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13.91% Alma Negra / Chapter 27: 27

Capítulo 27: 27

Se dio cuenta de que sus manos estaban amarradas y me miró.

—¿Por qué haces esto? ¿Es una fantasía que tienes?

—¿Creíste que iba a permitir que te escaparas otra vez?— puse mi mano en su mentón—. Tú y yo tenemos una cuenta pendiente, mocosa— giró su cara y cerró los ojos—. No te vayas a morir, niña, al menos, no en mi apartamento.

—¿Qué quieres de mí? ¿No te fue suficiente con lo que me hiciste?

—¿Con lo que te hice? ¿Y qué te hice, según tu?

—Te portaste como un animal salvaje.

—¿Otra vez con ese insulto, estúpida? ¿Cómo te atreves? Debería rebanarte.

—Me harías un gran favor — sonrió—. ¿Cómo es que estoy aquí? ¿Cómo me encontraste?

—Eso no importa, tómate estas pastillas — busqué otras pastillas y las acerqué a su boca.

—¿Por qué haces esto? ¿No dijiste que querías rebanarme?

—Sería muy aburrido matarte tan rápido, al menos pon resistencia y así me divierto.

—¿No estás exagerando mucho? ¿Eres del típico hombre que se ofende si le dicen la verdad en la cara?

—Me estás irritando.

—No sé quién seas o a qué estás dispuesto a llegar por esa tontería, pero se supone que la que quiera matarte sea yo. Me robaste mi primera vez de esa forma tan mala, no sabes ni siquiera tratar a una mujer en la cama. Podrás ser muy lindo, pero eres un inútil. Ni siquiera sabes hacer sentir bien a una mujer. ¡Eres un asco!

—¿Qué dijiste? — puse mi mano en su cuello, y ella sonrió.

—Lo que escuchaste. ¿Estás ardido porque te digo la verdad en la cara? ¡Eres un cobarde!

—Mira quien habla de cobarde — quité mi mano de su cuello, y sonreí—.  La tonta que se deja golpear por su padrastro y sus hermanastras. ¿No te da vergüenza llamar a los demás cobarde, cuando tú eres la primera?

—Veo que realmente eres un acosador. ¿No te da lastima admitir que has estado acosando a una mocosa como yo? Jamás nadie se había preocupado tanto por mi, ¿Debería agradecerte?

—Eres la mujer más insoportable que haya conocido alguna vez, pero ya tendré el momento de cobrarte todas las que me debes.

Fui a la cocina por un vaso con agua y se lo traje.

—Tómate las pastillas y ahógate con ellas— las acerqué a su rostro y abrió la boca—. Son unas pastillas lo que te vas a meter a la boca, no otra cosa. ¿Por qué demonios la abres como si fueras a tragarte un… ?— arqueó una ceja, y sonrió —. Olvídalo — le acerqué el vaso de agua, y se lo tomó.

—Necesito usar el baño.

—No te voy a soltar, ese truco conmigo no va.

—¿Prefieres que me orine en tu cama?

—Eres una… — no pude terminar de decirlo, y ella sonrió—. No pruebes mi paciencia, porque tengo muy poca.

—Tú no pruebes mi vejiga, porque te aseguro que es muy poco lo que podré aguantar si no me dejas ir.

—Debería dejarte ahí hasta que explotes.

—No creo que sea algo que te convenga. No creo que pueda aguantar más, lo haré aquí.

—No te atrevas a orinar mi cama, o te haré pedazos—saqué la cuchilla de mi pantalón, y corté la soga que la sujetaba—. Muévete al baño, y como trates de hacer algo indebido, no respondo.

Se levantó lentamente de la cama y caminó al baño. Esta mujer me pone de mal humor.

Al salir del baño, tenía la ropa interior que había dejado en el Hotel en la mano, la sacudió y me miró.

—No sabía que eras tan pervertido. Que asco me das.

—No es lo que crees, eso lo dejaste en el Hotel.

—¿Y qué hace en tu baño? No sabía que te gusta coleccionarlos, a menos que sea para ponértelo, pero no pareces ese tipo de persona; aunque las apariencias engañan.

—¡Dame eso acá!— se lo arrebaté de las manos—. No seas pendeja, jamás estaría interesado en ese tipo de cosas, ni mucho menos en algo que tenga que ver contigo. Si estaba eso aquí, es porque lo dejaste ese día y no tuve tiempo de quemarlo.

—Han pasado dos semanas desde esa noche, ¿Y a poco no has tenido tiempo de hacerlo? ¿Podrías soltar mi ropa interior? Verte con ella en la mano, me es algo incómodo.

La tiré a otra parte, y le agarré el brazo bruscamente.

—Deja de colmar mi paciencia.

—Pero si el pervertido eres tú. Se supone que sea yo quien se moleste, tenías mi ropa interior en tu baño, ¿Cómo no voy a protestar?

—¡Ya cállate! Vete a la cama, voy a volver amarrarte.

—¿Tienes ese tipo de fantasias?

—¿Por quién me tomas, ridícula?

—¿Por un pervertido que roba pantys? 

La halé bruscamente, y la tiré sobre la cama.

—¿Te crees muy graciosa? Te voy a enseñar a respetarme, ridícula— me subí sobre ella y la presioné contra la cama.

—No sé tu, pero no me interesa hacerlo contigo otra vez.

—Tú no decides nada, ahora puedo hacerte lo que se me dé la gana. 

—Tú mismo dijiste que no tenías interés en mi. Entonces ¿Por qué buscas tener algo conmigo?

—Para callarte la boca, ¿Para qué más?

—Yo no quiero hacerlo contigo otra vez. La primera vez estuve dolorida por tu culpa. Esto del sexo no se te da bien, deberías optar por usar solo tu mano.

Agarré su mano y la llevé a mi pantalón.

—Entonces dale buen uso a la tuya, o a esa boca que dice tantas imprudencias.


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