he añadido nada dañino —dijo—. Puedes disfrutarla sin miedo.