"Zen fue obligada a entrar en el coche de Christian y se sentó en el asiento del pasajero. En el camino, el aire estaba cargado de tensión y nadie decía una palabra.
Zen echó un vistazo a Christian por el rabillo del ojo y, como era de esperar, su expresión era fría. A diferencia de Christian, Zen se sentía feliz. Sabía que había logrado su objetivo.
Christian tenía un deseo tan fuerte de controlar, ¿cómo podría tolerar que ella quisiera dejarlo e imaginara tener hijos y vivir junto a otro hombre?
Si la persona de la que Zen se había enamorado no hubiera sido Christian, hubiera estado muy contenta con esa reacción. Porque si una persona normal actuara así, significaría que estaban celosos.
Pero él era Christian, y Zen no pensaba que lo que Christian hiciera fuera por celos. Para Christian, Zen no era más que un objeto. Un objeto que le pertenecía. Él no permitiría que su objeto dejara de ser suyo.
Solo un diablo como Christian podría ser tan increíblemente posesivo.