—Tú pensaste. Esos son tus pensamientos, no los míos. —Miró a Maverick.— He hecho mi parte, espero que, después de que hayas traído de vuelta a mi estudiante, finalmente empieces a cuidar de tu salud. Esos niños están luchando y culpándose a sí mismos, deberías aliviar un poco su carga.
—Hmm, gracias, —él dijo.
—Lo merezco. Nos vemos pronto, cuñada. —Celestine le dio unas palmadas en el hombro antes de mirar por última vez a la mujer en la cama y marcharse.
—O–oye, S–Sr. Lu… —la señora intentó sonreír pero sus labios no se estiraban.
Maverick miró hacia el soporte de suero y comenzó a caminar hacia él. —¿Tienes algo más que añadir?
—Sr. Lu, yo– lo que has oído no es cierto. Yo– nosotros– —no importa cuánto trató de encontrar algo, su mente no obedecía a su cabeza.
—Quizás no tengas nada. —Sostenió la bolsa de suero y la observó un momento antes de empezar a jugar con la pinza reguladora.