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20.72% The Charm of the Beast / Chapter 23: Veintitrés. El salvador.

Capítulo 23: Veintitrés. El salvador.

Me encontraba envuelta por la oscuridad.

El dolor agudo en mi muñeca me trajo de vuelta casi fuera de esa densa oscuridad, no podía abrir los ojos.

—{Creo que estoy muerta.} —pensé con amargura.

Pero en el momento donde me iba a dejar envolver nuevamente por completo por la oscuridad, lo escuche, la voz de mi salvador, llamándome.

—¡Oh no, Elina, no! —grito horrorizado mi salvador.

Se produjo un ruido, un gran tumulto que me asusto. Un gruñido grave y despiadado, un sonido seco, espantoso y un lamento lleno de angustia.

—¡Elina, por favor! ¡Elina, amor escúchame, por favor! —suplicó.

Quise contestarle, decirle algo. Pero no hallaba las fuerzas para decirle.

—¡Carlisle! —llamo mi salvador con su voz cargada de angustia. —¡Elina, Elina, no, oh, no tendrías que haber hecho esto, Elina! —

Empezó a sollozar sin lágrimas, roto de dolor.

Sentí un dolor agudo atravesando mi cabeza. Dolía demasiado, otro dolor más fuerte llego a mí, fue tan fuerte que hizo que gritara.

—¡Elina! —grito mi salvador.

—Ha perdido algo de sangre, pero la herida no es profunda. Pero me temo que también tiene unas costillas rotas. —

Mi salvador reprimió un grito de ira.

Pero de repente, los agudos dolores en mi pecho y cabeza quedaron de lado, cuando apareció algo nuevo, una quemazón en la mano.

Alguien me estaba quemando.

—Edward. —intente decir.

—Elina, te vas a poner bien. ¿Puedes oírme, Elina? Te amo. —

—Edward. —intente de nuevo, la voz se me iba aclarando.

—Si, estoy aquí. —

—Me duele. —me queje.

—Lo sé, amor, lo sé. ¿No puedes hacer algo? —escuche que pregunto angustiado.

—Mi maletín, por favor… No respires, Alice, eso te ayudara. —dijo Carlisle.

—¿Alice?. —pregunte.

—Esta aquí, fue ella la que supo dónde encontrarte. —

—Me duele la mano. —intente decirle.

—Lo sé, Elina, Carlisle te está administrando algo que te calme el dolor. —

—¡Me arde la mano! —pude gritar saliendo al fin de la oscuridad.

—¿Elina? —la voz de Edward sonó asustada.

—¡Se me está quemando la mano! ¡Apaga el fuego, por favor! —suplique.

—¡Carlisle! ¡La mano! —

—La mordió. —

La voz de Carlisle había perdido la calma, estaba horrorizado.

—Edward, tienes que hacerlo. —dijo Alice, mientras sus dedos fríos limpiaban mis lágrimas.

—¡No! —rugió él.

—Hay otra posibilidad. —dijo Carlisle.

—¿Cuál? —suplico Edward.

—Intenta succionar la ponzoña, la herida es bastante limpia. —

—¿Funcionara? —preguntó.

—No lo sé. Pero hay que darse prisa. —dijo un tenso Carlisle. —Sea lo que sea, es tu decisión. —

Me retorcí de dolor por la ardiente tortura, y el movimiento hizo que mis costillas dolieran terriblemente e hizo que cerrara los ojos.

Lo siguiente que pude sentir, fue como sus fríos dedos tomaron mi mano y sus labios contra mi piel.

El dolor empeoró mucho más. Algo inmovilizo mis piernas contra el piso y alguien sujeto mi cabeza.

Poco a poco deje de moverme. El ardor fue disminuyendo, hasta convertirse en un dolor menor.

Entonces, me empecé a sentir más relajada y cansada.

—Edward. —dije con voz adormilada.

—Esta aquí a tu lado, Elina. —escuche decir a alguien.

Palpé el piso buscando su mano, hasta que la encontré.

—Aquí estoy, amor. —dijo Edward dándole un beso a mi mano.

—¿Has extraído toda la ponzoña? —preguntó Carlisle.

Escuchaba todo muy lejano.

—La sangre está limpia, pude sentir el sabor de la morfina. —dijo Edward.

—¿Elina? —hablo Carlisle.

—¿Sí? —dije con mucho esfuerzo.

—¿Ya no notas la quemazón? —

—No. —suspire. —Gracias, Edward. —

—Te amo. —dijo Edward.

—Igual yo, te amo. —dije.

Me sentía tan cansada, solo quería dormir.

—Elina, ¿Por qué lo hiciste? —me regaño Edward. —¿Por qué te pusiste en peligro? —

—Ya no quería esconderme más…. Ha funcionado. —suspire con una sonrisa cansada.

—Si ha funcionado. —suspiró. —Ya no lo vuelvas a hacer, no sé qué haría si algo te pasara, cariño. —sentí un beso en la frente.

Estaba a punto de dormirme, y entonces recordé.

—Alice. —dije intentando abrir los ojos. —Alice, el video…Él te conocía, conocía de dónde vienes. —

—Es hora de llevársela. —dijo Carlisle.

—Quiero dormir. —dije.

—Duerme, amor, yo te llevare. —me dijo Edward.

Me tomo en brazos y me acurruque en su pecho y me deje llevar por la oscuridad.


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