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63.8% Hush-hush / Chapter 67: cap. 5

Capítulo 67: cap. 5

Me levanté la mañana siguiente con una contractura muscular en mi cuello y un distante recuerdo de un extraño sueño descolorido. Después de la ducha, me puse un vestido de estampado de cebra, unas mallas y botines. Aunque fuera sólo por eso, al menos lucía arreglada por fuera. Afinar el desorden en el interior era un proyecto más grande de lo que podía afrontar en cuarenta y cinco minutos.

Me apresuré a la cocina para encontrar a mamá haciendo avena de la manera antigua en una olla en la estufa. Era la primera vez que podía recordar desde la muerte de mi padre, que la había hecho a partir de cero. Siguiendo el drama de la noche anterior, me pregunté si esto entraba en el concepto una comida por compasión. 

—Te levantaste temprano —dijo ella, interrumpiendo su rebanado de fresas cerca del fregadero. 

—Son más de las ocho —señalé—. ¿Llamó el Detective Basso? —Traté de actuar como si no me importara cual fuese la respuesta, y me ocupé en sacudir pelusas inexistentes en mi vestido. 

—Le dije que era un error. Él entendió. 

Lo que significa que acordaron que yo alucinaba. Yo era la chica que daba falsas alarmas, y de ahora en adelante, todo lo que dijera iba a ser tomado como una exageración. 

Pobrecita. Sólo asiente con la cabeza y síguele el juego. 

—¿Por qué no te devuelves a la cama y te llevaré el desayuno cuando termine? —sugirió mamá, reanudando su rebanado. 

—Estoy bien. Ya estoy levantada. 

—Dado a todo lo que ha pasado, pensé que quizás quieras tomarte las cosas con calma. Descansar, leer un buen libro, quizás tomar un largo baño de burbujas. 

No podía recordar que alguna vez mi mamá me sugiriera que me quedara en casa en un día de escuela. Nuestra conversación típica de desayuno usualmente incluía rápidos intercambios a través de frases como: ―¿Terminaste tu ensayo? ¿Empacaste tu almuerzo? ¿Hiciste la cama? ¿Puedes pasar dejando la factura de electricidad de camino a la escuela?‖ 

—¿Qué te parece? —intentó mamá otra vez—. Desayuno en la cama. No hay nada mejor que eso. 

—¿Y qué pasa con la escuela? 

—La escuela puede esperar. 

—¿Hasta cuándo? 

—No lo sé —dijo a la ligera—. Una semana, supongo. O dos. Hasta que te sientas normal otra vez. 

Claramente ella no había pensado esto bien, pero en pocos segundos, yo lo había hecho. Yo podría haber tenido la tentación de sacar provecho de su compasión, pero ese no era el punto. 

—Creo que es bueno saber que tengo una o dos semanas para volver a la normalidad. 

Ella dejo el cuchillo. 

—Nora... 

—No importa que no pueda recordar nada de los últimos cinco meses. No importa que de ahora en adelante, cada momento que vea un extraño observándome entre la multitud, me preguntaré si es él. Mejor aún, mi amnesia está en todas las noticias, y debe estar riéndose. Él sabe que no lo puedo identificar. Y supongo que debo sentirme confortada de que como todas las pruebas del Dr. Howlett resultaron bien, muy bien, probablemente nada malo me pasará durante esas semanas. Tal vez incluso puedo convencerme de que estaba tomando el sol en Cancún. Hey, eso pudo haber pasado. Tal vez mi secuestrador quería apartarse del resto. Hacer lo inesperado y mimar a su víctima. La verdad es que, lo normal puede tomar años. Lo normal puede que nunca suceda. Pero definitivamente no va a pasar si holgazaneo aquí viendo novelas y evadiendo la vida. Voy a la escuela hoy, fin de la historia. —Lo dije con la mayor naturalidad, pero mi corazón dio una de esas vueltas vertiginosas. Aparté esa sensación, diciéndome que esta era la única manera que sabía de recuperar cualquier semejanza de mi vida. 

—¿Escuela? —Mamá estaba completamente girada ahora, las fresas y la avena dejadas en el olvido. 

—De acuerdo al calendario en la pared, es nueve de Septiembre. —Cuando mamá no dijo nada, añadí—: La escuela comenzó hace dos días. 

Ella apretó los labios en una línea recta. 

—Me doy cuenta de eso. 

—Ya que es temporada escolar, ¿no debería estar allí? 

—Sí, eventualmente. —Se secó las manos en el delantal. Me pareció como si estuviera estancada o debatiéndose en elegir las palabras. Me hubiera gustado que, fuese lo que fuese, lo acabara de escupir. En este momento, una acalorada discusión se sentía mejor que una serena simpatía. 

—¿Desde cuándo apruebas el absentismo escolar? —dije, instándola. 

—No quiero decirte cómo debes manejar tu vida, pero creo que necesitas ir más despacio. 

—¿Ir más despacio? No puedo recordar nada de los últimos meses de mi vida. No voy a ir más despacio y dejar que las cosas se vayan aún más lejos de alcance. La única manera en la que voy a comenzar a sentirme mejor acerca de lo que pasó es recuperando mi vida. Voy a la escuela. Y luego voy a ir con Vee por donas, o cualquier comida basura, o lo que sea que se le ocurra apetecer hoy. Y luego vendré a casa y haré la tarea. Y luego voy a dormirme oyendo los viejos discos de papá. Hay mucho que ya no sé. La única manera en que voy a sobrevivir es aferrándome a lo que sí sé. 

—Un montón de cosas han cambiado mientras no estabas... 

—¿No crees que lo sé? —No quería seguir instándola, pero no podía entender cómo podía pararse allí y sermonearme. ¿Quién era ella para darme consejos? ¿Había pasado ella por algo remotamente similar?—. Créeme, yo lo sé. Y estoy asustada. Sé que no puedo retroceder, y eso me aterroriza. Pero al mismo tiempo... —¿Cómo podía explicárselo a ella, cuando no podía ni siquiera explicármelo a mí misma? Allí estaba a salvo. En ese entonces yo estaba en control. ¿Cómo iba a saltar hacia adelante, cuando la plataforma bajo mis pies había sido arrancada?  

Ella dejó escapar un débil suspiro profundo. 

—Hank Millar y yo estamos saliendo. 

Sus palabras flotaron hacia mí. La miré, sintiendo que mi ceño crecía por la confusión. 

—Lo siento, ¿qué? 

—Sucedió mientras no estabas. —Ella apoyó una mano sobre el mostrador, y me pareció como si fuera la única cosa que la sostuviera. 

—¿Hank Millar? —Por segunda vez en pocos días, mi mente tardó en reconocer su nombre. 

—Él está divorciado ahora. 

—¿Divorciado? Sólo me fui tres meses. 

—Y todos esos días de no saber en dónde estabas, o si incluso estabas viva, él era todo lo que tenía, Nora. 

—¿El papá de Marcie? —Pestañeé, desconcertada. Yo no era capaz de abrirme paso entre la neblina que cruzaba de oído a oído en mi cerebro. Mi mamá estaba saliendo con el padre de la única chica que he odiado? ¿La chica que rayó mi coche, lleno de huevos mi casillero y me apodó Nora la puta? 

—Nosotros salíamos. En la escuela y la universidad. Antes de conocer a tu papá —añadió ella a toda prisa. 

—¿Tú —dije, finalmente subiendo mi voz— y Hank Millar? 

Ella empezó a hablar muy rápidamente. 

—Sé que vas a estar inclinada a juzgarlo basada en tu opinión sobre Marcie, pero en realidad es un tipo muy dulce. Tan atento, generoso y romántico. — Sonrió, luego se ruborizó, nerviosa. 

Estaba indignada. ¿Esto era lo que mi mamá estaba haciendo mientras yo estaba perdida? 

—Claro. —Cogí una banana del frutero, y luego me dirigí a la puerta principal. 

—¿Podemos hablar de esto? —Sus pies descalzos resonaron en el piso de madera mientras me seguía—. ¿Puedes al menos escucharme ahora? 

—Parece que estoy retrasada para esta fiesta de vamos a hablarlo.  

—¡Nora! 

—¿Qué? —repliqué, volteándome—. ¿Qué quieres que diga? ¿Qué estoy feliz por ti? No lo estoy. Solíamos burlarnos de los Millars. Solíamos bromear acerca de que la actitud problemática de Marcie era envenenamiento por mercurio debido a todos los caros mariscos que su familia come. ¿Y ahora estás saliendo con él? 

—Sí, él. No Marcie. 

—¡Es lo mismo para mí! ¿Por lo menos esperaste hasta que la tinta de los papeles del divorcio se secara? ¿O hiciste tu movida mientras todavía estaba casado con la mamá de Marcie? Porque tres meses son demasiado rápidos. 

—¡No tengo que responder eso! —Aparentemente dándose cuenta de lo roja que tenía la cara, se recompuso frotando la parte de atrás de su cuello—. ¿Esto es porque crees que estoy traicionando a tu papá? Créeme, ya me he torturado lo suficiente, cuestionándome si algo por debajo de la eternidad es demasiado pronto para seguir adelante. Pero él hubiese querido que fuese feliz. Él no hubiera querido que yo estuviese deprimida teniéndome lástima para siempre. 

—¿Marcie lo sabe? 

Ella dio un respingo a mi repentina transición. 

—¿Qué? No. No creo que Hank se lo haya dicho todavía. 

En otras palabras, por el momento, no tenía que vivir con el temor de que Marcie me culpe por la decisión de nuestros padres. Por supuesto, cuando sepa la verdad, podría garantizar que la retribución sería rápida, humillante y brutal. 

—Voy tarde a la escuela. —Revolví el plato en la mesa de entrada. 

—¿Dónde están mis llaves? 

—Deberían estar allí. 

—Las llaves de la casa están. ¿Dónde están las llaves del Fiat? 

Ella presionó el puente de su nariz. 

—He vendido el Fiat. 

Dirigí todo el peso de mi mirada hacia ella.  

—¿Lo vendiste? ¿Discúlpame? —Por supuesto, en el pasado había expresado lo mucho que odiaba la pintura marrón del Fiat, los curtidos asientos de cuero blanco, y el inoportuno hábito que tenía la caja de cambios de atascar la palanca. Pero igual. Era mi coche. ¿Mi mamá se había dado por vencida conmigo tan pronto después de mi desaparición, que había comenzado a empeñar mis cosas en Craigslist ?—. ¿Qué más? —exigí—. ¿Qué otra cosa vendiste mientras no estaba? 

—Lo vendí antes de que desaparecieras —murmuró, con la mirada baja. 

Me atraganté. Significa que alguna vez, yo había sabido que ella había vendido mi coche, sólo que no podía recordarlo ahora. Fue un doloroso recordatorio de cuán indefensa estaba realmente. No podía ni siquiera mantener una conversación con mi madre sin parecer una idiota. En lugar de disculparme, abrí la puerta y bajé los escalones del porche. 

—¿De quién es ese coche? —pregunté, quedándome corta—. Un blanco Volkswagen convertible estaba asentado en la losa de cemento donde el Fiat solía estar. Por su apariencia, había tomado residencia permanente. Podía haber estado allí ayer cuando había salido del hospital, pero yo no había estado en el estado mental de absorber lo que me rodeaba. La única otra vez que había salido de la casa fue anoche, y había salido por la puerta trasera. 

—Tuyo. 

—¿A qué te refieres con mío? —Protegí mis ojos del sol de la mañana mientras le fulminaba con la mirada. 

—Scott Parnell te lo dio. 

—¿Quién? 

—Su familia se mudó nuevamente a la ciudad al principio del verano. 

—¿Scott? —repetí, examinando mi memoria a largo plazo, ya que el nombre me suscitaba un vago recuerdo—. ¿El chico de mi clase de jardín de infantes? ¿El que se mudó a Portland hace años? 

Mamá asintió con cansancio. 

—¿Por qué me daría un coche? 

—Nunca tuve la oportunidad de preguntarte. Desapareciste la noche en que él lo dejó.  

—¿Desaparecí la noche en que Scott misteriosamente me donó un coche? ¿Eso no encendió ninguna alarma? No hay nada normal en que un adolescente le dé un coche a una chica que conoce muy poco y no ha visto en años. Algo acerca de esto no está bien. Tal vez... el coche era una evidencia de algo, y necesitaba deshacerse de él. ¿Eso nunca pasó por tu mente? 

—La policía buscó el coche. Preguntaron al propietario anterior. Pero creo que el Detective Basso había descartado la participación de Scott después de escuchar tu versión de los acontecimientos de la noche. Te habían disparado antes, antes de desaparecer, y aunque el detective Basso pensaba originalmente que Scott era el que disparó, dijiste que era... 

—¿Disparado? —Negué con la cabeza confundida—. ¿Qué quieres decir con disparado? 

Ella cerró los ojos brevemente, exhalando. 

—Con una pistola. 

—¿Qué? ¿Cómo Vee pudo omitir esto? 

—En el Delphic Amusement Park. —Ella sacudió la cabeza—. Odio siquiera pensarlo —susurró, con su voz quebrándose—. Estaba fuera de la ciudad cuando me llamaron. No llegué a tiempo. No te volví a ver más, y no me había arrepentido tanto en mi vida de algo. Antes de que desaparecieras, le dijiste al Detective Basso que un hombre llamado Rixon te disparó en la feria. Dijiste que Scott estaba allí también, y que Rixon también le disparó. La policía busco a Rixon, pero es como si él se hubiese desvanecido. El Detective Basso estaba convencido de que Rixon no era el verdadero nombre del que te disparó. 

—¿En dónde me dispararon? —pregunté, mi piel se puso de gallina con un cosquilleo desagradable. No había notado una cicatriz, o ninguna indicación de una bala. 

—Tu hombro izquierdo. —Parecía dolerle a mi mamá con sólo decirlo—. La bala salió, golpeando sólo músculos. Fuimos muy, muy afortunadas. 

Tiré de la ropa, dejando al descubierto mi hombro. Efectivamente, pude ver la formación de una cicatriz donde la piel se había curado. 

—La policía pasó semanas buscando a Rixon. Ellos leyeron tu diario, pero arrancaste muchas páginas, y no encontraron su nombre en lo que quedaba. Le preguntaron a Vee, pero ella negó haber escuchado su nombre. No estaba en los registros de la escuela. No había registro de él en la DMV...  

—¿Arranqué páginas de mi diario? —interrumpí. Eso no sonaba como yo en lo absoluto. ¿Por qué haría algo así? 

—¿Recuerdas donde pusiste las hojas? ¿O qué decían? 

Negué con la cabeza distraída. ¿Qué había pasado para hacer esos grandes esfuerzos de ocultarlo? 

Mamá hizo un sonido desinflado. 

—Rixon era un fantasma, Nora. Y donde quiera que fuera, tomó todas las respuestas con él. 

—No puedo aceptar eso —dije—. ¿Qué pasa con Scott? ¿Qué dijo cuando el Detective Basso lo interrogó? 

—El Detective Basso puso toda su energía en cazar a Rixon. Creo que nunca habló con Scott. La última vez que hable con Lynn Parnell, Scott se había mudado. Creo que esta en New Hampshire ahora, vendiendo pesticidas. 

—¿Eso es todo? —dije incrédula—. ¿El Detective Basso nunca trató de rastrear a Scott y escuchar su versión? —Mi mente daba vueltas a toda velocidad. Algo acerca de Scott no estaba bien. Según el relato de mi madre, le había dicho a la policía que Rixon le había disparado también. Él era el único otro testigo de que Rixon existía. ¿Cómo encajaba eso con el Volkswagen donado? Me pareció que al menos una pieza crucial de información faltaba. 

—Estoy segura de que tenía una razón para no hablar con Scott. 

—También estoy segura de que la tenía —dije cínicamente—. ¿Quizás porque es un incompetente? 

—Si le dieras al Detective Basso una oportunidad, verás que él realmente es un gran experto. Es muy bueno en su trabajo. 

No quería escucharlo. 

—¿Ahora qué? —dije lacónicamente. 

—Hacemos la única cosa que podemos. Hacemos lo que podamos para seguir adelante. 

Por un momento, puse a un lado mis dudas acerca de Scott Parnell. Todavía había mucho que tratar. ¿Cuántas otras cientos de cosas estaba a oscuras? ¿Era esto lo que me aguardaba? ¿Un día de humillación tras otro mientras recuperaba mi vida? Ya podía imaginar lo que me espera en el interior de las paredes de la escuela. Discretas miradas de lástima. Las torpes evasivas de los ojos. El revuelo y silencios interminables. La opción más segura de alejarse de mí por completo. 

La indignación hervía dentro de mí. Yo no quería ser un espectáculo. No quería ser objeto de feroz especulación. ¿Qué tipo de teorías vergonzosas se habían ya extendido que envolvían mi secuestro? ¿Qué pensaba la gente de mí ahora? 

—Si ves a Scott, asegúrate de señalarlo para que yo pueda darle las gracias por el auto —dije con amargura—. Justo después de que le pregunte por qué me lo dio en primer lugar. Tal vez tú y el Detective Basso están convencidos de que él es inocente, pero hay muchas cosas de su historia que no han sido tomadas en cuenta. 

—Nora... 

Extendí mi mano 

—¿Puedo tener las llaves? 

Después de un momento de pausa, ella sacó una llave de su propio llavero y me la dio. 

—Ten cuidado. 

—No, no hay de qué preocuparse. La única cosa en la que soy peligrosa es en ponerme en ridículo. ¿Conoces de alguien más con quien pueda encontrarme y no reconocerlo? Afortunadamente, recuerdo el camino a la escuela. Y mira esto —dije, tirando de la puerta del coche y metiéndome—. El Volkswagen es de cinco velocidades. Menos mal que aprendí cómo manejar cinco velocidades antes de la amnesia. 

—Sé que ahora no es el mejor momento, pero nos han invitado a cenar esta noche. 

La miré con frialdad. 

—Tenemos que hacerlo. 

—A Hank le gustaría llevarnos a Coopersmith's. Para celebrar tú regreso. 

—Que considerado de su parte —le dije, poniendo la llave en el encendido y acelerando el motor. Por el ruidoso chisporroteo, asumí que el coche no se había movido desde el día en que había desaparecido. 

—Él se está esforzando —bramó por encima del zumbido del motor—. Él se está esforzando mucho para hacer que esto funcione. 

Tenía una respuesta sarcástica en la punta de mi lengua, pero decidí arriesgarme para crear un mayor impacto. Me preocuparía por las repercusiones después. 

—¿Y tú? ¿Estás tratando de hacer que funcione? Porque voy a estar en la delantera. Si él se queda, me voy. Ahora bien, si me disculpas, tengo que encontrar la manera de vivir mi vida otra vez. 


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