Los pastelitos eran de tamaño pequeño. No obstante, como ella tenía miedo de que se ahogara con ellos, los rompía en dos trozos más pequeños y los sumergía en un tazón de leche, que acababa de llenar, antes de ponérselos en la boca.
Mmm… El Pequeño Yichen mordió a la vez las dos mitades del cremoso pastel. ¡Sabían muy bien!
También podría ser que cualquier cosa fuese así de sabrosa siempre y cuando ella se la diera de comer a él.
―¿Está rico?
―¡Yummy, yummy! ―respondió el chico satisfactoriamente.
La pareja de madre e hijo se regalaron una sonrisa llena de calidez.
Youyou se tumbó en su cama, con aspecto hosco. Parecía infeliz.
¡Hacía pucheros cuando de alguna manera sintió que su hermano mayor le había robado su lugar!
¿Por qué su madre estaba tan ocupada convenciendo a su gemelo que ni siquiera había preguntado por él?
De repente, sintió un mínimo de arrepentimiento.