Finalmente, la noche estaba por llegar y el capitán había empezado a mover las cuerdas para sobrevivir a esta aventura.
Las órdenes fueron claras y cada marinero se había reunido en los camarotes, para escuchar las siguientes instrucciones dadas por el primer oficial.
"Estamos todos, Paulo?" Pregunto Ron mientras jugaba con un viejo cuchillo oxidado que le fue confiscado a Ricardo por la desobediencia a bordo.
"Si, primer oficial" Respondió Paulo con calma.
"Escuchen bien, cabronazos!" Grito Ron mirando a sus marineros "... porque de estas palabras dependerá su vida"
"Cada quien vino a este mar por sus propios intereses, algunos codiciando las fortunas, otros buscando escapar de una vida de miserias, por mi parte solo buscaba un lugar donde pertenecer en este mundo"
"Hoy los dioses tratan de ponerle fin a nuestros sueños ... Pero yo no pienso bajar los brazos y resignarme a morir sin pelear"
"Y para pelear esta batalla, cada soldado de este barco tiene que seguir las instrucciones al pie de la letra, un solo error y nos condenan a todos ..."
Nadie se atrevía a decir una sola palabra en la pausa de Ron. Exclusivamente los nervios y expectativas inundaban el camarote, mientras los marineros prestaban atención a cada palabra del discurso del 'almirante' que tenían al frente.
"Todos, excepto Paulo y Lucas, se irán ahora a dormir a la parte más profunda del barco, taparán cada puerta con las cajas de mercadería de forma tal de que solo puedan habría la, si todos en la habitación se ponen de acuerdo en ello"
"Dormirán en cuatro turnos y cada vez que pase un turno contarán a cada miembro de la tripulación"
"Se le cuestionará a cada tripulante su cargo y el nombre, cada vez que pase un turno"
"Los nombres y cargos serán anotados en una pared del almacén"
"Ahora vayan a sus puestos y prepárense para lo peor, soldados!" Grito Ron con euforia.
"Si, señor!" Resonó por el camarote, mientras los hombres se dirigían al último almacén del barco.
Ron esperó pacientemente, mientras jugaba con su cuchillo, a que únicamente Paulo y Lucas quedarán en la habitación.
La habitación había quedado muy vacía, pero los ruidos de cajas moviéndose por todo el barco podían escucharse escaleras abajo.
"Bien, ahora solo queda discutir el detalle final..." Dijo Ron con una mueca en el rostro.
"Paulo hará 'la guardia nocturna', pero la harás en la entrada de los camarotes, tu única función será vigilar que nadie logre subir a la cubierta y ..."
Al escuchar eso Paulo solamente sonrió con amargura.
No sabía todos los detalles del plan y había una parte vital que solo la rata astuta de Ron y el capitán conocían, pero sabía que su misión era ser mandado a comprobar si podían reducir la cantidad de muertos por día, mientras navegaban en estas aguas.
No sabían muy bien, si la criatura atacaba únicamente a los de la cubierta o cazaba a una determinada cantidad de personas y eligió a los más cercanos, por lo que su función era ser el blanco más fácil y ver si logra sobrevivir estando escaleras abajo.
El capitán había creado tres niveles, los tripulantes en la parte más protegida, el sacrificio en la puerta de los camarotes del barco y el camarote del capitán asilado de la cadena, probablemente vigilado por Ron.
Aunque sus dudas estaban en la única pieza que él no entendía, aunque supuso que era otro nivel de sacrificio.
"... Y Lucas dormirás en los camarotes, como todas las noches"
"Suerte muchachos, créanme la necesitarán" Dijo Ron, mientras se levantaba y dirigía al camarote del capitán
V1
La noche había llegado y todos los marineros se encontraban en sus posiciones, preparados para que los incidentes comenzaran a ocurrir.
Pero nada ocurría y los nervios comenzaron a jugarles una mala pasada.
Paulo, se encontraba sentado sobre una caja en la puerta del camarote varias algas y plantas exóticas podían encontrarse en tarros dispersos junto a él.
De vez en cuando cogía uno de los tarros y metía un alga en su boca. Luego la escupía y ponía otra, parecería que así planeaba pasar toda la noche.
Por su parte Lucas estaba intentando dormirse, ya hace tiempo descubrió a qué tipo de bestia marina se enfrentaban, por lo que sabía que no serviría de nada todo lo que había preparado el capitán. Todo el día de hoy lo había utilizado para procesar la muerte de sus nuevos compañeros de viaje.
Y tampoco planeaba contarle a nadie lo que sabía, porque de hacerlo, las preguntas aparecerían inevitablemente.
El temor de Lucas nunca estuvo en la bestia marina que estaba atacando el barco, sino en que la verdad se viera descubierta por estos marineros.
Él sabía que mientras finge ser un simple naufragó, su vida no correría peligro, pero si ayudaba a estos marineros, estaría llamando a la muerte por sí mismo.
Finalmente, la dulce voz volvió a asechar el oído de Lucas y ayudó a que Lucas se durmiera, pero antes de hacerlo observó al Timonel por última vez, como si esa fuera su manera de despedirse de un compañero de viaje.
El timonel seguía probando sus algas, como si no pudiera escuchar la dulce voz todavía.
Tampoco tenía ganas de hablar con Lucas, para él esta era su despedida del mundo terrenal y el comienzo del nuevo viaje al mundo espiritual, no confiaba en que el capitán pudiera salvarlos a todos, en donde cientos habían fracasado.
Esta era su última noche y la vivió como tal, en silencio disfrutando de los pocos placeres que todavía le quedaban en esta vida.
Pero la noche siguió avanzando. Las olas del mar se iban haciendo más y más cómodas en sus oídos.
Ya hace tiempo las algas y hierba que tenía enfrente dejaron de interesarles, como si fueran intrascendentes ante lo que se avecinaba.
Durante estas pocas horas que quedaban de noche, no decidió pensar en su familia, ni en sus amigos, ni en sí mismo.
No reflexionaba sobre nada, solo respiraba y disfrutaba del respirar
No había paz, no había odio, no había tristeza, no había felicidad, no había arrepentimiento alguno.
Solo había un cuerpo viejo y marchito que miraba a la nada misma mientras respiraba.
Así era como la muerte se sentía, este era su llamado, un llamado que todos los humanos pueden reconocer cuando les toca la hora de morir.
Era la nada misma, era el simple respirar de este hombre viejo.
Pero su paz no duró mucho, dado que una voz juguetona pudo escucharse desde la cubierta.
"No temáis a esas bestias marinas, mi príncipe encantador, la princesa está al rescate!" Gritó una voz infantil en la cubierta.
V1
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