Al día siguiente, Jordan no llegó a la oficina hasta las diez de la mañana. Se pasó toda la noche escuchando cantar a Rosie.
Bebió un poco de whisky mientras disfrutaba del canto de la dama, que lo puso en trance, haciéndole sentir como si se hubiera transportado a la antigua New York.
Rosie tenía un talento increíble para cantar, y su voz podía compararse a la de una diva. Si no fuera porque pertenecía a una familia adinerada y no tenía que cantar para ganarse la vida, sin duda habría alcanzado la fama y el estrellato.
Jordan también sacó su teléfono móvil y grabó algunos vídeos de ella cantando, que envió a su abuelo y a Paul Dubrule. El anciano la felicitó por ser una belleza clásica, y realmente la adoraba.
Paul Dubrule tenía envidia de Jordan porque hacía tiempo que albergaba deseos de Rosie. Sin embargo, aunque Jordan bebió mucho, no le hizo nada. Sino que le pidió que se pusiera todos los vestidos que había llevado.
¡Toc toc!