—No.
Youyou cerró los ojos.
Su hermano de repente apretó sus labios contra su oído y le susurró:
—Hermano, tus pestañas son largas —dijo el niño sin poder parar de hablar.
Su hermano se volteó hacia el otro lado, irritado.
Su hermano era como un gatito arrastrándose hasta su cara sin hacer ruido y estudiando cuidadosamente su rostro.
Sus largas pestañas eran rizadas y gruesas, como las hermosas alas de un fénix negro.
Sus ojos, con la clásica forma de almendra, eran idénticos a los de su hermano. Ambos tenían ojos profundos, con esquinas invertidas y encantadores bordes de melocotón. El puente de su nariz era alto y sus finos labios eran como pétalos de cereza.
La diferencia entre ellos era que la piel de su hermano era suave, translúcida y tan clara como la porcelana.
Sin darse cuenta, extendió su mano para pellizcarle la cara.