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64.4% Los hermanos Sonobe / Chapter 38: Bajo la superficie

Capítulo 38: Bajo la superficie

Adeline lo apartó de ella con un leve empujón.

_No vine aquí por ti Jean Paul. Vine por la pasantía y desafortunadamente eres el encargado de mi pasantía en esta empresa. Así que dígame Sr. Sonobe en que le puedo ser útil?. _ Su tono formal y su mirada pletórica de frialdad, causaron cierto dolor en Jean Paul. El cual bajando la cabeza, se frotó el rostro con frustración. 

_ Me iré por un tiempo. _ Anunció con tono severo caminando en dirección al ventanal. _ No estarás a salvo hasta que resuelva esta incertidumbre en mi familia. Al principio creímos que se trataba sobre ti, pero solo eras una distracción ingeniosa en el tablero. Todas las fichas defensoras fueron atribuidas a tu nombre, mientras que nuestra familia quedaba indefensa. Ese siempre fue su plan, ha estado jugando con nosotros durante todo este tiempo y hemos sido derrotados una y otra vez. No puedo permitirlo más, no puedo perderte en la siguiente partida solo por no haber accionado antes de tiempo. _ Desviando la vista del ventanal a ella, prosiguió. _ Partiré en dos días, por lo que la razón de que estés presente aquí y ahora no es solo para deleitarme con su compañía Srta. Strange, quiero dejarla al mando del Royal Empiere Sonobe en mi ausencia. No confío en nadie más para atribuirle este honor. Eres totalmente digna de mi confianza Adeline y la única con el suficiente carácter de regir el imperio Sonobe.

Hundiendo el entrecejo, Adeline meneó la cabeza.

_ Merodear por ahí solo es muy peligroso Jean Paul, no sabes de lo que es capaz ese sujeto. Tal vez si voy contigo, estarías más acompañado y no te sucedería nada malo y... _ Jean Paul la interrumpió abrazándola. _ No quiero que te vayas...

_ Sé que te preocupas por mí, aunque finjas no hacerlo, sé que te importo a pesar de que mientas en ello. Pero, por más que anhele volver a partir contigo de esta ciudad, me temo que esta vez tendré que dejarte con un par de guardaespaldas para poder mantenerte a salvo. Si de algo me he enterado, es que no puedo seguir siendo tu guardián si al mismo tiempo te pongo en peligro. Y el egoísmo de que estés conmigo en estos instantes, será un gran riesgo para ti. _ Tomando con ambas manos su mentón, acarició su rostro, en tanto Adeline replicó con un asentimiento abatido de cabeza. _ Aún no he comido y tú labor será acompañarme en tanto almuerzo. ¿Qué te parece si pedimos comida china?. _ En respuesta Adeline afirmó repetidamente con la cabeza, incitando en Jean Paul una radiante sonrisa.

Adeline sabía que podía ser peligroso. Si bien, también era necesario de que él partiera de la mansión Sonobe en busca de pistas, para resolver el misterioso pasado de su familia que amenazaba con destruir el presente de todos.

...

_ ¿Alguna vez te has enamorado?. _ Apoyando las manos bajo su mentón, Gianluca arrugó el entrecejo en tanto observaba con atención al jardinero podar el césped.  

_ Joven Sonobe, ¿no cree que es algo inapropiado hablar de ese tema con su jardinero?. _ Acomodándose el sombrero de paja, sonrió incómodo.

_ Jerome, ya son muchos años de servicio. Así que por favor háblame de tú a tú. _ Acostándose en una hamaca, posicionó los brazos debajo de su nuca.

_ No hablo de la confianza joven Gianluca, me refiero a que debería acudir a un especialista y no a su jardinero. Hacer eso significa que está necesitado de atención y la busca en el lugar menos indicado. _ Negando con la cabeza, prosiguió cortando las ramas de los arbustos frutales.

_ Ayyy vamos!! Para qué pagarle a un psicólogo si te puedo triplicar mil veces tu salario con solo escucharme durante un par de minutos?. _ La manipulación de Gianluca, más su habitual sonrisa pícara detuvieron al jardinero, el cual tomó asiento en la otra hamaca ubicada a su lado.

Gianluca observó como el viejo sostenía su anillo de matrimonio mientras contemplaba el cielo con una sonrisa.

_ No solo me enamoré joven Sonobe. Compartí la mayor parte de mi vida con esa mujer. Fui el hombre más afortunado de todos por tenerla como mi esposa. _ Soltando un par de lágrimas, cerró sus ojos. _ Mi Irene, falleció hace cuatro años a causa del cáncer. No solo la enfermedad le arrebató su vida, también se llevó la mía con ella. No todos tienen la dicha de encontrar a la persona con la que pasaras el resto de tu corta vida, la búsqueda perdura hasta que la hallas. En ese instante haces tu elección, te quedas a pesar de las adversidades o huyes como un cobarde. Y a mis sesenta y tres años, sigo estando agradecido por haber tomado la decisión de quedarme, a pesar de que una parte de mí murió cuando ella se marchó. Ya no puedo imaginar a otra mujer que no sea ella a mi lado. _ Al abrir los ojos, Gianluca pudo ver la ausencia de brillo en aquella mirada ya desgastada por la edad. Preguntándose que sería de él si Adeline Strange simplemente se desvaneciera como una estrella fugaz en el cielo. ¨El problema de las estrellas fugaces, es que son efímeras, al igual que las personas. Aportan luz por un tiempo y al abrir nuevamente los ojos simplemente desaparecen, como si nunca hubieran pasado por ahí. Si bien, ya no están pero la carencia que estas dejan tras su ausencia perdura por siempre¨.

...

Escalofríos perforaban todo su ser, haciéndolo estremecerse del miedo. Un sudor frío le recorría el cuello, sus manos temblorosas se hallaban aferradas al lavatorio y su mirada fija en el espejo, inmerso en recuerdos oscuros de su pasado. Los latidos de su corazón desbocado resonaban entre sus tímpanos. Estaba petrificado, no podía moverse. Los ansiolíticos que reposaban en la vitrina, eran inalcanzables para él.

Su visión se distorsionó, hasta que aquellos recuerdos empezaron a emerger de la oscuridad. 

Ya no era su reflejo que contemplaba a través del espejo, sino, se veía a él de pequeño. 

Jean Pierre se encontraba espiando la puerta de la oficina de su padre tras escuchar gemidos provenientes del lugar. Aquellos ojos de oro capturaron a otra mujer que no era su madre follando con su padre. 

La inocencia irrefutable que poseía el pequeño Jean Pierre en aquel entonces, provocó lágrimas e ira al presenciar lo traicionero que podía resultar el amor cuando el deseo estaba de por medio. 

El odio con frenesí se apoderó de él en esos instantes, causando que Jean Pierre le atestara un golpe remitido a la puerta, la cual chocó con la pared al abrirse por completo.

Las demandantes palabras de Jean Pierre exigían a gritos que sacaran a esa mujerzuela de su casa de inmediato, pero su padre frenético por la acción de su segundo hijo reaccionó llevándolo consigo a su aposento, en donde su esposa se encontraba vistiéndose. 

Jean Pierre lloraba desconsoladamente, gritaba y le explicaba a su madre el encuentro de aquella joven con su padre. No obstante, su madre solo sonrió. Aquel gesto hizo fruncir el ceño del pequeño por la confusión. Hasta que su padre lo aventó en un sofá para seguidamente hacer un llamado que atrajo a la otra mujer hacia la habitación de sus padres. 

Su madre se comenzó a desnudar al frente de él, mientras ayudaba a la otra mujer a hacer lo mismo. Su padre empezó a lamer los senos de la joven al mismo tiempo en que tocaba la vulva de su madre. 

El pequeño Jean Pierre se levantó cubriendo sus oídos de aquellos sonoros gemidos que profanaban ambas mujeres. Aún con lágrimas en aquellos ojos dorados y con el dolor patente en su espalda por el golpe, corrió hasta llegar a un pasillo oscuro que daba a la biblioteca. Se adentró al sitio y se escondió entre los libreros. 

La puerta de la biblioteca resonó después de ser sellada con fiereza. Las manos de Jean Pierre accionaron tapándose la boca, contuvo la respiración mientras escuchaba como el látigo de cuero de su padre golpeteaba el pavimento.

Y solo por un instante se detuvo, el lugar se había sumido en completo silencio. Aquello tranquilizó el corazón desenfrenado de Jean Pierre. Pero su padre ya había dado con su escondite. Súbitamente tiró de sus piernas hasta hacerlo revelarse ante él. 

Sus uñas perforaron el suelo entarimado con temor. Aunque suplicara que no lo hiciera de nuevo, su padre descubrió la espalda de Jean Pierre y comenzó azotándolo con fuerza. Por cada golpe, dejaba heridas abiertas de las cuales brotaba sangre sin cesar. 

Cuando sus ojos se cerraban del dolor, divisó una moneda de plata tirada y olvidada a su lado. Por lo que desplazó su mano hacia esta y la sujetó con fuerza en tanto su padre seguía azotando su adolorida espalda. 

Después de un rato, su padre le dio una ultima advertencia y se marchó. Encerrándolo en aquel lugar sin poder moverse...

Vociferando, Jean Pierre quebró el espejo del baño. Encontrándose así mismo entre los pedazos de vidrio igual de rotos como él...


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