Wang Baole resopló al ver el cactus erizo a punto de morderlo. Su mano derecha se apretó en un puño y activó la Supernova. La energía espiritual hizo erupción a su alrededor, y el polvo y la tierra se agitaron desde el suelo y se elevaron en el aire. El cactus erizo tenía su boca bien abierta y estaba a punto de echar una mordida. Tras presenciar la escena, se estremeció y sin esperar que el puño de Wang Baole se le acercara, escupió una bocanada de un líquido verduzco.
No estaba dirigida a Wang Baole, sino que la escupió cual piscina de sangre. El cactus se puso flácido. Hasta las espinas empezaron a caérsele a montones.
Parecía estar derrotado…
«¿Finge su muerte? ¡Ni siquiera le asesté el golpe!» Wang Baole parpadeó. Su puño se detuvo justo ante el cactus erizo. Lo miró encontrándolo bastante interesante, y gritó:
―¡Ya olvídalo!