—Quiero que te quedes en la casa y no pongas resistencia, lisa, ahora más que nunca debes hacerme caso.
—Esta bien, si eso te hace sentir tranquilo, pero quiero que tú también te cuides. No quiero que te pase nada.
—Lisa, si algo llega a pasarme… — interrumpí antes que pudiera decir una estupidez.
—No te va a pasar nada, ¿Acaso eres demasiado imbécil como para dejarte matar por esa rata?
—No se trata de eso, lisa.
—Así es como lo veo. Eres un hombre fuerte, siempre lo has sido y no creo que pierdas ante semejante rata. No pienses en cosas negativas. Vamos a salir de esta juntos. No es mucho lo que sé hacer, pero quiero protegerte de la misma forma que tú nos proteges a nosotras. Permíteme estar a tu lado ahora más que nunca— me molesta ver a Akira de esta forma, me duele el alma al saber que ese desgraciado quiere hacerle tanto daño, y peor aún, con su madre. No puedo llorar ahora, necesito servirle de apoyo en un momento como este. Llorar solo lo haría sentir peor.
—¿Te he dicho lo hermosa que te ves cuando hablas con actitud?— acarició mi mejilla—. Creo que valió la pena pasar estas semanas sin acercarme a ti.
—¿Habrías sido capaz de quitarme a mis hijas?— no era el momento, pero tenía que sacarme esa angustia.
—No, ¿Cómo podría hacer algo como eso?
—Parecías muy seguro de lo que dijiste.
—No, jamás haría nada que le hiciera daño a Kaori y a ti, tonta.
—Siento mucho haber dudado de ti.
—No importa, porque de algo sirvió, ¿No crees?
—Supongo que tienes razón, aunque no he aprendido mucho. Siento mucho ser tan mala para esto, sé que no soy la mujer perfecta que quieres contigo. Sé que soy una inútil, buena para nada y…—me interrumpió molesto.
—Cállate, si dices una palabra más te mataré.
—Lo siento.
—Es cierto que no eres la mujer perfecta, que eres muy tonta e inútil en ocasiones, yo también lo soy. Si fuéramos perfectos no podríamos estar juntos, tú me complementas a mi y eso es suficiente. Me gusta como eres, aunque me hagas molestarme y me inrrites tanto como lo haces. Por que mira que eres muy necia, corderito— bajé la cabeza—. A veces siento ganas de matarte, pero a la misma vez de cuidarte. Me pasan muchos pensamientos horribles cuando me haces enojar, pero jamás te haría daño; aún así no te cambiaría por ninguna— puso su mano en mi cuello obligándome a mirarlo—. Te amo como a nadie, ¿Por qué no te das cuenta de eso?
—Akira— se escuchó el sonido de unos cristales rompiéndose y Akira se levantó de la cama, buscando el arma.
—¡Vete al baño!—me ordenó, pero antes de que pudiera correr al baño, rompieron la puerta del cuarto y entraron dos hombres armados. Akira les disparó a los dos y se acercó a mí cubriéndome—. ¡Hay que salir de aquí!— recogió la ropa de él y la mía, y me la dio. Me vestí lo más rápido que pude. Akira agarró el arma de uno de los hombres que mató y me la dio.
—Creo que es el momento de trabajar en equipo. No pensé que sería tan pronto.
—Si— no lo pensé dos veces para responder.
—No podemos saltar por la ventana, es muy alto y te harías daño. Vamos a tener que salir por aquí, no sabemos cuántas personas más pueden haber. Quiero que estes a mi espalda, no se te ocurra salirte de ahí— asentí con mi cabeza y se asomó por la puerta, pero no vio a nadie, agarró mi mano para salir de la habitación. ¿Cómo dieron con este lugar? ¿Quién podría ser? Bajamos las escaleras y no vimos a nadie; luego se asomó por la ventana, mirando el auto a ver si no había nadie afuera. Miré a nuestra espalda y en instantes salieron un sinnúmero de hombres apuntando a nuestra dirección. Akira y yo apuntamos a donde ellos. Eran demasiados, solo somos dos y tienen unas armas más grandes y potentes que las nuestra.
—¿Quiénes los mandaron?— preguntó Akira.
—Tanto tiempo sin vernos, hijo— vi a un hombre algo mayor, que se detuvo en frente de todos esos hombres. Debe ser su padre, se parecía mucho a Akira. Miré a Akira que con su semblante confirmó mis sospechas. Su expresión lucía aterradora. Akira se puso enfrente de mí cubriéndome de ellos. ¿Cómo vamos a poder salir de esta?