Después de presenciar cómo Quinn era arrebatado justo frente a sus ojos, Inmortui se llenó de ira. Gritó al aire y su habilidad incolora se activó a lo largo y ancho, extendiéndose y drenando el color de todo.
Continuó extendiéndose cada vez más a través del universo, propagándose lejos y cerca. No sabía a dónde iba ni qué buscaba, ni siquiera Inmortui lo sabía. Por la forma en que funcionaba su poder, si la habilidad incolora lograba tocar a aquellos que habían interferido, los detendría en seco.
Sin embargo, Inmortui no recibía señales de nada, y a medida que su ira empezaba a disminuir, también lo hacía su poder. Este regresó a su interior, y él quedó parado allí por un momento, con sus dos espíritus de dragón con forma de serpiente revoloteando detrás de sus hombros.
Colocó su mano en su rostro, y sus hombros comenzaron a temblar de arriba a abajo, hasta que inclinó la cabeza hacia atrás y estalló en una carcajada.