"Regresa inmediatamente."
Después de aquellas palabras, los talismanes camuflados brillaron y desaparecieron. Song Yewan y Xiao Qingchen intercambiaron miradas apenas dejaron de oír la voz de su shifu.
No hablaron. Sabían que el otro estaba en la misma situación.
Sin detenerse un minuto más, ambos comenzaron a prepararse para partir. Mientras uno tomaba rápidamente un baño, el otro guardaba todas sus pertenencias; después intercambiaron de puestos, y, al terminar, desayunaron juntos. Aun así, siguieron sin hablar ¿Qué había que decir? En los ojos de ambos se reflejaba la preocupación y la tristeza; no son necesarias las palabras. Como apoyo, sólo se tomaron de la mano para dar fuerzas al otro de esta manera.
¿Qué está pasando? ¿Por qué razón deben de volver? No lo saben; en el mensaje, sus maestros no fueron sinceros. Pero el alumno no es tonto y sabe que tras las palabras que intentaron sonar firmes y algo despreocupadas, en realidad, estaba escondido el recelo de su shifu advirtiéndole algo... como si temiera de un peligro.
Supuestamente, el pedido de retorno es debido a un problema interino de carácter urgente, por el cual necesitan a todos los discípulos presentes; no obstante... ¿por qué al escucharlo no se sintió que fuera totalmente una verdad? ¿es realmente este problema el peligro advertido?
Gracias a ello, ahora están inquietos.
La repentina orden de regreso, de hecho, se debe a una visión. Sus maestros habían soñado con el mismo escenario premonitorio la noche anterior: tiempos difíciles más una terrible guerra entre las poderosas sectas cultivadoras del mundo mortal llegarían prontamente.
En el sueño, los inmortales vieron la tierra arder y cubrirse de sangre y fuego; los inocentes morían cual ruines pecadores y los poderosos terminaron siendo comidos por las más pobres ratas. Mucha gente moría bajo la afilada espada o acosada por el hambre, algunos por el cansancio de huir. Niños y ancianos, hombres y mujeres, sean cultivadores o no.
En el sueño... ni siquiera después de meses se alzaba un lado vencedor o algún héroe llegaba para calmar los angustiados corazones del pueblo.
Sólo había muerte.
Temerosos de este pandemónium, no querían que sus pequeños discípulos se vieran enredados en tales asuntos del mundo mortal, por lo que inmediatamente, después de despertar, se encargaron de reunirlos antes de esconder aún más la secta con hechizos. Por supuesto, no olvidaron a aquel alumno ajeno a todo los problemas que sucederían; lo primero que hicieron al levantarse de la cama fue enviarle aquel talismán de comunicación.
Gracias a la visión, estos inmortales recordaron la razón que los hizo desentenderse del mundo mortal hace mucho. Ahora, se repite la historia, pero no quieren que su inocente discípulo abriera los ojos de la misma forma en que ellos lo hicieron. Entonces, decidieron que lo mejor era jalarlo de nuevo a su lado, manteniéndolos puros e ignorantes, cerca y a la vista; bien escondidos junto a sus demás hermanos y hermanas marciales en los terrenos de la secta.
Y claro, para lograr que regresaran, no debían de contarle sobre el sueño premonitorio. De lo contrario... saben que él se quedaría para ayudar.
—¿Qingchen? —Song Yewan detuvo su caminar cuando dejó de oír los pasos del contrario y notar que él mismo iba más adelantado. Da media vuelta y lo observa desde su lugar. Sabe el porqué él se había detenido, mas, en su mente, aún se niega a aceptar que ya era momento. Suspira—: Ah... es aquí.
En su pecho, algo tembló un poco doloroso. Aparta la mirada mordiéndose en secreto el labio.
No podía seguir viendo a su compañero sin sentirse aún más abatido por la separación ¿Pero qué hacer entonces? El distraerse tampoco ayudaba: cuando sus ojos miran de soslayo al horizonte a su derecha, se siente algo celoso, y cuando da otro bocado a su zong zi —no muy interesado en disfrutarlo apropiadamente— se siente desanimado al recordar que lo compraron juntos.
—Sí... Desde aquí, yo... debo de ir al oeste.
Song Yewan mira el camino que su amigo tomará. De aquel camino es el que se siente estúpidamente celoso al ser tal el que lo acompañará un tiempo más.
—Hm...
Xiao Qingchen está cabizbajo, nervioso, escarbando furtivamente la tierra con la punta de su zapato para distraerse. Tampoco podía mantenerle la mirada a su amigo, por lo que la esconde detrás de los velos translúcidos que cuelgan de su sombrero de bambú. Sus ojos ya no brillan, sus cejas están caídas y, aunque una suave sonrisa aún pende en sus labios rosas, esta es algo triste.
—Entonces... —El de túnicas claras no encontraba qué decir; no quería ser quien diera el adiós ¡pero tampoco quería que el otro lo hiciera primero!
En silencio, una brisa ondeó las túnicas de ambos y las hizo parecer mansas olas de mar.
—A-Chen.
Un latido saltó. Ambas miradas se encontraron una vez más, ambos rostros se sintieron de pronto cálidos.
—Gracias por todo. —Song Yewan tomó valor para decirlo ahora, porque tal vez no haya otra oportunidad para hacerlo—. Definitivamente, lo mejor de este viaje fue conocerte. Así que... Gracias.
Xiao Qingchen estaba con la boca abierta; las estrellas volvieron a brillar en la noche de sus ojos.
—Yewan...
Aún procesaba lo que su compañero le había dicho, cuando inconscientemente se iba acercando a él. Se sentía feliz, se sentía triste. Ambos la estaban pasando bien en compañía del otro ¿por qué deben de separarse ya? Si tan sólo hubiera una forma de mantener el contacto estando cada uno en su hogar, su tristeza no sería mucha.
Un paso más separaba ambos cuerpos. Song Yewan no se movió ni un poco al verlo aproximarse; sus pies están fijos en tierra, sus ojos expectantes de las acciones contrarias. Cuando sintió unos dedos acariciar su mejilla, sin pensarlo, inclinó su cabeza hacia ellos; no pensó que pronto se irían. Una sonrisa auténtica y divertida se dibujó en los labios de Xiao Qingchen cuando su amigo lo miró confundido.
—¡Jajajaja! ¡Yewan, tenías un poco de arroz ahí! —dice enseñándole lo dicho entre sus dedos—. Ahhh~ tan distraído ¿Realmente sobrevivirás allá afuera sin mí? Jajajaja.
Song Yewan se siente atacado y frunce un poco el ceño avergonzado. En sus adentros, en realidad se siente aliviado de escuchar nuevamente la risa de su compañero; piensa que es una buena forma de consolar su corazón antes de separarse.
De sus mangas color tinta, saca un pañuelo blanco con bordado de bambú. Con una mano toma la de Xiao Qingchen, y con la otra limpia cuidadosamente los largos dedos que tocaron los pegajosos granos de arroz.
—Eso está sucio. Xiao-xiong debe de considerar llevar siempre un pañuelo consigo, sino... —Al terminar, dobla con delicadeza el pañuelo, escondiendo la parte manchada en su interior. Toma de nuevo la mano de su sorprendido amigo y deja la tela en su palma, cerrándola en indicación que ahora eso era suyo—. ¿Qué será de él?
Sonríe. Muestra esa sonrisa que, además de los que crecieron con él, sólo Xiao Qingchen ha podido ser testigo.
—No... no lo sé...
Gime su respuesta sonriendo también. Guarda el obsequio en el collar de su túnica, a la altura de su corazón y, repentinamente, se abalanza hacia su mejor amigo. Lo abraza y es de inmediato correspondido.
—A–Zheeen- Prométeme que me vas a recordar, ¡porque yo si te recordaré!
—Hm. —Asiente abrazándolo más fuerte.
—Y cuando podamos volver a salir, ¡búscame! Yo lo primero que haré es buscarte ¡Ah! Y si salgo antes que tú, espérame ¡definitivamente iré a verte!
—Hm.
—¡Pero estate atento cuando en tu secta digan que botaron a un chico lindo de los terrenos! ¡Ese seré yo! ¡Y tienes que ir a avisarles para que no me golpeen demasiado fuerte!
—... pff JAJAJAJAJAJA.
Esa fue la primera vez que Xiao Qingchen escuchó reírse tan libremente a Song Yewan. La carcajada era asombrosa ¡había roto por completo la seriedad natural en su rostro! Ambos cayeron al suelo cuando Song Yewan no pudo sostenerse más sobre sus piernas.
En medio del paisaje llano y lleno de brotes de flores que indicaban el pronto final del invierno, un par de adolescentes están uno encima del otro. Blanco superponiéndose al negro; dos cuerpos están enredados en un abrazo.
—Hm, hm. Ese, sin lugar a dudas, sería A-Chen.
—¡YeWan! —Sus mejillas se tiñeron adorablemente de carmesí. Se separó un poco de él para poder sentarse y mirarlo a la cara. El otro también se acomodó.
—¿Sí?
Estaban tan cerca que el sombrero de bambú lograba cubrir la cabeza de ambos de la luz del sol, manteniendo los rostros de porcelana en sombra. Los velos blancos ondeaban alrededor, creando un ambiente de intimidad muy acogedor.
—Yo... te extrañaré. Gracias por ser mi amigo ¡ha sido muy divertido estar contigo! —dice uniendo ambas frentes como si deseara transmitir todos sus pensamientos a través del contacto—. ¡Gracias por dejarme estar a tu lado! ¡Lo mejor para mí también fue conocerte!
Y se abrazaron una vez más.
Entonces, estas almas predestinadas tuvieron que con gran pesar decirse el adiós.
O mejor dicho... el hasta pronto.
Durante el tiempo que invirtieron conociéndose, no se guardaron secreto alguno entre ellos e incluso le dieron al otro la ubicación detallada de la montaña de la que provenían. En esos momentos, poco les importó el hecho que, tiempo atrás, le juraron a los cielos mantener la información en reserva, ello como forma de agradecimiento a su shifu por haberlo recogido ¡Y es que no pudieron evitarlo! Algo les decía que lo revelaran sin temor, siendo este impulso más fuerte que su ya poderosa lealtad a sus maestros.
Sabiendo esto, los jóvenes tenían la esperanza de ir donde el otro para verlo cuando más se extrañasen.
El problema estaba en si se les dejaría ir de nuevo...
Sob, sob. Tan dramáticos, ah.