Mientras se iban de la galería del pueblo, apenas podían oír los lamentos de Mo Lihui adentro. Lu Xinyi se rio mientras Shen Yi sacudió la cabeza. Esa mujer patética debió saber lo que le pasaría antes de hacer una apuesta con Lu Xinyi.
Ah, esos dumplings estaban muy buenos. Era tan afortunado de trabajar con su esposa de cerca para probar los platos antes de que se los presentara a los jueces.
Lu Xinyi seguía sorprendiéndolo. A decir verdad, era la primera vez que la veía haciendo dumplings sola. Este día había sido inolvidable porque lo había dejado luchar con ella.
—Es bueno que hayas ganado, de lo contrario, los habría arruinado con mis propias manos —comentó Shen Yi.
—¿De verdad piensas que perdería sabiendo que tu estabas en juego? —preguntó ella y resopló. Su esposo tiró de su brazo para que lo mirara.
—¿Quieres decir que no te puedes permitir perderme? —se burló.