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45.45% Pasión Criminal / Chapter 50: 49

Capítulo 50: 49

A la mañana siguiente salimos desde temprano para irnos a la casa de la madre de Shiro. Quería que fuéramos juntos al ginecólogo hoy. Sería la primera vez que vengo a una consulta como tal. Siempre habíamos hecho todo en la casa. Vinimos con la esperanza de saber el sexo de nuestro bebé. Aún no sabemos si se deje ver. Luego estaríamos viajando a Beijing. La madre de Shiro tomará el lugar que le correspondía a su esposo y para eso necesita ir personalmente para reclamarlo todo a la fuerza. Será una guerra lo que va a desatar posiblemente, tenemos que estar preparados para ello.

—¿Estás nerviosa?— me preguntó Fumiko.

—Si, lo estoy.

—Cuando Shiro está nervioso le da con tocarse mucho el pelo. Si sigue como va, se quedará calvo antes de tiempo.

—Ya que no dice las cosas, al menos ya tengo cómo saber si me miente.

—Saben que las puedo escuchar hablando de mi, ¿Cierto?— dijo Shiro mirándome fijamente.

—Es tan orgulloso este cabrón. — dijo la madre de Shiro entre risas.

—¿Dónde esta lo que vas apostar, madre?

—¿Apostar?— pregunté.

—Si, quedó en regalarme su auto si lograba adivinar el sexo de nuestro bebé.

—¿Hasta de eso hacen apuestas ustedes?

—Ella empezó, a mi no me mires. — dijo Shiro. Al mirar a su madre ella desvío la mirada. Parecen dos niños echándose la culpa entre sí. No parecen adultos. Comencé a reír internamente.

Entramos los tres a la oficina del médico. Los nervios de todos era visible. Me dieron indicaciones y me llevaron a un pequeño cuarto donde el médico estaría realizando el sonograma.

—Todo se ve muy bien. El bebé está en muy buen estado.— dijo el doctor.

—¿Se dejó ver, doctor?— preguntó Shiro. Luego de un tiempo mirando la pantalla respondió.

—Tendrán una niña.— Shiro se volvió como un loco riendo.

—Te lo dije, madre. Ese será el auto de la princesa de la casa. — le dijo a su madre entre risas.

—¿Esta seguro, doctor?— preguntó Fumiko.

—Se dejó ver claramente, señora.

—Esa pequeña vendrá a cambiar las cosas. En hora buena.— sonrió.

Shiro se me acercó y me abrazó.

—¿Ves, princesa?

—¿Estás bien?— le pregunté. Su voz se escuchaba extraña.

—Si.

Subí mi cabeza intentando ver su rostro. Quedé impactada al ver que se estaba haciendo el fuerte, pero sus ojos mostraban lo contrario. Shiro estaba llorando de felicidad. Es la primera vez que lo veo así. Me conmovió verlo en ese estado. Al igual que yo, estaba deseoso de saber el sexo de nuestro bebé. Siempre tuvo obsesión con que fuera una niña. Fue un sueño hecho realidad para él.

—Eres tan mentiroso, idiota. — no pensé que iba a ver a Shiro algún día de esa forma. Es tan extraño. De alguna forma no me gusta verlo llorar, así sea de felicidad. Lo busqué abrazar para calmar sus lágrimas y fue como si eso no lo hubiera ayudado, al contrario, lo hizo llorar más. La madre de Shiro se quedó mirándolo con una sonrisa en su rostro.

—Al menos sé que algo puede conmover a mi hijo, eso me da felicidad, pero a la vez tristeza. — creo saber porque lo dice. Supongo que es por lo que me contó Shiro de su familia.

Luego de un rato logró calmarse. El médico nos dió unas imágenes de nuestra bebé. Aún no sabemos qué nombre le pondremos, pero más adelante lo decidiremos. El médico me dió indicaciones antes de irnos, nada que ya no estuviera haciendo.

El camino al aeropuerto fue en silencio. Shiro agarró mi mano por todo el camino. La madre de Shiro lucía extraña, no dejó de mirar por la ventana. El viaje a Beijing, China; pareció eterno a pesar de no ser tan lejos. No hicimos más que bajar del avión y la madre de Shiro se adelantó a bajar. Quise irme detrás de ella, pero Shiro me sujetó el brazo.

—Será mejor dejarla sola. Quédate al lado mío en todo momento.

—¿Qué sucede? — le pregunté.

—Solo hazme caso, princesa.

—Esta bien.— Shiro se veía como inquieto. No entiendo el porqué. Íbamos a subirnos en el auto que había venido a recogernos, pero Shiro me jaló del brazo.

—Tengo que hacer algo antes de irnos. Acompáñame. — me jaló del brazo nuevamente y me hizo caminar a su paso.

—Eso duele. No seas tan brusco.

—Lo siento. — me soltó el brazo y me agarró la mano. Las maletas se quedaron al lado del auto. Algo está sucediendo cuando está actuando de esta manera.

—¿Y tu mamá? Tienes que avisarle.

—No te preocupes, ella sabe qué hacer. No se va a perder aquí.

—No deberías ser tan malo con tu mamá. Está pasando un mal momento, Shiro.

—Ya me di cuenta. Un muy mal momento. Espero tenga una explicación para esto.

—¿Para qué? — al mirar al frente vi unos hombres armados que se dirigían hacia nosotros y Shiro me jaló por la mano para que corriera con el. Lo peor es que Shiro no tiene a sus hombres aquí. El no ha que querido tenerlos porque dice que me tiene a mi, pero ahora más que nada los necesitamos. — ¿Son ellos policías?

—No. Son Yakuzas y contratados por mi madre.

—¿Qué? ¿Tu madre?

—¿Y cómo sabes eso? ¿Por que tu madre haría algo así?

—Eso quiero saber yo. — Shiro se veía molesto

Tiene que haber un error. Yo no creo que ella haya algo así. No a su hijo y a su nieto.

—¿Qué te hace pensar que ella tiene algo que ver, Shiro?

—No es el momento de hablar. Vámonos.

Entramos al aeropuerto y Shiro se detuvo dentro de una tienda donde vendían bufandas y gorras. Compró dos y se la puso. Me recogió el pelo y me puso la otra a mi.

—No te la quites y tampoco te separes de mí.

Nos quedamos en la tienda mientras Shiro hacia una llamada a sus hombres. Me quedé mirando discretamente alrededor y no ví ningún movimiento extraño.

—Estarán aquí en unos 15 minutos. Tenemos que buscar la forma de salir del aeropuerto. Las salidas deben estar vigiladas.

—¿Y si nos vamos por la pista?

—No es buena idea. Es un espacio abierto, seríamos presa fácil; Además estás embarazada, no puedo dejar que te arriesgues de nuevo por mi.

—Lo importante es salir de aquí, Shiro. ¿Tienes un arma?

—Si, pero no puedo usarla aquí. — Shiro se quedó pensando por unos minutos y me jaló de la nada.

—Iremos al estacionamiento. Ahí podemos salir si no están esperándonos. No podemos usar el ascensor para subir. Así que tendremos que subir por las escaleras eléctricas al tercer piso. En alguna parte entre el gate C35- C40 está la puerta de las escaleras. Si bajamos por ahí llegaremos a la planta baja, esa planta nos llevará directo al primer piso y al estacionamiento. Podemos usar los autos de escudo, de ser necesario.

Hicimos todo lo que dijo hasta llegar al estacionamiento. Nos ocultamos detrás de un auto al ver movimiento extraño en el ascensor del lado contrario a las escaleras de dónde subimos.

—No sabía que conocías tanto este aeropuerto, Shiro.

—No lo conozco, pero ponerse en la posición del enemigo y conocer las posibles movidas puede servir de mucho en estas situaciones.

—¿Qué haremos con esos hombres de ahí?

—Nada. No son una amenaza en este momento. Solo tenemos que salir del estacionamiento por la entrada de los autos.

—Ahí hay un guardia de seguridad, no creo que nos deje salir de este lugar.

—De ese si hay que desahacernos.

Caminamos alrededor de los autos hasta llegar a la pequeña caseta de seguridad. El guardia no pudo decir nada ya que Shiro le disparó antes de que pudiera hacerlo. Eso alertó a los hombres que estaban por el ascensor y se dirigieron acá. Shiro me jaló y corrimos afuera.

—No debiste hacer tanto ruido, Shiro.

—Para la próxima le invito una cerveza para que salga. — dijo en un tono sarcástico.

El teléfono sonó mientras corríamos y nos detuvimos en un pequeño puente que había para entrar al edificio del estacionamiento.

—Es mi madre.

—Responde.

Shiro respondió la llamada.

—Eres una traidora, madre. No pensé que me harías esto.

—Perdóname, hijo. Es por el bien de los dos.

—¿Por el bien de los dos? Será por tu bien. Estás arriesgando a mi mujer y mi hija para ganar no sé qué cosa. Tenemos de tus hombres en nuestro trasero. Si llegaban hacerle daño a mi familia, olvidaré que eres mi madre.

—Solo huye como sabes hacer. A esos hombres no los manejo yo.

—Maldita seas, madre. — Shiro cortó la llamada de mala gana.

Me agarró la mano para que siguiera corriendo y traté de hacerlo, pero mis fuerzas no son las mismas de antes. Me esforcé lo más que pude para correr a su paso.

—No puedo correr mas, Shiro.— me detuve tratando de coger aliento. No podía más. Me estaba sintiendo muy mareada y cansada como para seguir corriendo.

—Esta perra está arriesgandote. Esto no puedo perdonarlo.

—No hables así de tu madre, Shiro.

—Quedémonos aquí. No vamos a seguir corriendo. Llamaré a mis hombres para que nos recojan en este lugar. No veo movimiento de los hombres que nos estaban siguiendo. —Shiro sacó su teléfono y llamó a sus hombres. Nos quedamos en esa área esperando y mirando a todas partes que no vinieran. Pasaban diferentes autos y cada auto que pasaba Shiro se quedaba viéndolos.

—Siento mucho ser una molestia, Shiro.

—¿Qué estás diciendo, niña tonta? No vuelvas a decir eso o me voy a molestar contigo. No hemos estado teniendo buenos días y esa sucia lo sabe. No sé porque mierda hace esto. Ella sabe que estás embarazada, ella misma me reclamo por arriesgarte tantas veces y ella está haciendo lo mismo. Esto no lo puedo pasar por alto.

—Debe tener una buena razón, Shiro. No odies a tu madre. Ella te ama más que nada y a su nieta también, estoy segura de ello.

—No hay justificación para lo que está haciendo. La mataré.

—Shiro, no digas eso ni en broma. Ella es tu madre.

—Una madre no le hace esto a un hijo. Te advertí que no confíes en nadie. Estás confiando demasiado en ella.

Los hombres de Shiro llegaron en una camioneta y se bajaron armados.

—Todo está bien. Vámonos. — Shiro me ayudó a levantarme y nos subimos a la camioneta.

No me gusta oírlo hablar así y menos de su madre. Estoy segura que debe tener una razón para hacer todo esto.


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