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2.99% Metalord Revolution por Sylar / Chapter 8: CAPITULO 8 EL GUANTELETE “MAGICO” por Sylar

Capítulo 8: CAPITULO 8 EL GUANTELETE “MAGICO” por Sylar

PERSPECTIVA: Rozuel Drayt

El refugio subterráneo del hospital resulto ser más grande de lo que esperaba, pese a la cantidad de gente que había aun tenía espacio para una buena cantidad más y contaba con iluminación mediante un amplio número de pequeños faroles encendidos con piedras mágicas de fuego.

Como era de esperar me comí a todo oído un buen sermón por parte de madre y culmino con un abrazo materno. Habían pasado un buen par de horas desde el ataque perpetrados por los bandidos, otro llega al refugio pero no se trataba de un aldeano buscando un sitio seguro, sino que era la bruja de brazos fornidos de piel morena y larga espada que cargaba en su espalda, la mano derecha de la Eldar, Naya, quien estaba acercándose a mí.

—La Eldar quiere hablar contigo, Rozuel Drayt, ¿vendrías conmigo un momento? –Comunico ella.

Parece que la líder de todo el pueblo mando a su gorila a buscarme para tener una charla privada, normalmente la rechazaría, pero tratándose de la mandamás de Windaz tenía curiosidad sobre lo que quería decirme y acepte ir.

— ¡Momento!... –Exclamo madre.

Ella insistió en ir también y de no hacerlo no me permitiría ver a la Eldar, Naya no tuvo problemas para aceptar su condición y permitirle venir.

El alba se acercaba y las calles de Windaz recobraba algo de tranquilidad tras el asalto de los bandidos, algunas brujas encargadas de defender el poblado seguían patrullando los alrededores atentas a cualquier amenaza, el número de ellas era menor comparado hace horas.

Habíamos llegamos al lugar donde yacía la mandamás, una peculiar casa de dos pisos, aunque este no era su hogar, sino el edificio en donde llevaba a cabo sus funciones como una entidad política, algo así como un ayuntamiento, al entrar subimos por unas escaleras para encontrarnos con la Eldar en persona sentada sobre su escritorio en la sala donde administrada su autoridad, de cerca podía notar mejor sus rasgos físicos, una mujer de tez blanco en sus 30 o 40 años, cabello corto negro con una esbelta figura pero muy delgada casi al punto de parecer físicamente débil, vestía un ropaje color ocre similar a una chaqueta acompañado del típico sombrero puntiagudo y un collar blanco de perlas.

—Es un placer conocerte, joven Rozuel, y me alegra volvernos a ver Marian –Saludo con una voz que infundía un natural tono amistoso —Me llamo Sara Dorbo.

La imagen que tenía sobre su personalidad era todo lo opuesto, la imaginaba más como alguien de carácter gruñón similar a un corrupto político o con el temperamento de un mafioso, aunque ya la había visto en otras ocasiones esta era la primera vez que entablaba una conversación con ella.

— ¿Qué razones tendría la gran Eldar para hablar con un no mago como yo? –Pregunte.

—Lo de "gran" es algo innecesario, pese a mi puesto sigo siendo alguien ordinaria –Contesto ella acompañado de una terrible tos.

— ¿Se encuentra bien mi señora?, ¿ha tomado su medicina? –Intervino preocupada su mano derecha.

—Estoy bien… la tome hace un momento, disculpa por preocuparte.

Me entero de que Sara se encontraba bajo la afección de una enfermedad pulmonar, combatiéndolo tanto con voluntad como con medicamentos administrado por la alquimista.

—La razón del porque te pedí venir, es que necesito de tu ayuda –Hablo la Eldar.

— ¿Ayuda?, ¿de un niño de 4 años sin talento para la magia?, ¿me pregunto qué puede esperar de mí? –Dije con un tono sobreactuada de ignorancia.

—No te hagas el listo –Agrego Naya —Muchos se ha hablado de ti, un niño no mago que usa extraños artefactos mágicos capaz de hacer frente un mago y eventualmente lograste vencer solo a un cantidad destacables de bandidos pertenecientes a los forajidos de Lars, la bruja que estuvo allí presenciándolo todo me detallo de lo ocurrido, sonaba imposible de creer pero al ver los cuerpos… empecé a dejar mi incredulidad a un lado.

De modo que esa joven bruja que estaba vigilando sola esa parte sobrevivió, veía venir que ella terminaría contando todo lo sucedido, llame la atención más de la necesaria.

—Te lo suplico que nos prestes tu fuerza un momento, tras logras repeler con éxito a los bandidos, muchas brujas terminaron heridas y se encuentran en este momento siendo trasladados con urgencia al hospital, algunos sufrieron heridas tan graves que no lograron sobrevivir, nuestras fuerzas han mermado y si fuéramos atacados otra vez, quizás esta vez no tengamos oportunidad –Explico la Eldar.

— ¡Me niego! –Respondí de inmediato.

— ¡Miserable!, ¿¡cómo puedes decir eso después de que te lo ha pedido con toda humildad!? –Protesto Naya.

—Esa es mi opinión, pero la respuesta final no depende de mí.

Mire a madre al decir eso, deje que ella tuviera la última palabra de esta decisión, si aceptaba yo me quedaría a ayudar, de lo contrario nos iríamos como teníamos planeados desde ayer.

—La respuesta es no, nos vamos de aquí Roz –Respondió ella por su parte.

— ¡Espera!, se lo ruego… Windaz podría correr el riesgo de perecer –Suplico Sarán con sus manos juntas.

—¿Y cuando mi hijo estuvo cerca de perecer también?, ¿¡quién le ayudo!?, ¿cuándo fue el centro del trato indiferente de todos?, ¿¡quién de este pueblo estuvo para darle una mano siquiera!? –Añadió mi madre conteniendo su rabia —Nunca en mi vida he despreciado a alguien, las enseñanzas y educación que recibí de mi madre no me lo permitían, pero estos últimos acontecimientos… ¡hicieron posible eso!, ¿sabes lo que es sentir tanto rencor e impotencia suprimida en años?, ¡cuando vi a mi Roz, a mi único hijo y razón de vivir soportar todo ese tormento y casi morir!, ¡no lo podía soportar!, ¡lo odio!, ¡odio a todos los que se atrevieron a hacerle daño a mi hijo!, ¡ODIO A TODO ESTE PUEBLO!.

Ni Naya o la misma Sara tenían una respuesta para sofocar tanta frustración, sea que algunas de la dos esté al tanto o no sobre nuestras vidas, nada iba a cambiar la decisión de madre, al dejar en claro su punto nos dirigimos a la puerta.

— ¡Preparare lo que necesiten para su mudanza! –Ofreció la Eldar —Marian, sé que tú y tu hijo están por mudarse, si me ayudan, prometo darles todo lo que precisen desde dinero o transporte para donde quieran ir, sé que a este punto es imposible convencerles de que se queden, estaba al tanto de lo que el joven Rozuel sufría pero aun así me negué a creerlo, no merezco ser perdonada, si es necesario me arrodillare y dejare que golpees todo lo que quieras, pero por favor… ¡ayúdanos!, tanto tu poder curativo como la fuerza de tu hijo, ¡te lo ruego!.

La Eldar se levantó de su escritorio y camino hacia mi madre poniendo de rodillas justo a sus pies.

— ¡Mi señora, no debería esforzarse…!.

— ¡No!, lo merezco, es mi culpa que una de mis viejas amistades haya tomado esta decisión, mi ignorancia es el responsable, pero por favor… ¡no dejes que Windaz pague el precio de mi torpeza!, te lo suplico Marian.

Mi madre miraba a la Eldar con ojos de indiferencia, parecían tener una historia de vieja amistad entre ambas, madre suspirando acepto con la condición de que yo estuviera de acuerdo y tras lo oído, me sentiría en el fondo con cierta "culpa" si lo rechazara una segunda vez, por lo que acepte por mi parte también.

La Eldar entre lágrimas se levanta agradeciéndonos, vuelve a toser pero eso no le impide sonreír. Ahora que hemos aceptado quedarnos de momento hasta pasar el conflicto, me di cuenta de que con la pistola mucho no haría si fuéramos atacados por otro grupo numeroso, la uzi la única capaz de permitirme enfrentar una amenaza semejante pero requería munición, crearla en casa con el metalito que había no me costaba nada, pero ahora que mis armas se han vuelto el centro de atención para muchos debía revelar su origen bajo "ciertas condiciones".

—Necesito pedirte un favor –Le comunique a Naya —Reúne a las brujas restantes que están en condiciones de defender el pueblo en la plaza del centro, tengo algo que mostrarle.

Luego partí a casa con el permiso de madre para buscar la pistola, la munición que tenia de esta y una cantidad necesaria de metalito para la eventual creación de municiones para la uzi, pero no sería aquí donde lo haría, comprimiendo el tamaño y peso de la cantidad del mineral que dispuse para llevarlo al lugar acordado con Naya.

Mi plan consistía en mostrar como creaba fue que hice estas armas, pero de hacerlo terminaría revelando mi naturaleza Esper, cosas que de momento quiero ocultar, ¿entonces cuál es la solución?.

Mi respuesta nos lleva a que algún momento había planeado esto y desde entonces además de haber creado dos armas (la pistola y la Uzi), también había diseñado otra cosa, un guantelete metálico adornado con un pedazo de metalito en la parte dorsal de la palma para darle un toque místico, ¿pero qué relación tenía mi idea con esto?.

Este guantelete seria la excusa perfecta para ocultar la naturaleza de mi verdadero poder, fingiendo que es un artefacto mágico que me permite manipular el metal para crear cualquier cosa a mí manejo, mi identidad Esper estaría asegurada. Cabe decir que a diferencia de la pistola o la uzi, crearlo me llevo mucho menos de lo esperado, quizás por ser menos complejo que un arma de fuego, pero lo que si me costó fue su diseño, lo pensaba tanto que casi me iba a dar por vencido.

Me lo puse en el brazo derecho y me dirigí al centro del pueblo, allí se encontraba un extenso prado con una fuente en medio y árboles para darle ese toque natural al sitio, un lugar ideal para meditar.

Al llegar estaban Naya y las brujas que disponían de la fuerza para defender su patria, habiendo alrededor de 3 docenas y media, evidentemente el número de bajas era atroz si lo comparamos con la anterior cantidad antes del primer asalto de los forajidos.

—Estamos todas aquí, ¿qué es lo que quieres mostrarnos? –Pregunto Naya.

Desenfunde la pistola a la vista de todos, algunas parecían conocerle dado a su claro gesto de temor a esta, incluso mostré la uzi también, acto seguido el metálico que había comprimido de tamaño lo altero a los ojos de todo tocándolo con el guantelete para regresarlo a su forma original.

— ¡Esto es metalito!, ¿de dónde lo sacaste? –Pregunta Naya.

—Eso no es lo importante, lo que importa es esto…

A sus ojos ven como el metal se vuelve líquido y comienza a tomar forma de acuerdo a mis pensamientos, creando en cuestión de minutos una pequeña escultura que cabía en la palma de mi mano.

—¿Cómo… haces eso?.

Conteste su pregunta al dirigir su atención en el guantelete, explicando que era mágico y me lo encontré en una cueva subterránea junto al metalito, desde entonces soy capaz de manipular el metal mediante este artefacto y crear objetos a través de él usando metales como el recurso principal para moldearlo a la imagen que deseaba.

— ¿Esto es un artefacto mágico?, no siento que emane algún aura o poder -Comento Naya examinando de cerca al guantelete.

Incluso deje que algunas se lo pusieran para que intentaran probar su poder, pero nada hacía porque obviamente no tenía tales poderes, con esto idee la cuartada de que era el único capaz de usarlo.

—Incluso ni mi madre es capaz de activar su habilidad, es como si al habérmelo puesto me convirtiera en su dueño legítimo, siendo el único capaz de hacerlo, al menos esa es mi teoría –Explique a todas las presentes.

El guantelete les parecía sospechoso como artefacto mágico al no sentir energía mágica alguna fluir de esta, pero dado a que no encontraban otra explicación término por ser algo verídico para todas, en cuanto a cómo se me ocurrió crear tan inusuales armas, solo respondí...

—Eso es un secreto.

Naya aseguro que tales obras eran dignos de un genio, ya que nunca había visto algo similar con un poder así, las muchachas al escuchar que tales artefactos estarían usándose para defender al pueblo se sintieron algo tranquilizadas comparados al rostro que tenían cuando las vi al llegar.

Con el tiempo que disponía me puse a crear las municiones para la uzi llevando el guantelete en el brazo, en un día pude hacer dos cargadores y por fortuna no atacaron Windaz. Al cabo de otros dos días una pequeña oleada de bandidos fue detectado al lado norte, todas las brujas y yo nos dispusimos a pelear contra ellos, si bien el número de enemigos era aún menos que la vez que invadieron el lado este. Con la magia de las brujas y el poder de la uzi vencerlos fue pan comido, algunos lograron escapar, pero después de ese último intento no supimos más de los forajidos de Lars.

Windaz se recuperaba con amplia mejoría, la mayoría de los heridos se les fue dado de alta y casi todo los daños estructurales estaban reparado. Nosotros el grupo encargado de la defensa seguíamos vigilando por las dudas aunque el pronóstico parecía asegurar que el pueblo volvería a la calma en cuestión de poco tiempo, en estos últimos días las brujas con la cual colaborada se comportaban más amistosa de lo usual, de hecho eran las primeras en tratarme con semejanza desde mi madre, Naya o la Eldar.

Una tranquila noche cae y mi turno de guardia culmina por hoy retirándome a casa, en el camino me topo con Naya y la Eldar quienes vinieron con algo importante para enseñarme, me pidieron que le siguieran hasta la capilla, el sitio en que los devotos religiosos le rezaban a su deidad llamada Astado.

—Sabes que no soy una persona muy espiritual, nunca he asistido a una sola misa antes o después de que todos empezaban a verme de manera indiferente –Le dije yo.

—Lo sé, pero la razón por la que te trajimos aquí es para enseñarte la razón del porque los forajidos de Lars nos atacaron, seguramente a este punto te habrás dado cuenta de que no fue por un simple saqueo –Manifestó la Eldar.

Era cierto, si fueran bandidos particulares no me plantaría esa duda, sin embargo tratamos con un grupo de movimientos coordinados, con buen equipo y que cuenta con un número de miembros de guerreros experimentados en sus filas, estos forajidos liderados por ese tal Lars no eran meros ladrones, lo que sea que buscaban en Windaz, me parecía que era más allá de solo ser dinero, joyas o cualquier objeto material ordinario de valor, pareciera que había una razón mucho más grande, lo suficiente como para que su líder derroche las vidas de los suyos.

—Honestamente, pedí a la Eldar no hacerlo ya que no era necesario –Opino Naya.

—Pero nos ayudaste arriesgando tu propia vida para salvar a aquellos que te han tratado mal todo este tiempo –Asevero Sarán.

—Sabes que nunca lo hice por ellos, sino por mi madre –Le aclare.

—Lo sé y gracias a eso protegiste a Windaz también, quisiera agradecértelo compartiendo este secreto contigo, sé que no es nada comparado a lo que has hecho por nosotros…

—¿¡Pero que dice mi señora!?, ¿¡"que es esto no es nada"!?, ¡este secreto juega algo de suma importancia para Windaz!, este mocoso debería estar agradecido de que se lo enseñe –Comento su mano derecha.

—Está bien Naya, sé que el secreto es importante, pero la seguridad de los habitantes de Windaz lo es aún más para mí.

—Mi señora…

Sea lo que fuesen que vayan a mostrarse, sin duda era algo importante para ellos, el exterior de la capilla se veía como cualquier sitio oratorio de algún culto normal, cantidades numerosas de banquillos, decoraciones sagradas y el altar del sacerdote con la figura de la deidad colocada allí mimo.

Astado, el dios que representa a las brujas, era mostrado como un bello hombre adulto semidesnudo con un par de cuernos de ciervo en su cabeza, llevando una larga capa hecha de hojas la cual envolvía su cuerpo cubriendo sus partes íntimas y en su mano derecha portaba un cetro de madera.

Tanto la Eldar como Naya me llevaron al salón en donde la sacerdote preparaba su vestimenta para las misas que se llevaban, abriendo una entrada secreta a un sótano oculto, al bajar unas luces mágicas como flamas contenidas en pequeños faroles se enciende para iluminar una estrecha y vacía sala.

— ¿Eh?, ¿qué se supone que hay aquí? –Pregunte en mi mente.

La Eldar se acerca primero levantando una mano para deshacer una especie de barrera que ocultaba un pequeño pedestal en el que arriba se hallaba un huevo de oro del tamaño de una calabaza adornada con una piedra preciosa de color morado en la punta.

—He aquí el mayor secreto de Windaz –Señalo Naya al huevo.

¿Qué secreto llevaba consigo este huevo dorado?, tenía el presentimiento de que alguna historia de fondo trascendía sobre este solido objeto de incalculable valor.

Continuara…


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