Quince días pasaron en un parpadeo, días que fueron ocupados para hacer mejoras en las defensas, terminar construcciones en progreso, entrenar y formar escuadrones, completar investigaciones, preparar diversas estrategias contra la inminente invasión, y demás cosas de gran importancia.
Las llamas en los ojos de los soldados solo demostraban una cosa: expectación y duda, muchos de ellos habían servido bajo la bandera de los que ahora se dirigían a atacarlos ¿Quiénes eran en realidad? Personas de Tanyer, o de Jitbar, hombres del llamado <Ter'aemon>, o de la <Falsa Emperatriz>, no lo sabían, pero de algo estaban claros, esa indecisión tarde o temprano los llevaría a la muerte.
--Si es todo lo que tienes que decir, me iré primero. --Se levantó, con intención de dirigirse a la puerta. Su rostro endurecido por la ira contenida no dejaba a la imaginación sus verdaderos sentimientos.
--Dolan... --Dijo la dama con un tono serio, lanzándole una mirada complicada.
--¡Y una mierda, Lu! --Se volvió de forma agresiva, mirándola con dureza-- Tu plan nos va a matar, pondrá en riesgo a nuestras familias.
El resto del grupo asintió, concordando un poco con la explosiva opinión de su paisano, pero no hicieron por apoyarla, tampoco lo creían correcto.
--Nuestras familias ya están en riesgo --Respondió, elevando un poco su voz, pero sin cambiar su expresión--, ¿no lo ves? Somos los más afectados en esta absurda guerra --Suspiró, mirando con empatía al delgado hombre de barba negra--. Creía que tú más que nadie entendería mis pensamientos.
--¡¿Por qué?! ¡¿Por qué mi hijo también murió en esa batalla?!
--¡Por supuesto! ¡¿Por qué otra razón crees que estaríamos aquí?! --Respondió de inmediato--... Compartimos el mismo dolor, sabemos que esto debe cambiar antes que sea demasiado tarde.
--Pero no así, Lu, no así. --Negó con la cabeza, un poco más relajado.
La dama repitió el suspiro, observando a todos los presentes con una mirada más calmada, aunque igual de decidida.
--Compártenos tu estrategia entonces.
--No tengo una. --Se mordió el interior de sus labios con un poco de frustración.
--Fue lo que pensé.
--Pero no importa --Negó con la cabeza luego de un soplido--, después de todo hoy venía a despedirme, a decirles a todos ustedes que me salgo, ya no cuenten conmigo... Al principio pensé que podría seguir haciéndolo --Comenzó a explicar al ver las confundidas expresiones de los presentes, pero, sobretodo, por la solemne mirada de Luciana--, que solo así no defraudaría a mi hijo en la otra vida, pensé que podría soportarlo, pero no puedo, no contra él...
--Maldito cobarde --Hizo tronar su garganta--, tu hijo se ha de estar retorciendo en la otra vida por la vergüenza de tenerte como padre...
--¡No te atrevas, Lu!...
--¡Cierra la maldita boca! Todos sabemos que te estás saliendo de esto porque uno de tus hijos fue escogido para esa mierda del santuario. Lo supe desde hace días, veía la indecisión en tus ojos, pero no dije nada, porque confiaba que harías lo correcto, pero ahora veo que me equivoqué.
--¿Lo correcto es abrirles las puertas a los humanos? --La ira brotó de sus ojos-- A esos bastardos que nos condenaron a diez años de esclavitud en sus malditas ciudades después de cumplir la mayoría de edad, y continuar sirviéndolos al regresar aquí. Por supuesto que no estoy dispuesto, Lu --La miró con detenimiento--. Tú nunca tuviste que vivirlo, tener que soportarlos y humillarte para vivir un día más, a ser el objeto de sus burlas y abusos... nunca lo viviste.
--Tal vez no --Respondió con calma--, pero mi hijo sí --El dolor en su mirada se tornó rápidamente en furia--. Sabía del profundo dolor en su corazón, de todo lo que cargaba en su interior, una noche lo escuché llorar a su regreso, no dormía y cuando lo hacía gritaba, o gemía. Intuí lo que le hicieron --Apretó los labios--. Lo sabía... Odié y maldecí a los humanos más de una vez, y cuando él llegó pensé que todo cambiaría, en verdad lo creí, pero ¿Dónde está mi hijo? ¡¿Dónde está mi hijo, Dolan?
--Está muerto. --Dijo con un tono bajo y empático.
--Sí, está muerto --Reforzó la repuesta, al tiempo que sus ojos se humedecían--. Mi muchacho creyó en el maldito Barlok, estaba orgulloso de pertenecer en el grupo de arqueros, pero ¿Al final que fue lo que recibí? Una maldita ceremonia de despedida con una mujer que danzaba y mi niño desfigurado por el fuego. Que puta broma fue esa...
--Lo entiendo, de verdad lo hago, por eso mismo aquí estuve un día después de lo sucedido. Recuerden que yo fui quién invitó a la mayoría de los aquí presentes. Comparto el dolor con todos ustedes, pero sigo creyendo que esto no es lo correcto.
--Dolan --Se levantó, acercándose con una tranquila y empática sonrisa--, tienes razón, no es lo correcto, pero --Su mano que cargaba con un objeto punzocortante hizo un arco horizontal a la altura del cuello del hombre a una velocidad sorprendente--, tampoco lo que él ha hecho.
Dolan cayó de rodillas, sosteniendo su cuello con ambas manos en un intentó por bloquear los borbotones de líquido rojo que comenzaron a salir, mientras observaba con sorpresa y confusión a la dama de pie enfrente suyo, quién le miraba sin emoción en su rostro.
--L-L-LU...
La sorpresa fue unánime para el resto del grupo, pero nadie hizo por ayudar a Dolan, u objetar la acción de Luciana, comprendiendo que el barco metafórico ya había zarpado hace mucho.
--¿Qué haremos con el cuerpo? --Preguntó alguien.
--Yo me encargo de eso --Dijo Luciana, limpiando el pequeño cuchillo de pan en su mano--. Ustedes deben preocuparse de como llegar al ejército que se aproxima, porque según la persona dentro del palacio, ya están a un par de días de aquí...
El sonido de la puerta al ser golpeada despertó y asustó a los presentes, quienes habían estado inundados en la dramática atmósfera.
--Escondan el cuerpo. --Dijo alguien con nerviosismo.
--No es necesario --Intervino Lu con un tono tranquilizador, dirigiéndose a la puerta con la calma que ahora la caracterizaba-- ¿Qué ocurre? --Preguntó al abrirla.
La oscuridad envolvía la silueta del individuo al pie del umbral, añadiendo el hecho de la capucha baja que impedía vislumbrar su rostro.
--El cambio de guardia comenzará pronto, será mejor que vuelvan a sus hogares. --Advirtió.
--Gracias.
El hombre asintió, dándose la media vuelta y retirándose del lugar.
--Regresen, yo me encargaré del cuerpo. --Dijo, mirando a todos los presentes, quienes asintieron de inmediato, sin intenciones de querer quedarse.
∆∆∆
La luz de las velas en el candelabro iluminaban a un hombre sentado en posición de contemplación, admirando la entrada de su oscura oficina.
--Señor Barlok --La apresurada llegada de un hombre con capucha lo despertó de su reflexión--. Tengo nueva información del ejército enemigo.
--Habla.
--Se han asentado en un campamento provisional a un día de aquí, señor Barlok... --Dudó en continuar.
--Di lo que piensas. --Ordenó con dureza.
--Sí, señor Barlok. El explorador mencionó que, aunque no se acercó, se notaban cansados y pálidos, como si hubieran presenciado el verdadero terror.
--¿Verdadero terror? --Se preguntó a sí mismo, pero no encontró ninguna respuesta-- Hiciste bien al venir a informarme, pero prefiero escuchar el informe directamente de la boca del explorador.
--No lo creo posible, señor Barlok. --Dijo con nerviosismo.
--¿Por qué? --Frunció el ceño.
--Porque murió después de informarme de lo sucedido. --Respondió con sumo respeto.
La lúgubre atmósfera cubrió a todos los presentes, una sensación generada por Orion que fue impregnada en cada rincón de la habitación.
--¿Muerto? ¿Eran graves sus heridas?
--No, señor Barlok, eso fue lo extraño, no tenía heridas --Tragó saliva, no era una persona supersticiosa, pero tampoco ignoraba los mañosos juegos de los Oscuros--. Parecía completamente bien al hablar, pero cuando dijo su última palabra, cayó al suelo como un muñeco de trapo.
--Puedes regresar. --Dijo después de un momento de reflexión.
Yora asintió, hizo una reverencia respetuosa, despidiéndose y saliendo de la vista de su gobernante a máxima velocidad.
--Yerena, ve a buscar el cuerpo del explorador y tráelo aquí.
--Sí, Trela D'icaya. --Asintió, retirándose de la guardia.
--¿Qué cree que haya sucedido, señor Orion? --Preguntó Fira, la dama siempre presente a su lado.
--Lo he pensado durante mucho tiempo --Dejó caer su mirada sobre el cuerpo delgado y bien definido de la dama de cabello platinado--, y cada vez estoy más seguro que este lugar oculta más secretos de los que llegué a pensar. --Dijo, observando el oscuro y ancho pasillo.
El soplo del tranquilo viento golpeaba sin segundas intenciones los demacrados rostros de los presentes, susurrando ante en sus oídos pesadillas de las que nadie sería tan valiente como para soñar. Sus cuerpos pedían clemencia, pero sus mentes sollozaban en un rincón oscuro, sujetando sus rodillas y no atreviéndose a levantar la mirada ¿Asustados? No era la palabra indicada para describir lo que esos anteriores valientes muchachos sentían, sería más apropiado decir que estaban aterrorizados, por lo que habían visto y lo que no, lo escuchado y sentido, lo vivido y soñado, era tanto en tan poco tiempo que algunos habían preferido el camino fácil, el corte rápido en las muñecas, el golpe contra una roca filosa... no obstante, aún con lo vivido aquí estaban, presentes para la gran batalla, y serían lo suficientemente atemorizantes por el solo hecho de sus números si tan solo sus piernas dejaran de bailar por sí mismas.
--No podemos atacar, no están preparados. --Dijo Lucian al quitar la mirada de la mesa y los objetos de estrategia.
--Ya hemos estado aquí un día, esperar más solo nos pondrá en desventaja. --Añadió la Durca, ligeramente más apagada que de costumbre.
--Desde el principio estuvimos en desventaja, madre --Suspiró con fatiga--, pero no significa que debamos ser impulsivos. Por favor, acepta mi estrategia, mandemos un grupo de avanzada para explorar el territorio, solo así sabremos a qué nos enfrentamos. Tal vez hasta podamos llegar a una acuerdo con la persona a cargo de ese lugar.
--¡Jamás! --Apretó los dientes, golpeando los descansabrazos con fuerza-- ¿Escuchaste? Jamás llegaré a un acuerdo con ese bastardo, sea quien sea, su destino no es otro que la muerte.
--Ruego me perdone, Gran Señora --Intervino el viejo y hábil mago de la corte--, pero opino que el muchacho Lucian tiene razón, atacar ahora representará más riesgos que beneficios.
--¿Acaso me perdí de algo, Cosut? --Le arrojó una poderosa y fría mirada, una que no tuvo tanto impacto en el solemne rostro del anciano-- Siempre creí que eras un estudioso de lo arcano, de lo oscuro y extraordinario, pero ahora me entero de que también eres un prolífico estratega. Creo que escribiré una carta al rey para que estés presente desde hoy en la Mesa de Guerra.
--La Gran Señora ha malinterpretado mis palabras --Dijo, tan calmado como el agua de un estanque--, no tengo la intención de ser la mano que le dé dirección a esta lucha. Si hoy estoy aquí presente, es solo como un consejero no muy hábil a perdida del joven Thibo.
*¿Joven? --Pensó la pareja de madre e hijo.
--Has sido bueno, Cosut --Dijo después de un rato de silencio--, admito que mis palabras han sido un poco duras, y aunque agradezco que estés presente, mi opinión no cambiará. Es mejor atacar cuanto antes.
--Madre, no sabemos a qué nos enfrentamos, cuántos son o la habilidad que poseen. Aunque no tengo dudas sobre la victoria, sé que si atacamos sin preparación, las pérdidas que sufriremos serán cuantiosas.
--Las perdidas siempre van a ser cuantiosas, Lucian. --Dijo ella, tan terca como un animal hambriento.
--Aclare su mente, se lo ruego, Su Excelencia, ya estamos aquí, un par de días más no hará la diferencia. --Casi suplico, no queriendo ver muertes innecesarias.
La Durca reflexionó por un momento las palabras dichas, sabiendo que todo lo anteriormente expresado era demasiado lógico, sin embargo, su corazón de madre le gritaba que su hija estaba en grave peligro, mucho mayor al que ninguna vez imaginó.
--Mañana al alba partiremos. Y es mi última palabra.
Lucian asintió con pesar, arrodillándose a una pierna, para luego ponerse de pie y retirarse con respeto.
--Entiende que es lo mejor. --Musitó, tratando de convencerse a sí misma.
--Gran Señora...
--Dur también debe venir. --Intervino, intuyendo las palabras del anciano.
--¿Al menos puede reconsiderarlo? --Preguntó, expectante por una respuesta afirmativa.
--Es necesario en mi plan, Dur no puede faltar, pero te prometo que solo te pediré que lo despiertes si todo lo que le antecede falla, será nuestra salvación para entonces.
--O nuestra propia perdición. --Dijo en silencio.
--Prefiero no pensar en ello. --Respondió, dejando que toda la presión sobre sus hombros se aligerara en un suspiro largo.
--Será lo que usted ordene, Gran Señora.
A la luz de la luna, en la espesa oscuridad que acompañaba a los habitantes temporales del inmenso bosque, replegados en la extensa llanura con una fortificación endeble de hombres moribundos con arcos y lanzas, un joven alto, de porte heroico y mirada calma se encontraba sentando en una gran roca, admirando el horizonte como si fuera una noche normal en un tranquilo lugar.
--Bonita noche, ¿no es así, soldado? --Preguntó una voz masculina a sus espaldas, solemne, pero con un fuerte sentido de autoridad cargado en ella.
--Sí. --Respondió al voltear, mirando de manera fija al hombre rubio de porte militar.
--Puede que le tengas mucho respeto a tu Quinto General, pero ahora sirves bajo mi mando ¿Sabes qué? No importa, a la mierda la ceremonia y actos pretenciosos --Suspiró, tomando asiento al lado del alto hombre, que solo le sacaba un par de dedos de diferencia--, tal vez mañana los Sagrados nos llamen de vuelta. --Alzó las comisuras, una mueca que últimamente se había hecho común aparecer en su rostro.
--¿Mañana? --Preguntó con calma, interesado por la respuesta.
--Je, en verdad que no hay ni una pizca de respeto en tu voz --Dijo, sonriendo por lo anormal de la situación--. Dime soldado ¿Cuál tu nombre? --Sus ojos se quedaron pegados por un momento en el uniforme del joven, que a primera vista no parecía diferente, pero entre más se le observaba, más se podía apreciar que le quedaba un poco pequeño. El hombre hizo un sutil movimiento con el manto de tela, protegiendo su costado derecho-- ¿Y cuál es tu escuadrón?
--Orion --Respondió, sin quitar su mirada del oscuro campamento-- ¿Y el tuyo?
--Lucian --Tronó la voz, no porque le resultara extraño el nombre, sino más bien porque pensaba que nadie se atrevería a nombrar a sus hijos como un Dios, y menos con el más polémico y misterioso del Panteón de los Sagrados--. Que audacia.
--¿El qué?
--El de tus padres --Le miró, continuando con su sonrisa, parecía que la rara personalidad del alto joven le había refrescado la madrugada--... nunca creí encontrarme a alguien nombrado como los Sagrados. Pero me parece más extraño no haberte conocido antes. Con un nombre así, debiste ser muy famoso en las barracas.
--No oí tu respuesta ¿Qué ocurrirá mañana? --Se giró, observándole con solemnidad, una que Lucian solo había visto en el anciano mago de la corte de su madre.
Una ráfaga de aire azotó los alrededores, golpeando las lonas y levantado las capas o mantas de los noctámbulos. La sonrisa en su cara se apagó al instante que percibió la mancha oscura y líquida en el costado bajo del uniforme del joven, retrocediendo a la par que un sonido rápido y una luz fugaz se había precipitado a su cuello.
--¿Quién eres? --Preguntó, retrocediendo un par de pasos. Desenvainó, aunque no se atrevió a precipitarse a la acción.
--Sorprendente --Sonrió levemente--, muy pocos individuos han logrado evitar un corte mío.
--Te hice una maldita pregunta ¿Quién eres?
--Te lo dije, soy Orion.
--No tu maldito nombre --Alzó la voz, buscando una abertura en la postura impenetrable de su adversario, al tiempo que apretaba todo lo que podía apretar, no era una persona miedosa, sin embargo, los sucesos de los anteriores días, junto con las leyendas que conocía de las tierras malditas lo dejaba algo nervioso, por lo que no descartaba la idea de que el individuo que tenía enfrente era un comemuertos, o un resucitado--, sino tu identidad ¿Qué es lo que buscas y haces aquí?
Lucian esquivó con prontitud, observando con sorpresa la estela roja-amarillenta que estuvo a centímetros de impactar contra su cara. Ahora estaba más indeciso sobre la identidad del joven, podía asegurar que no era un espectro, ya que ninguno de ellos podía ejercer magia de fuego (hasta donde él conocía), por lo que la duda solo se hizo más fuerte.
--Espero volvernos a ver, joven Lucian. --Dijo con una sonrisa ansiosa, desapareciendo de la vista del aturdido general.
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