—Bienvenida a alive. ¿En qué puedo ayudarle?
Nui Sanz caminó lentamente hacia la caja. A su alrededor había varios estantes con diferentes suplementos alimenticios y artículos para el cuidado personal. Más atrás había varios pasillos con artículos de vestir y demás novedades. Al fondo había una unas escaleras que llevaban al segundo piso. Había oficinas ahí.
Nui Sanz no había estado en una tienda alive desde hace mucho tiempo, pero esta no parecía haber cambiado en nada.
Cuando Nui Sanz estaba a unos pasos de la caja, D.Ceive apareció bajando las escaleras y, en cuanto vio a Nui Sanz, corrió hacia la caja con una sonrisa en el rostro.
—Yo me encargaré de atenderla —le dijo a la cajera en turno, quien asintió con la cabeza y le cedió su estación de trabajo.
D.Ceive avanzó hacia la caja y miró a Nui Sanz.
Ella miraba a D.Ceive con recelo.
—No se preocupe, Sra. Sanz —dijo D.Ceive—; lo que sucedió entre usted y la compañía ya quedó en el pasado. Es más: gracias a esa experiencia nosotros hemos aprendido de nuestros errores para brindarle a usted y a todos nuestros clientes el trato que tanto se merecen.
Nui Sanz seguía mirando a D.Ceive con recelo.
Pero, al final, suspiró.
—Ya, como sea, mire: ya en el hospital me quitaron casi todo mi dinero, y yo cada vez peor, así que deme algo a ver si mejoro.
—Claro que sí. En su caso permítame recomendarle varios de nuestros suplementos alimenticios que la ayudarán en ese aspecto —D.Ceive se dirigió a los pasillos y tomó varios de los frascos con el precio más alto, y algunos de ellos eran exactamente los mismos que Nui Sanz solía tomar, solo que ahora tenían una nueva presentación y, por lo tanto, lucían completamente diferentes.
Nui Sanz tomó los diferentes frascos y los inspeccionó rápidamente.
—Oiga, pero están carísimos.
—Bueno, considerando el precio de las medicinas hoy en día, yo diría que su costo es más que razonable. Además, debido al estado de su enfermedad, necesita de nuestros mejores suplementos para experimentar ese bienestar que tanto necesita.
Nui Sanz miró fijamente y con recelo a D.Ceive.
Pero, al final, suspiró.
—Pues ya qué. Con tal de no sentirme tan de la chingada —Nui Sanz le dio los productos y su tarjeta de crédito a D.Ceive.
D.Ceive hizo todo lo posible para sonreír de la manera menos cínica y burlona posible.
Pero, antes de cobrarle, le entregó a Nui Sanz un documento.
—Y esto ¿qué es? —preguntó ella.
—Bueno —respondió D.Ceive—, antes de que podamos venderle cualquiera de nuestros productos, usted debe firmar este documento. Aquí dice básicamente que, debido a que nuestros productos no son medicamentos ni parte de un tratamiento, le recomendamos consultar a su médico antes de ingerirlos y, por lo mismo, no nos hacemos responsables de cualquier efecto secundario que podrían tener.
—¿O sea que estas cosas me pueden matar? —Nui Sanz preguntó bastante confundida e indignada.
—Por sí solas, no —respondió D.Ceive tranquilamente—, pero no sabemos qué efectos puedan tener junto con medicamentos ya que nosotros no somos un hospital. Pero si necesita acudir a uno, le recomiendo el St. Ann; ahí tienen en el mejor departamento de oncología del país.
— Un nuevo capítulo llegará pronto — Escribe una reseña