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87.38% The Charm of the Beast / Chapter 97: Veintidós. Planes de viaje.

Capítulo 97: Veintidós. Planes de viaje.

Me tomaba la mitología mucho más en serio desde que me había convertido en vampiro. 

Cuando recordaba mis primeros tres meses como inmortal, solía imaginar el aspecto que tendría el hilo de mi destino que podía haber comenzado como uno encantador y de un color suave. Ahora debía de ser de un escarlata intenso o tal vez un dorado brillante. 

Los lazos familiares y amistosos se iban entrelazando a medida que pasaba el tiempo, creando algo bastante grande. Por ejemplo, los licántropos, viejos amigos como Quil y Embry también acabaron por unirse a la manada de Jacob. haciendo que Sam y Emily se comportaran más cordiales. Las tensiones entre nuestras familias se redujeron en buena parte gracias a <Mis angelitos>, esas personitas tan adorables. Del mismo modo se entrelazaron en nuestras vidas Sue y Leah Clearwater, otras dos que no había previsto. 

Mis padres parecían cómodos en su mundo de fantasías, donde todo parecía de maravilla, solo porque podían estar cerca de sus nietos y de mí.

Por otro lado Leah no se mostraba tan feliz como su hermano de estar rodeada de vampiros. Solo se mantenía ahí con nosotros por Young Soo.

Mi relación con Jasper había mejorado mucho más de lo que esperaba, pero obvio eso no fue de un día para otro. Al principio me sentía un poco abrumada con él.

—Ya es demasiado, ¿No crees? —me quejé con Edward una noche después de que pusiéramos a Soo y a Mi en su cuna de hierro forjado. —Si no he matado ya a mi Appa o a mi Omma, es muy probable que eso no vaya a ocurrir en un futuro. Me gustaría que Jasper dejara de andar a mi alrededor todo el día. ¡Parecemos siameses! —

Edward sonrió.

—Nadie duda de ti, Elina, en lo más mínimo. —aseguró. —Ya conoces a Jasper, no puede resistirse a un buen clima emocional. Tú emanas tanta felicidad todo el tiempo, corazón, que está a tu alrededor sin pensárselo. No lo hace de forma consciente. —

Asentí comprendiendo lo que decía mientras lo abrazaba.

Y es que en esa casa ahora era yo la perdona más feliz y eufórica. Los días no eran lo bastante largos para poder disfrutar de la adoración que sentía por mis niños, de trasmitirles todos mis sentimientos y mimarlos. Y las noches no tenían horas suficientes para satisfacer mi necesidad por mi esposo. 

Sin embargo, había un punto débil en esta alegría. Si le daba la vuelta a la tela de nuestras vidas, imaginaba que el diseño en la parte del revés debía de basarse en los hilos desvaídos y grisáceos de la duda y el miedo. 

Mi pequeña Mi pronunció su primera palabra cuando tuvo justo una semana de edad. La palabra fue <"Omma">, por otro lado la palabra que había dicho Soo había sido <"Aléjate">, cosa que me sorprendió porque se lo había dicho a Jacob en coreano cuando él se acercó a Young Mi. Jacob no le había entendido pero por la cara que había puesto mi bebé, él sabía que era mejor no acercarse. 

Sabía que debería haberme puesto feliz todo el día, pero me aterraban tanto los progresos que iban. Y no ayudó el hecho de que uno de los dos dijera su primera frase.

—<¿Cuándo vendrán los abuelitos, Omma?> —

La pronuncio con un perfecto coreano y sin trabarse en ningún momento, ya que yo me dedicaba a hablarles en coreano la mayor parte del tiempo. Ella se había tomado la molestia de hablar sólo porque yo estaba al otro lado de la habitación. Ya le había preguntado a Rosalie usando su medio de comunicación normal, según el punto de vista. Young Mi se había volteado hacia mí, pues Rosalie no sabía la respuesta. 

Algo parecido ocurrió cuando caminaron por primera vez, poco más de tres semanas después. Se habían quedado mirando a Alice, observándolos con interés mientras su tía arreglaba ramos de flores en los jarrones dispersos por la habitación. Mi se puso de pie, sin tambalearse lo más mínimo, y cruzó la habitación con casi la misma gracia. Mientras que Soo se levantaba para ir detrás de ella con pasos firmes y con porte elegante. 

Jacob y Leah había estallado en aplausos, porque ésa era claramente la reacción deseada por ellos. La manera en la que ellos estaba conectados a mis bebés convertía sus reacciones en algo secundario. Su primer acto reflejo era siempre darle a los niños cualquier cosa que necesitaran, pero cuando nuestros ojos se encontraron, vi reflejado en los suyos todo el pánico que mostraban los míos. Les imité y aplaudí también en un intento de esconder el miedo, para que ellos no lo percibiera, al igual que Edward, que hizo lo mismo a mi lado, y no tuvo que decirme sus pensamientos porque sabía que eran los mismos que los míos. 

Edward y Carlisle se sumergieron en una investigación para obtener todo tipo de respuestas, para saber qué era lo que podíamos esperar. No había mucho que pudiera encontrarse y nada que confirmar. 

Alice y Rosalie comenzaban el día con un desfile de modas. Soo y Mi nunca se ponía lo mismo dos veces, en parte porque las ropas rápidamente les quedaban pequeñas y en parte porque Alice y Rosalie querían crear un álbum de fotos que diera la impresión de reflejar una infancia de varios años en vez de semanas. Para eso, tomaban miles de fotografías, documentando cada fase de su crecimiento acelerado. 

A los tres meses, <Mis angelitos> mostraban el aspecto de un niño grande de un año o de uno pequeño de dos. Para ser exactos, no tenían la apariencia propia de un niño de esa edad, pues eran más esbeltos y guardaban unas proporciones más equilibradas, como las de un adulto. Los cabellos de color bronce de Mi le llegaban hasta la cintura, y no podía soportar la idea de cortárselos, aunque Alice lo hubiera permitido, que no era el caso. Mientras que por otro lado a Soo se lo teníamos que cortar cada tres días.

Mis niños eran capaces de hablar con una gramática impecable, y para sorpresa de todos también hablaron muy bien el coreano, pero rara vez se molestaban en hablar, porque preferían simplemente mostrarle a la gente lo que querían. No sólo caminaban, sino que también corrían, e incluso sabían leer. 

Me tenía que investigar nuevos libros porque a Soo y a Mí no les gustaba repetir las historias de antes de dormir, como en teoría normalmente le gusta a otros niños, además Soo no tenía ni una pizca de paciencia con los libros de dibujos. Una noche me puse a leerles unos versos de Alfred Tennyson porque su poesía parecía relajante. Young Mi proyecto una imagen en mi mente sobre nosotros tres, sólo que esta vez era ella la que sostenía el libro. Se lo di con una sonrisa. 

—"Hay aquí una dulce música. —leyó fluidamente. —Que cae con más suavidad que los pétalos sobre la hierba tras desprenderse de las rosas, o el rocío de la noche sobre aguas tranquilas entre las paredes de granito sombrío de un desfiladero reluciente..." —

—<Deberías de darle el libro a Omma, ¿Cómo te dormirás si tú eres la que lee?> —le pregunto Soo divertido. 

Le sonreí cuando me devolvió el libro, pero por dentro estaba preocupada por lo rápido que crecían.

Según los cálculos de Carlisle, el crecimiento de sus cuerpos iban disminuyendo de forma lenta, aunque sus mentes continuaban desarrollándose. Serían adultos en menos de cuatro años, incluso aunque fuera más lento su crecimiento. 

Cuatro años. Y unos ancianos a los quince. 

Sólo quince años de vida. 

Pero ellos estaban tan sanos y felices. Su evidente bienestar hacía más fácil para mí ser feliz a su lado, disfrutando el momento y dejar los problemas para el futuro. 

Carlisle y Edward hablaban en voz baja nuestras opciones para el futuro desde cada ángulo posible y yo hacía lo posible por no escucharlos. Ellos nunca mantenían estas platicas en presencia de Jacob o Leah, ya que sólo había una manera de detener el envejecimiento y ésa sería una opción que a ellos no les emocionaría mucho. Y a mí menos. ¡Yo no quería eso para <Mis angelitos>! Pero lo haría solo para que se quedaran más tiempo con nosotros.

Carlisle y Edward habían investigado ya todo lo que podían desde aquí y ahora nos estábamos preparando para investigar las viejas leyendas desde la fuente. Íbamos a regresar a Brasil y empezar allí mismo. Los Ticunas tenían leyendas sobre niños como Soo y Mi, y si habían existido otros como ellos, quizá quedara algún cuento sobre el ciclo vital de estos niños híbridos... 

La única pregunta que quedaba era cuándo nos íbamos a ir exactamente. 

Yo era la causa del atraso. Una pequeña parte del asunto era mi deseo de permanecer cerca de Forks hasta después de las vacaciones, por el bien de mis padres. Pero más aún porque tenía que hacer un viaje por mi propia cuenta primero, que tenía una mayor prioridad. 

Ésa había sido la única discusión que Edward y yo habíamos tenido desde que me había convertido en vampiro. El punto principal de esta pelea era la decisión de ir sola, pero la verdad era que mi plan era el más inteligente hasta ahora. Debía realizar una visita a los Vulturis y tenía que ir totalmente sola. 

Nunca los olvide incluso ahora que no podía tener pesadillas. 

No supe que Alice les había enviado el anuncio de la boda hasta que me llegó el regalo de Aro. En ese momento estábamos aun en la isla Esme, cuando ella había tenido una visión de Jane y Alec, y un grupo de soldados. Cayo planeaba enviar un grupo de caza para comprobar si todavía era humana, algo que iba en contra de su ley, porque yo debía convertirme o ser silenciada permanentemente por saber tanto sobre los inmortales. Así que Alice había enviado el anuncio por correo para que esto retrasara su orden. Pero vendrían en algún momento. Eso era un hecho.

El regalo no era una abierta amenaza. Extravagante, sí. La advertencia estaba en la frase que estaba escrita en la nota de felicitación de Aro, escrita de su puño y letra con tinta negra en un cuadrado de pesado papel blanco: 

*Aspiro con deleite a ver a la nueva Señora Cullen en persona. *

El regalo venía en una antigua caja de madera tallada, grabada con oro y adornada con gemas. Según Alice, la caja en sí misma era un tesoro de valor incalculable. El collar era de oro y era muy sencilla, una gruesa cadena con eslabones. De ella colgaba una joya: un diamante blanco del tamaño de una pelota de golf. 

El poco sutil recordatorio de la nota de Aro me interesó más que la joya. Los Vulturis necesitaban asegurarse de mi inmortalidad y de la obediencia de los Cullen, y no tardarían en querer comprobar ambas cosas. Y yo no deseaba verlos cerca de Forks, por lo que sólo había una manera de mantener nuestra vida allí a salvo. 

—No vas a ir sola. —había insistido Edward entre dientes. 

—No me harán daño. —tranquila, obligando a mi voz sonar segura. —No tienen motivos para eso, ahora soy un vampiro. — 

—No, y punto. — 

—Edward, es la única manera de proteger a nuestros niños. — 

Y él no había sido capaz de replicar en contra de esto. Mi lógica era clara como el agua. 

Incluso durante el corto período de tiempo que había conocido a Aro me había dado cuenta de que su naturaleza era la de un coleccionista y sus obras más valoradas eran las vivas. Codiciaba la belleza, el talento, y la rareza en sus seguidores inmortales más que cualquier joya que pudiese atesorar bajo las bóvedas de su hogar. Ya era suficientemente desafortunado que ambicionara los dones de Alice y Edward y yo no quería darle más razones para que estuviera celoso de la familia de Carlisle. Mis bebés eran hermosos, tenían un don y eran únicos, sólo existían ellos en su especie, que nosotros supiéramos. Él no debía verlos ni siquiera a través de los pensamientos de otro. 

Y yo era la única a la cual no era capaz de leerle el pensamiento, por eso tenía que ir sola. 

Alice no miraba ningún problema en mi viaje pero le preocupaba la poca claridad de sus visiones. Decía que a veces las miraba algo borrosas cuando había decisiones externas que podrían entrar en conflicto, pero que aún no habían sido resueltas con seguridad. Esta falta de certeza hacía que Edward se resistiera a mi viaje. Quería acompañarme hasta que hiciera la unión en Londres, pero yo no deseaba dejar a Soo y a Mi sin ambos padres, así que Carlisle vendría en su lugar. Esto nos relajó a los dos un tanto, el saber que Carlisle estaría a unas pocas horas de distancia. 

Alice continuó mirando el futuro, pero sus hallazgos no tenían ninguna relación con lo que ella estaba buscando. Una nueva tendencia en el mercado de valores, una posible visita de reconciliación por parte de Irina, aunque su decisión aún no era firme, una tormenta de nieve que no nos afectaría al menos durante otras seis semanas, una llamada de Eric, para la cual yo estaba practicando una voz algo más "ruda" que la normal y en la que mejoraba día a día..., porque para su conocimiento, yo todavía estaba enferma, aunque recuperándome. 

Compramos los boletos para Italia el día después de que <Mis angelitos> cumpliera los tres meses. Planeaba que fuera un viaje corto, así que no había hablado del tema con mis padres. Jacob lo sabía y se puso de lado de Edward en este asunto. Sin embargo, la discusión de aquel día se trataba sobre Brasil, porque él y Leah estaban decididos a ir con nosotros. 

Nosotros cinco, Jacob, Mi, Leah, Soo y yo, habíamos salido juntos de caza. La dieta de sangre animal no era la favorita de mis niños, y ése era el motivo por el cual le permitía a Jacob y Leah que nos acompañen. Jacob lo había convertido en una competencia entre ellos cuatro y eso hacía que Mi, y Soo, en especial mi pequeño, estuvieran más dispuestos a esta sesión de caza que a ninguna otra cosa. Soo era muy competitivo. 

Soo y Mi tenían muy claro el asunto de que cazar humanos no era bueno, por eso para ellos la sangre donada era un buen trato. La sangre humana les satisfacía y parecía ser compatible con su sistema, pero parecían digerir toda clase de comidas humanas con la misma mala actitud que yo había mostrado en algún momento con el brócoli y las calabazas. Al menos la sangre animal era mejor que eso. 

Soo tenía una naturaleza competitiva y el reto de vencer a Jacob hacía que mirara la caza con interés. 

—Jacob. —le dije, intentando razonar con él de nuevo, mientras Mi bailaba y Soo la supervisaba delante de nosotros en el gran claro, estaban buscando un olor que les gustara. —Tú y Leah tienen obligaciones aquí. —

Él y Leah resoplaron. 

—No soy la niñera de la manada. De todos modos, ellos también tienen responsabilidades en La Push. —dijo Jacob. 

—¿Acaso vas a dejar de modo oficial la escuela, Jacob? Si quieres mantener el nivel de Mi vas a tener que estudiar mucho. ¿Y tú Leah? ¿No iras a la universidad? —

—Sólo me he tomado un año sabático. Regresaré a la escuela cuando las cosas... vayan más despacio. —dijo Jacob.

—Puedo esperar el tiempo que sean necesario o hasta que las cosas mejoren. —dijo con tono firme Leah.

Perdí la concentración cuando dijeron eso, y los tres miramos de modo automático a los niños. Ellos estaba observando cómo los copos de nieve volaban por encima de su cabezas. Se derretían antes de que llegaran al suelo del prado donde nos encontrábamos. 

Soo se agacho durante un instante y luego saltó a unos cinco metros de altura por el aire delante de nosotros. Sus manitas atraparon un copo y se dejó caer con ligereza sobre los pies. Camino hacia su hermana y lo dejo en sus mano. Mi caminó hacia nosotros, con su hermano detrás de ella mientras sonreía, y abrió las palmas de las manos para mostrarnos la estrella de hielo de ocho puntas perfectamente formada antes de que se derritiera. 

—Qué bonita. —le dijo Jacob. —Pero creo que están perdiendo el tiempo, Minnie. — 

Ella corrió hacia Jacob y él estiró los brazos justo en el momento en que ella saltó dentro de ellos. Siempre se movían de un modo absolutamente sincronizado. Ella hacía esto cuando debía decirle algo, porque seguía prefiriendo no hablar en voz alta y siempre mirar a los ojos en vez de proyectar lo que quería de repente. 

Mientras tanto Soo se dedicaba a seguir con la caza junto con Leah, se veía decidido a no perder.

Mi miro a los ojos a Jacob, poniendo una adorable mala cara cuando escuchamos el sonido de un pequeño rebaño de alces alejándose en el bosque. 

—Segura que no tienes sed, Minnie. —insistió Jacob. —¡Lo que pasa es que te da miedo que sea yo el que atrape el más grande otra vez! —

Ella saltó al suelo de nuevo desde los brazos de Jacob, aterrizando con ligereza y corrió hacia Soo, este solo miro serio a Jacob para después poner los ojos en blanco, un gesto que lo hacía parecerse un montón a Edward. Y luego salieron disparados entre los árboles junto con Leah. 

—Yo voy. —me dijo Jacob cuando me incliné como si fuera a seguirlos. Se quito la camiseta mientras iba detrás de ellos. —¡No cuenta si hacen trampa! —les gritó. 

Algunas veces Jacob parecía ser el niño aquí. 

Espere un poco, dándoles una ventaja de unos cuantos minutos. Era de lo más sencillo seguirlos y a Soo le encantaba sorprenderme con el tamaño de su presa. 

Por lo general, Edward solía acompañarme en estas expediciones de caza pero hoy estaba con Carlisle planeando el viaje a Río, discutiendo el tema a espaldas de Jacob y Leah... 

Fruncí el ceño. 

Cuando volviera, me pondría de parte de ellos. Ellos debían venir con nosotros. Se ponían en peligro en esto casi tanto como nosotros, ya que arriesgaban su vida, igual que yo la mía. 

De forma rutinaria, recorrí con los ojos la pendiente de la montaña en busca de presas y peligros mientras reflexionaba sobre lo que iba a pasar. No pensé en ello, fue un impulso automático. O quizás había una razón para mi escaneo, algo imperceptible que disparó mis sentidos antes de que yo fuera consciente de ello. 

Cuando mis ojos recorrieron el borde de un acantilado distante un brillo plateado, o tal vez dorado, no estaba segura, llamo mi atención. Mi mirada se concentró en el color que no debía estar allí, tan lejano. Me quedé observándolo. 

Ella me devolvió la mirada. 

No tenía duda de que era una vampira. Su piel era del color blanco y su textura un millón de veces más suave que la de la piel humana. Incluso bajo las nubes, brillaba un poco. Y si no la hubiera delatado la piel, lo habría hecho lo inmóvil que estaba. Sólo los vampiros y las estatuas eran capaces de estar tan perfectamente quietos. Tenía el pelo de color rubio muy claro, casi plateado. Ése había sido el resplandor que había captado mi atención, ya que le caía recto hasta la altura de la barbilla, partido por la mitad. Era una extraña para mí, estaba segura de que no la había visto antes, ni siquiera cuando era humana. Ninguno de los rostros que había en mi borrosa memoria era como éste, pero la reconocí por sus oscuros ojos dorados. 

Irina había decidido venir, después de todo. 

Durante un momento me quedé mirándola y ella me devolvió la mirada. Me pregunté si adivinaría de forma inmediata mi identidad. Alcé la mano para saludarla, pero su labio se torció un poco, mostrando un aspecto hostil. 

Escuché el grito de victoria de Soo en el bosque y enseguida el aullido de Leah, y vi cómo Irina torcía la cara por el sonido. Su mirada se deslizó hacia la derecha, y supe lo que estaba viendo. Dos enormes licántropos, quizás uno era el mismo que había matado a su Laurent. Su rostro se contrajo en un espasmo de dolor. De forma automática, hice un gesto de disculpa. Mientras me daba la espalda, curvó el labio hacia arriba sobre los dientes, abrió las mandíbulas y gruño. 

Cuando el tenue sonido me llegó, ella ya se había dado la vuelta y había desaparecido en el bosque. 

—¡Maldición! —exclame. 

Salí corriendo hacia el bosque detrás de <Mis angelitos> y los lobos, preocupada por no poder verlos. No sabía en qué dirección había ido Irina, o lo furiosa que estaba en esos momentos. La venganza era una obsesión bastante común entre los vampiros, y no era nada fácil de eliminar. 

Corriendo a la máxima velocidad, sólo me llevó dos segundos alcanzarlos. 

—El mío es más grande. —dijo Soo con orgullo mientras su hermana le aplaudía cuando llegue a donde estaban. 

Las orejas de Jacob y Leah se aplastaron hacia atrás cuando reconocieron mi expresión. Jacob le dijo algo a Leah por medio de un gruñido y se inclinaron uno hacia adelante y otro para el otro lado, mostrando los dientes, con los hocicos ensangrentados después de la caza. Sus ojos rastrearon el bosque y pude escuchar el rugido que comenzaba a formarse en sus gargantas. 

Mis niños estaban igual de alerta que los lobos. Abandonando los ciervos muertos a sus pies, saltaron hacia mis brazos, Mientras Mi proyectaba una pregunta en mi mente.. 

—Es una reacción exagerada. —asegure rápidamente. —Todo está bien, ya verán. Tranquilos. —

Como pude cargue a mis dos niños con un brazo, saqué mi celular y toqué el botón de marcación rápida. Edward contestó al primer timbrazo. Los lobos y mis niños escucharon con atención, mientras informaba a Edward. 

—Ven y trae a Carlisle. —comenté con tanta rapidez. —He visto a Irina y ella me ha visto a mí. Pero después escucho a los lobos, se ha enojado y se ha ido, creo. No ha aparecido por aquí, bueno, no todavía, pero parecía bastante enfadada o tal vez venga en cualquier momento. Y si no es así, Carlisle y tú deberían de ir tras ella y hablar. — 

Jacob y Leah gruñeron. 

—Estaremos ahí en medio minuto. —aseguró Edward. 

Nos apresuramos hacía el prado y allí esperamos en silencio mientras yo agudizaba el oído para detectar la aproximación de alguien que no pudiéramos reconocer. 

Pero el primer sonido que percibí era muy conocido. En un instante Edward estuvo a mi lado con Carlisle detrás de él. Me sorprendió escuchar el conjunto de pesadas y grandes patas que venían. Supongo que no debía haberme sorprendido de que Jacob hubiera pedido refuerzos. 

—Estaba allí, en lo alto de aquel acantilado. —les dije con rapidez, señalando el punto exacto. —Quizá debería haberles dicho a Emmett y Jasper que vinieran también con ustedes. Parecía... realmente enojada. Me gruñó. —

—¿Qué? —pregunto Edward con voz alterada. 

Carlisle puso una mano sobre su hombro. 

—Está sufriendo. Yo iré detrás de ella. —

—Yo voy contigo. —insistió Edward.

Intercambiaron una larga mirada, en la que quizá Carlisle estuvo midiendo la irritación de Edward con Irina frente a su capacidad de ayuda como lector de mentes. Al final, Carlisle asintió y ambos se fueron para seguir el rastro.

Jacob, enojado, empujó mi espalda con la nariz mientras Leah lideraba el paso. Querían llevar a los niños de vuelta a la seguridad de la casa, sólo por si acaso. Estuve de acuerdo con él y nos apresuramos hacia allá con Embry, Quil y Seth rodeándonos. 

Soo y Mi estaban encantados en mis brazos. Como la expedición de caza se había terminado de repente, tendrían que alimentarse con la sangre donada. Se sintieron bastante felices ante ese hecho.


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