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42.34% The Charm of the Beast / Chapter 47: Veintidós. La huida.

Capítulo 47: Veintidós. La huida.

Demetri nos llevó hasta la lujosa recepción. Gianna, seguía en su puesto detrás del mostrador.

—No se vayan hasta que sea de noche. —nos previno Demetri.

Gianna nos observó con curiosidad, más a Edward que utilizaba la capa gris, no le tomamos importancia.

—¿Están bien las dos? —pregunto Edward con voz tensa y bastante baja como para que la recepcionista no lo escuchara.

—Sera mejor que la sientes y le hables con más amabilidad. —aconsejo Alice. —Creo que entro en shock y cuando salga de él no va a ser bonito…para ti. —

Y ahí me di cuenta de que me estaban temblando las manos, a pesar de estar completamente tensa. Empecé a mover mi pie con impaciencia y nerviosismo, y me mantenía mirando un punto fijo.

—Calma, Elina. Todo va a salir bien. —dijo Edward mientras me guiaba a uno de los sofás que estaban ahí.

—Creo que le va a dar un ataque. Si no se calma tendremos que abofetearla para que reaccione. — sugirió Alice.

—¡¿Qué?! —le grite en un susurro, cuando reaccione.

En cuanto reaccione fue como si un interruptor se activara en mí, un sentimiento de miedo se empezó a expandir por todo mi pecho y me dieron unas inmensas ganas de llorar…y en ese momento empecé a sollozar.

—No, no, no. —me murmuro Edward mientras me sentaba en su regazo y me mecía como si fuera un bebé. —Todo está bien, estas a salvo, todo está bien. —

—¿Necesitan algo? —pregunto una voz en tono educado.

Era Gianni, que se inclinaba sobre el hombro de Edward.

—No. —contesto el con frialdad.

Ella asintió, me sonrió y se fue.

—¿Ella sabe lo que pasa aquí? —pregunté una vez pude tranquilizarme.

—Si, lo sabe todo. —me contesto Edward.

—¿También sabe que la pueden matar? —

—Si, esta consiente de esa posibilidad. —eso me sorprendió. —Pero tiene la esperanza de que se la queden. —

—¿Quiere ser uno de ellos? —

El asintió.

—¿Cómo puede querer ser como ellos? Cuando escucha a toda esa gente gritando horrorizada. —

Edward se quedó callado por un momento hasta que miro bien mi rostro y dijo:

—Pareces cansada. —

—Y tu sediento. —

Se encogió de hombros.

—No es nada. —

—¿Seguro? Puedo sentarme con Alice si quieres. —ofrecí.

—No seas ridi…—se interrumpió a si mismo al ver mi ceja alzada. —Nunca me he controlado tanto como en estos momentos. Además me gustaría tenerte todo el tiempo posible en mis brazos —

Puse los ojos en blanco. Que ni se le ocurra que lo va a tener tan fácil, va a sufrir para tener mi total confianza y perdón. Por el momento lo dejare estar así conmigo, porque en cuanto estemos en Forks, pondré mis cartas sobre la mesa.

Mientras discutía con Alice entre susurros no audibles para humanos la menor forma de salir de aquí, me llenaba de besos el rostro y me abrazaba como si fuera a desaparecer de sus brazos.

—¿Y que era toda esa platica sobre cantantes y la otra cosa? —pregunto Alice.

—La tua cantante y compagno di vita. —dijo Edward.

—Si, eso. —afirmo Alice.

Edward se encogió de hombros.

—Ellos tienen un nombre para alguien que huele del modo que Elina huele para mí. La llaman "Mi cantante" porque su sangre canta para mí. Y lo otro lo llaman "Mi compañero de vida" es cuando encuentras a tu alma gemela, tu otra mitad como quieras decirle así le llaman ellos a las parejas de nuestra especie. —

Alice asintió comprendiendo.

Estaba completamente cansada pero no quería dormir, no hasta que estuviéramos fuera de esta ciudad.

De repente Alice y Edward voltearon al final del vestíbulo y cuando yo voltee pude ver que Alec venia en nuestra dirección, pude ver sus ojos ahora era de un tono rubí.

—Ahora son libres de irse. —anuncio Alec cálidamente, como si fuéramos amigos de toda la vida. —Solo les pedimos que no permanezcan en la ciudad. —

—Eso no será problema. —dijo Edward fríamente.

Alec sonrió, asintió y desapareció por el pasillo.

—Al doblar la esquina, sigan el pasillo a la derecha hasta llegar a los primeros ascensores. —Nos dijo Gianna mientras nos levantábamos. —El vestíbulo y la salida se encuentran dos pisos más abajo. Adiós, entonces. —finalizo amablemente.

Caminamos hacia donde nos habían indicado, saliendo por un lujoso vestíbulo.

Cuando salimos fui la única que miro hacia el castillo a nuestras espaldas. Sentí un gran alivio de que eso ya haya terminado.

Los festejos seguían a todo lo alto. Las farolas se comenzaban a prender mientras nosotros caminábamos por las estrechas calles. El cielo se iba oscureciendo cada vez más hasta que paso de un gris a una oscuridad que era iluminada solamente por las luces de las farolas.

No me di cuenta en el momento en que Alice desapareció de mi lado, y todo por estar viendo el festival. Mire a mi alrededor para hacerle una pregunta, pero ya no se encontraba ahí.

—¿Y Alice? —le pregunte a Edward.

—Fue a recoger sus bolsos de donde los escondió esta mañana. —me contesto.

Asentí.

—¿Va a robar otro auto? —pregunte.

Me dedico una gran sonrisa.

—No hasta que salgamos de Volterra. —

Caminamos un gran tramo hasta poder llegar a la salida, que era adornado por un gran arco de piedra oscura.

Edward me guio hacia un coche oscuro que esperaba con el motor encendido. Y para mi gran sorpresa nos sentó en los asientos traseros y no protesto con querer conducir.

—Lo siento. No había mucho de dónde escoger. —se disculpó Alice.

—Esto está bien, Alice. No todo será Turbos 911. —sonrió Edward.

Ella suspiro.

—Tendré que comprarme uno legalmente. —

—Te regalare uno en navidad. —prometió Edward.

Alice volteo para verlo con una sonrisa resplandeciente, lo que de verdad me preocupaba porque era la que iba manejando en una carretera con curvas y de noche.

—Que sea amarillo. —dijo para volver a mirar el camino.

Edward me mantuvo en su regazo abrazada con fuerza y envuelta en la capa gris haciendo que estuviera más cómoda y calientita.

—Ya puedes dormirte, Elina, ya termino todo. —

—No tengo sueño. —dije cuando volteé a verlo.

—Inténtalo, te miras totalmente cansada. —insistió.

—Ya te dije que no. —

Seguí recargada en su pecho hasta que llegamos al aeropuerto de Florencia, en cuanto llegamos agarre mi bolso y me metí en un baño para poder cepillarme los dientes y cambiarme rápidamente con una blusa rayada, unos pantalones ¾ de mezclilla y unos tenis tipo converse negros. Alice le compro ropa nueva a Edward y dejo la capa en un basurero que había en un callejón.

El vuelo a Roma fue demasiado corto que no me dejo dormir tanto como quisiera. En donde me quede totalmente dormida fue en el de Roma a Atlanta. En todo el vuelo pude sentir a ratos que Edward me hacía mimos, me daba besos o me arropaba, claro que él tenía que aprovechar la oportunidad porque como ya había dicho eso no se lo permitiría por un buen tiempo, y no era por ser mala, era para que el supiera que no podía irse y que cuando regresara lo esperara con los brazos abiertos como si no hubiera pasado nada.

Cuando estábamos a punto de llegar pude sentir como Edward cerraba la cortinilla para que el sol no se filtrara hacia el interior.

Me tomo desprevenida la recepción que nos esperaba en el aeropuerto Sea-Tac. Jasper fue el primero a quien vi, pero él no tenía ojos para nadie que no fuera Alice. No se abrazaron como cualquier otra pareja, solo se limitaron a mirarse profundamente a los ojos, acción que me hizo voltear hacia otra parte para darles privacidad.

Nos acercamos a Carlisle y Esme que se encontraban lejos de la línea de los detectores de metales, debajo de la sombra de un pilar.

—¡Cuánto te lo agradezco…! —dijo Esme abrazándome con dificultad, ya que Edward no soltaba mi cintura.

Después se arrojó a los brazos de Edward, parecía estar llorando, pero obviamente sin lágrimas.

—Nunca me hagas pasar por eso otra vez. —lo regaño.

Edward le dedico una sonrisa de arrepentimiento.

—Lo siento, mamá. —

—Gracias, Elina. Estamos en deuda. —me dijo Carlisle.

—No fue nada. —dije.

En ese momento Alice me miro con una sonrisa mientras se acercaba a Edward, y de repente le soltó una cachetada que lo hizo voltear el rostro a la derecha, luego otra que lo hizo voltear a la izquierda y por último levanto la pierna derecha, pero Edward se tapó la entrepierna con preocupación.

—Por favor ahí no. —suplico.

—Lo siento me emocione. —dijo risueña. —¿Satisfecha? —me pregunto sonriendo.

—Mucho. —dije mientras asentía y le chocaba los cinco.

Edward nos miró como preguntando el porqué.

—No hagas esa cara. —le dije enojada. —Te mereces eso y mucho más. —

—Eso es cierto cariño. —dijo Esme. —Creo que es hora de que la lleves a casa. —

Ahí me di cuenta de que mis pocas horas de sueño en el avión no habían servido de nada, porque me dio un bajón de energía en cuanto caminamos al estacionamiento en donde pudimos ver a Emmett y Rosalie apoyados contra el gran sedan negro. Edward se puso tenso.

—No lo hagas. —susurro Esme. —Ella lo ha pasado fatal. —

—Al menos, ¿No? —dijo Edward sin intentar tan siquiera bajar la voz.

—Edward, no seas así, ella no tuvo la culpa. —intervine.

—Deja que se disculpe. —suplico Esme. —Nosotros nos iremos con Jasper y Alice. —

Edward miro mal a Rosalie mientras nos íbamos acercando.

—Edward. por favor. —dije.

Suspiro y me condujo hacia el auto.

Emmett y Rosalie se sentaron en los asientos delanteros sin decir nada, mientras Edward me ayudaba a sentarme otra vez en la parte de atrás. Me acomodé en su pecho y cerré los ojos para intentar dormirme.

—Edward. —comenzó Rosalie.

—Ya se. —contesto brusco.

—¿Elina? —pregunto con suavidad.

Abrí los ojos lentamente.

—¿Si, Rosalie? —pregunte.

—Lo siento muchísimo, Elina. Me siento fatal con todo lo que he provocado y agradezco que hayas sido lo bastante valiente para ir y salvar a mi hermano, después de cómo te trate en el pasado. Por favor dime que me perdonas. —

La verdad los ojos se me iban cerrando poco a poco y luchaba con las ganas de dormir para poder escuchar su discurso, así que con voz casada le dije:

—Claro que te perdono, Rosalie. Después de todo no fue tu culpa que me callera por ese acantilado. —

—{Estúpida Isabella.} —pensé y volví a cerrar los ojos.

—No vale hasta que esté completamente despierta, Rose. —se burló Edward.

—Todavía te escucho. —dije.

—Mejor duerme. —me dijo cálidamente Edward.

Todo quedo en silencio, con excepción de los ruidos que hacía el carro. Me había quedado dormida ya que cuando menos lo pensé Edward abría la puerta y me sacaba cargando del auto, no podía abrir los ojos de lo cansada que estaba.

Y entonces escuche a mi padre.

—¡Elina! —grito a lo lejos.

—Appa. —murmure con los ojos cerrados.

—Shh. Todo está bien. —dijo Edward. —Estas en casa, mejor duerme. —

—¡Elina, cariño! —esta vez escuche a mi madre.

—¿Esta bien? —escuche a Eric.

—Si, solo está cansada. —contesto Edward.

Sentí como mi padre me quitaba de los brazos de Edward y me abrazaba con fuerza.

—No vuelvas a hacer algo como esto, nos tenías totalmente preocupados cariño. —dijo.

—Hay cariño, he tenido el alma en un hilo. —dijo ahora mi madre.

—Gracias. —le dijo mi padre sinceramente a Edward. —Pero ya no confió nada en ti después de lo que le hiciste, te suplico que te vayas. —

Y eso fue lo último que escuche antes de caer totalmente dormida en los brazos de mi padre.


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