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50% Dulce engaño / Chapter 77: Tiene fiebre

Capítulo 77: Tiene fiebre

- ¡Señorita! -Josué se puso pálido.

Josué estaba asustado y se dio prisa en llamar a un médico, pero Javier lo detuvo.

-No hay necesidad de buscar un médico. Se desmayo de la emoción. Apóyala con las manos e intentare despertarla. Ella estará bien.

Josué estaba indeciso sobre qué hacer, pero al ver la expresión seria en la cara de Javier, obedientemente apoyo a Samara. Despertar a una persona pellizcando el surco naso labial era una tarea difícil. Era inútil pellizcarlo a la ligera, pero con la fuerza haría que la persona se sintiera incomoda.

Javier solía hacerlo cuando estaba en el ejército, pero en este momento no tenía valor suficiente y olía el perfume de la mujer. Rara vez estaba tan cerca de una mujer. No era porque le gustaban los hombres, sino porque sería mejor conservar su pureza. Por eso, cuando olio la fragancia de Samara, se sintió un poco caliente.

Dándose cuenta de lo que estaba pensando, Javier se detuvo y empezó a despertar a Samara. El intenso dolor hizo que Samara se despertara y exclamara inmediatamente. Javier se enfrentaba a Samara cara a cara. Cuando Samara abrió los ojos, vio que Javier estaba muy cerca. Inconscientemente levanto el brazo y le dio una bofetada con fuerza. Josué no se atrevió a mirar la expresión del hombre.

El sucesor de la familia Montenegro había sido golpeado dos veces en un día por una mujer. Si otros lo supieran, sería un escándalo para Javier. El no esperaba una bofetada, estuvo aturdido por un momento y luego cambio la cara. Sin embargo, no dijo nada porque le debía a Samara esa bofetada. Pero la mujer se dio cuenta de que lo había entendido mal.

- ¿Qué ha pasado? -Samara le pregunto rápidamente a Josué.

Josué le explico la situación. Samara se puso de pie y le dio las gracias a Javier con frialdad. Después no dijo nada más y trato de ignorarlo. Javier no podía decir lo que sentía. Estaba un poco enfadado y decepcionado, en cuanto a por que, no quería pensar más en ello.

Las luces de la sala de emergencias se apagaron y Álvaro salió tendido en la cama. El medico estaba cansado y dijo en voz baja:

-El señor Álvaro ya no tiene fiebre, pero todavía tenemos que observarlo por más tiempo. Si puede despertarse mañana por la mañana, estará bien.

Todavía era una incógnita. Samara se dijo a sí misma que no podía caer ahora. ¿Qué le pasaría a Álvaro si ella también enfermara? Los dos volvieron a la UCI. Álvaro no hablaba y no tenía fiebre, dormía en paz. Samara no se atrevió a parpadear.

Tenía miedo de quedarse dormida, porque tenía que cuidarlo todo el tiempo. A las cuatro de la mañana, Álvaro se despertó. Abrió los ojos y miro confundido al techo blanco. Por un momento, no pudo saber dónde estaba. Movió su dedo y escucho una voz familiar de mujer.

- ¿Estas despierto? -la cara de Samara apareció frente a Álvaro. Sus ojos estaban encarnizados por falta de sueño, pero mostraron su alegría y sorpresa.

Álvaro pensó que estaba alucinando. ¿Cómo podría Samara estar allí? ¿Cómo podría preocuparse por él? ¡Debería estar soñando! ¿o estaba muerto? De lo contrario, ¿Por qué empezó a alucinar? Álvaro quería extender la mano y tocar a Samara, pero la escucho decir:

-No te muevas, voy a llamar al médico. -después de decir eso, Samara salió corriendo.

Álvaro quería hablar, pero estaba extremadamente sediento. Se movió ligeramente y el intenso dolor restauro su conciencia. ¿Todavía estaba vivo? Mientras estaba confundido, el medico entro en la sala con Samara.

-Doctor, esta despierto. ¿No dijo que estaría bien cuando se despertará? Por favor, ¿podría examinarlo? -la voz de Samara estaba llena de emoción y alegría.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Álvaro la había visto así. Aunque la cara era diferente, su expresión y mirada lo hicieron sentir como si hubiera regresado en el tiempo. Involuntariamente dijo:

-Samara. -su voz era ronca. No tenía esperanza de que ella lo escuchara. Pero la mujer de repente se dio la vuelta, se agacho y pregunto en voz baja:

- ¿Qué pasa? ¿te duele?

-No. -en realidad Álvaro sentía que su cuerpo lo incomodaba.

Su garganta ardía de dolor y el dolor en su pecho era tanto que ya no lo podía soportar. Sin embargo, en comparación con la felicidad que le dio Samara, el dolor no era nada. Tomo con fuerza la mano de su amada. Aunque no tenía mucha fuerza, la sostuvo firmemente como si fuera la única manera de impedir que todo lo sucedido desapareciera de repente.

El medico se sorprendió al ver a Álvaro así. Dijeron que era un hombre frio y despiadado. Sin embargo, el medico no dijo nada más y empezó a examinar el cuerpo del hombre. Samara quería servirle un vaso de agua, pero Álvaro no quería dejarla ir. La miraba cariñosamente, haciendo que su corazón empezara a palpitar rápidamente. Fue imposible verlo así antes. Ella tampoco quería destruir esta atmosfera, así que no lo rechazo.

Después del examen, el medico dejo escapar un suspiro de alivio y dijo:

-El señor Álvaro ha pasado el periodo crítico, pero necesita descansar durante más tiempo. Su herida está demasiado cerca del corazón. Además, perdió demasiada sangre. Todavía tiene que cuidar bien de él.

-Muchas gracias, doctor. -cuando Samara escucho que el hombre estaba bien, finalmente se relajó. Ella quería ponerse en pie y despedir al médico, pero Álvaro no la soltó.

El medico sonrió y dijo:

-Me voy, no os molesto más.

Samara se sentía novedosa al ver las acciones de Álvaro, como si estuviera viendo a Eduardo.

- ¡Déjame! -cambio de semblante.

Álvaro no dijo nada, pero no la soltó y la miraba fijamente. Samara no sabía que debería hacer con él.

-Si no me dejas, ¿Cómo puedo traerte agua? ¿no tienes sed? ¿no quieres hablar? -Samara no tuvo más remedio que suavizar su tono.

Hablaba como hace cinco años, con un tono suave y tenía dulzura en sus ojos. Álvaro era adicto a su mirada y su expresión la sorprendió un poco.

- ¿Vuelves a tener fiebre? -Samara le toco la frente y descubrió que la temperatura seguía siendo normal. Solo entonces se sintió aliviada.

Álvaro sentía que todo esto era un sueño, no podía ser real. A pesar de que sostenía la cálida palma de Samara, todavía lo sentía como un sueño. Sintiendo su inquietud, Samara lo consoló como si estuviera hablando con un niño.

- ¿Puedes soltar mi mano? Estoy muy cansada, no he dormido en toda la noche. ¿De verdad quieres que me ponga de pie?

Al escuchar eso, dejo rápidamente su mano, pero seguía pegado a ella. Samara continuaba acordándose de su hijo y su mirada se suavizo poco a poco.

-Te traeré un vaso de agua. ¿Qué quieres comer? Lo hare para ti. -Samara se levantó y busco el agua.

Álvaro quería beber el agua por sí mismo, pero le dolía mucho moverse.

- ¡No te muevas! -Samara lo detuvo rápidamente y cogió el vaso de agua. Ella le ayudo a beber cuidadosamente.

Si esto era un sueño, Álvaro no quería despertarse nunca más. Desde que abrió los ojos, nunca dejo de mirarla. Se dio cuenta de que los ojos de Samara estaban muy rojos, se conmovió mucho con la solicitud de cuidarlo. Se sentía mejor tras beber agua y susurro:

-Vuelve a casa y descansa.

-Vale, también tengo que preparar comida para ti. Sin embargo, no tengo tiempo suficiente para hacerlo por la mañana. Te traeré la comida. Recuerdo que te gusta la sopa de arroz, no se si tu gusto ha cambiado en estos años.

-No, me gusta cualquier cosa que hagas. -Álvaro sonrió débilmente.

Al ver su sonrisa, Samara también estaba conmovida.

-Acabas de despertarte. Descansa. Javier ha estado esperando fuera, puedes hacer lo que quieras con el… estoy muy cansada. Tengo que ir a casa y descansar antes, me iré y Josué estará aquí.

-Vale. -en realidad, Álvaro no quería dejar ir a Samara, pero al ver su apariencia agotada le dolió el corazón. No esperaba que la actitud de Samara cambiara tanto después del incidente. ¿Fue una bendición disfrazada? Álvaro se sentía alegre en secreto.

Cuando Josué entro en la habitación, estaba contento por haber visto que Álvaro había despertado.

-Señor, esta despierto. Si no se despertaba, la señora habría matado a Javier.

Las palabras de Josué sorprendieron a Álvaro.

- ¿Qué quieres decir?

Samara estaba un poco avergonzada.

-Ya me voy.

-Josué te llevara a casa, me preocupa que vayas sola. -Álvaro miro a Josué.

Josué rápidamente pidió al hospital que pusieran a una enfermera para cuidar de Álvaro y luego llevo a Samara a casa. Ella quería negarse, pero al ver la expresión preocupada de Álvaro acepto.

Al ver salir a Samara, Javier obtuvo la respuesta en su expresión.

- ¿Álvaro esta despierto? ¿Puedo verlo? -Javier nunca había sido tan cortes con los demás.

Sin embargo, Samara se dio la vuelta y lo ignoro, haciendo que Javier se sintiera muy avergonzado. Josué la siguió rápidamente. En este momento, admiraba a Samara y la trataba como la señora de la familia Ayala.

-La señorita Alana no podrá protegerte estos días. Encontrare otro guardaespaldas lo antes posible. -Josué abrió la puerta del coche para Samara.

Samara no tenía mucha impresión de ella, así que asintió y acepto. Estaba muy cansada y estuvo nerviosa toda la noche. Después de enterarse de que Álvaro estaba bien, Samara ya no podía soportar más y se quedó dormida en el coche.

Llegaron a la mansión de la familia Ayala. Cuando Josué vio a Samara durmiendo profundamente, dudo en despertarla y vio una figura acercándose con agresividad.


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